Capítulo 8 - "Expedientes".

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—¿Qué haces aquí? —le pregunté. De lo último que tenía ganas, era de verlo.

—Trabajo aquí.

—Esto debe ser una equivocación.

—No lo es —apareció Thomas.

—Creí que un amigo de Thomas me entrenaría, no su hermano —continué, aunque iba más dedicado a Ghost.

—Entonces, deberías irte a otra parte.

—Dile que yo te mande aquí, y que lo necesitas —habló Ghost.

—No lo necesito.

Bien, Jason ahora sí que me creería loca.

—Haz como quieras —continuó el hermano de Ghost y comenzó a dirigirse hacia la puerta, en donde yo me encontraba.

—Dame un día y horario —le respondí, cruzándome de brazos. No tenía ganas de discutir con Ghost.

—¿Un día? Dile toda la semana —me informó.

—Toda la semana. Menos los martes y jueves.

Sin emitir algún sonido, tomó una libreta y comenzó a fijarse.

—Lunes, miércoles y viernes. Desde las 05:00 pm hasta las 08:00 pm.

—¿Aceptas tarjeta de crédito?

—Sí.

—Bien- continué—. ¿Cuándo comenzamos?

—Ahora.

—¿Bromeas? No tengo nada de ropa para hacer ejercicio —dije señalando lo que llevaba puesto.

—Dile a Mary, ella te dará algo —me respondió.

—¿La primer clase es gratis? —sonreí. Esperando que fuera un sí.

—En tus sueños —me guiñó un ojo y salió hacia el pasillo. Dejándome, sola e ignorada.

(...)

—Ya...no... puedo —dije tirada en el piso.

—Agarra los guantes de boxeo, y en 20 segundos te quiero golpeando aquel saco —lo señaló a lo lejos.

No creía ni poder llegar ahí. No creía ni siquiera poder pararme, en verdad.

Me sentía como si un autobús me hubiera pasado por encima, imagínense que en mi vida hice algo de ejercicio. Creo que el ejercicio que hice hoy, es el que no hice en estos 18 años de vida.

Sin ganas, me levanté y fui hacia una mesa en donde se encontraban los guantes. Tomé un par y cuando me encontraba frente al saco me los coloqué.

Sin fuerza y entusiasmo, comencé a golpear la bolsa.

—Piensa que es tu exnovio —me comentó Ghost.

—En este momento, estoy pensando en ti —le informé y mi fuerza estaba apareciendo—. Por meterme en esto. —Di otro golpe—. Y en el idiota de tu hermano.

—Si eso te ayuda, hazlo —sonrió, y me di cuenta que algo pervertido se venía—. Puedes imaginarme desnudo —me guiñó un ojo. Rápidamente, me ruboricé.

—Eres un idiota. —Estaba muy furiosa—. No te tomas nada en serio.

—O vos te tomas todo en serio —siguió mientras sostenía el saco de boxeo.

—Te detesto.

—Haces bien.

—¿Has dicho algo? —me preguntó un MUY  lindo chico.

Mi padre, su asesino. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora