10. Sospechoso.

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Capítulo 10. Sospechoso.

- Nieve sabor a pay de limón - Jennifer saboreó el contenido de su cuchara, deleitándose con el gran sabor del bocado -. Sabe a gloria.

- ¿Desde cuando la gloria es un sabor? - Scarlett levantó una ceja.

Me encontraba en el grupo de personas que no pueden elevar únicamente una de sus cejas, o elevaban las dos, o ninguna. Pero al parecer Scarlett sí tenía ese don.

- Esto sabe delicioso - concordé, tomando otra porción del vaso mediano que compramos para las tres.

Una vez que terminamos el exquisito helado, mis amigas fueron a sus casas, mientras yo decidí quedarme unos minutos más, sentada en una de las mesas que había en el exterior de la heladería; mientras leía un libro que mis tíos me habían regalado hace poco.

- ¿Annie, eres tú? - una voz grave preguntó.

Levanté la vista en busca del dueño de esa voz, y una vez que él tomó asiento en una silla frente a mi, me vi obligada a cerrar el libro y guardarlo en mi bolso.

- Me llamo Stefany, a decir verdad - objeté.

- Annie es un apodo de Stefany, lo acordamos en la fiesta de la otra vez, ¿lo recuerdas?

- No realmente - me sinceré. La verdad es que no recordaba mucho de lo que había pasado aquella noche, lo que si sabía es que, según Alex -mi mejor amigo - no ocurrió nada de gran importancia.

Dereck rió. Vestía una playera azul marino con cuello en v, con la que se apreciaba el trabajo que hacía en el gimnasio, tal vez a diario.

- ¿Qué estás haciendo aquí? - pregunté de manera amable.

- Voy camino al gimnasio, pero te vi y quise saludarte - Se encogió de hombros cuando terminó de decir la última frase, recargándose más en la silla.

Lo sabía, sabía que el chico frente a mi frecuentaba el gimnasio.

- De acuerdo - sonreí.

Hubo un silencio, nada incómodo, en el que me dediqué a observar mi alrededor. Estaba tranquila, y eso se notaba en mi modo de ver las cosas.

Dereck rompió el silencio.

- Annie - resistí las ganas de dejarle en claro que mi nombre no era ese y lo dejé continuar -, la otra vez te olvidaste de algo.

Fruncí el ceño, no había olvidado nada en la fiesta, y eso fue lo que le dije.

- Sí lo hiciste - asintió.

Después de eso, tomó una de las servilletas que estaban en la mesa, y sacando una pluma de no sé donde, escribió rápidamente algo en la servilleta, para al finalizar doblarla por la mitad y pasármela.

Abrí el papel y lo observé, sonreía de una forma victoriosa, como quien nadie lo rechaza.

Sonreí satisfecha, devolviéndole el papel con su número telefónico anotado en este.

- No estoy interesada, gracias.

Su rostro se descompuso en segundos, pero con la misma rapidez volvió a sonreír.

- Entiendo - habló -. No quieres dar el primer paso, prefieres que yo sea el que te llame.

Rodeé los ojos. Hombres, ¿tanto les costaba entender a una mujer?

- No soy ese tipo de chica - respondí, al mismo tiempo que me levantaba de mi asiento. Ya era hora de volver a casa.

- ¿Con que difícil, eh? - rodeé los ojos mientras lo ví reír -. Así aparentan ser todas al principio - negó con la cabeza.

Tomé mi bolso y caminé unos cuantos pasos hacia la acera, dando por terminada la conversación.

- ¿Sabes, Annie? Para mí, esto cuenta como una primera cita. Y no te preocupes, ya conseguiré tu número - lo escuché decir.

No hizo falta que volteara a verlo para saber que en sus labios se dibujaba una sonrisa arrogante.

- Ajá - Me limité a decir.

Paso a paso fui llegando a casa, para cuando ya estaba oscureciendo sólo faltaban cinco cuadras para llegar a mi destino. Había preferido caminar que llamar a un taxi, o esperar en la parada del camión.

Siempre me había gustado caminar admirando el paisaje, observando el cambio de color de las hojas de los árboles según la estación.

Seguí caminando derecho y percibí que alguien me seguía. Giré mi rostro y no vi a nadie, por lo que seguí andando.

Nuevamente sentí una respiración detrás de mi espalada, por lo que no me sentí muy cómoda y agilice el paso.

Doble el paso en una esquina, tomaría otro camino para llegar a casa. Iría por el parque.

Escuché el sonido de una rama quebrándose, como si acabara de ser pisada por algo, o mejor dicho, alguien.

Moví mi rostro a la derecha, sólo logré ver a una ardilla. Giré mi rostro a la izquierda, observando a un hombre de edad madura que portaba un traje y zapatos negros. Estaba sentado en una de las banquitas del parque, leyendo tranquilamente el periódico, sosteniéndolo en cierta forma en la que este tapaba su cara.

Pero había algo extraño en la escena que mis ojos veían, el periódico que el señor sujetaba tenía las letras boca abajo, mejor dicho, el hombre sujetaba el periódico al revés.

Caminé a mi hogar, pasando por los lugares más transitados. Llegué a casa sana y salva, y al cerrar la puerta, le puse pestillo y descargué todo el aire que estaba conteniendo.

N|A ❤
Un día lluvioso era lo que necesitaba para retomar mis ideas.
Gracias por sus comentarios, y por leer esta novela.
Perdón por la demora.

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