7. ¿Celosa?

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En multimedia, West.

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Capítulo 7. ¿Celosa?

La siguiente cita fue un asco, pues Marcus, un chico con acento francés, era un pervertido de primera; ni siquiera quiero pensar en ello.

- ¿Estás segura que no deseas nada? - La mesera volvió a preguntar.

Me acomodé mejor en mi silla, mirando la calle por la pared de cristal.

- Segura - le sonreí y se marchó.

Connor debía de haber llegado hace media hora a la cafetería. Mamá había dicho que esta cita sería genial porque la mamá de Connor y ella eran grandes amigas desde secundaria, pero ya me estaba cansando de esperarlo.

Tomé mi celular y comencé a hablar con Jenn por Whats App para matar el tiempo. Pasaron veinte minutos más y ya habíamos quedado de hacer pijamada el siguiente viernes en su casa, solo faltaba avisarle a Scarlett. El internet de mi celular se terminó y, ya que en la cafetería no había Wi-Fi, guardé mi celular en la bolsa.

- Ese chico nunca llegará.

Me giré a la voz. La mesera venía a mi mesa y tenía una sonrisa de lástima en su rostro.

Le sonreí con calidez.

- Y no sabes cuanto me alegra escuchar eso.

- Soy buena para escuchar - La chica rubia sonrió, esta vez sin lástima -. ¿Un café?

- No, gracias.

Tomé mi bolso y me dirigí a la puerta, dispuesta para salir del lugar. Justo cuando salía, un chico castaño que iba entrando al lugar, me miró por un segundo.

- ¿Stefany Hathaway? - preguntó.

- Sí - murmuré -. ¿Eres Connor?

- No - sonrió -, Connor está enfermo y no pudo venir, pero vine en su representación.

- ¿Eres su hermano?

- No, soy West. Empecemos con esto.

- Bueno, dile que espero se recupere pronto - Le tendí la mano en señal de la saludo, y él la estrechó -. Un gusto en conocerte.

Me adentré en el lugar, seguida de West, y nos sentamos en una de las mesas con mirada a la calle, a pocos pasos del lugar donde antes esperaba.

Observé a lo lejos a la chica con cabellera rubia, sonriente, dirigiéndose hacia nosotros.

- Hola, ¿qué les puedo ofrecer?

Miré el menú de una de las paredes. Pasteles, crepas, pays, molletes, bisquets, chocolates, malteadas y por supuesto, cafés: era lo que se vendía en el lugar.

- Un chocolate caliente con bombones, por favor.

- Un bisquet con mantequilla y un capuchino.

- Enseguida.

La rubia volvió al mostrador, no sin antes sonrojarse por un guiño de parte de West.

- ¿Cuántos años tienes? - preguntó - Te ves muy chica.

- Dieciocho, ¿tú?

- Veintiuno, ya soy mayor de edad.

- ¿Estás en...

Mi pregunta quedó inconclusa cuando la mesera se acercó a nuestra mesa, con los pedidos en sus manos.

- Tu café y bisquet - Le dijo a West, dejándolos sobre la superficie -. Tu chocolate - se dirigió a mí.

- Gracias - escuché que el chico le decía con una sonrisa coqueta. Que maleducado, ¿no sabía que cuando sales con alguien no se debe coquetear con otras personas?

Fijé mi vista en la taza de chocolate, se veía muy apetecible, los pequeños bombones salían por la taza y me hacían agua la boca.

***

Sus ojos eran azules, me ganaba por estatura -y edad-, su piel era un tono "medio" -ni clara, ni oscura, un tono entre los dos-, tenía un buen cuerpo -había que admitirlo, el chico tenía lo suyo-, mantenía una agradable conversación y vivía en las afueras de Boston. Solo había algo que me disgustaba de él, coqueteaba con todas las chicas, realmente todas.

Cada mujer que entraba al café era merecedora de una gran sonrisa coqueta de parte de West, o algún guiño que las hacía sonrojarse o devolverle el gesto con coquetería. Incluso podría afirmar que era la única con la que no flirteaba, y eso, por algún extraño, motivo no me agradaba.

La mesera se acercó de nuevo para tomar el dinero y una vez que lo tuvo, habló:

- Gracias por venir, vuelvan pronto - sonrió.

- Gracias - dije con amabilidad.

- Pues claro que volveré si tú estás aquí.

La chica se limitó a reír, mientras sus mejillas adoptaron un ligero toque carmesí.

- Basta - hablé, levantándome del asiento -. Todos los chicos con los que he salido son unos tontos, incluido tú - lo señalé.

Ya no podía soportar más de su coquetería con otras chicas.

- Uno que solo habla de su mamá, otro que huye de la cuenta, el de las preguntas acosadoras, el mugre pervertido y ahora tú, coqueteando con otras chicas en mi cara - Me quejé en voz alta.

- Eso es porque tú lo único que haces es fijarte en los defectos de las personas.

- Eso no es cierto.

- ¿Ah, no? - se burló -. Ya dijiste los defectos de todos pero, ¿qué tal una cualidad?

Me quedé en silencio.

- Ahora lo entiendes, lo único que haces es ver los defectos de los demás, ¿te gustaría que yo te dijera tus defectos en la cara? - levantó la voz.

- ¿Pero a ti qué te ocurre? - levanté, aún más, la voz.

- Chicos, no peleen - La rubia, que había olvidado que seguía allí, se metió en la plática.

- Calla, meti - bufé.

- ¿Meti? - preguntó.

- Nombra una de mis cualidades - West habló.

- Lo siento, pero no tienes - me encogí de hombros.

- ¿Meti? - preguntó de nuevo la rubia.

- Ahora veo porque no tienes novio - se burló.

- ¿Disculpa? - pregunté frustrada.

- Si lo único que haces es ver los defectos así nadie te quiere - rió -. Por eso tu mamá tuvo que organizarte todas estas citas, que patética.

- ¿Meti? - preguntó una vez más la chica.

- Metiche - bufé, dirigiéndome a ella -. Esta patética, como tú dices, se va - me dirigí a West.

Tomé mi bolso, abroché el zipper de mi chamarra y caminé hasta la puerta.

- Espera - La voz de Weste detuvo -, ¿estabas celosa? - rió.

- Me largo - bufé, saliendo de ahí.

Buscando al chico idealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora