Seguía sin saber que pasaba, solo me concentré en curarla, la herida era reciente y ella aún no podía hablar así que me limité a únicamente ser su enfermero.
Mientras sanaba aquella herida tenía demasiadas preguntas rondando por mi cabeza ¿Quién había hecho tal atrocidad? ¿Cómo alguien puede ser capaz siquiera de dañar un ángel tan bello? ¿Podré ayudarla? ¿Me contará lo sucedido?
De pronto hablaste, me dijiste que lo sentías y que habias ido para ayudarme más no para dar lástima y seguido de eso te quisiste levantar, sostuve tu mano por primera vez, sentí como si una galaxia se hubiera compactado con otra y hubieran dado a luz una cadena de explosiones sin fin, sentí eso que se siente al tener tu primer juguete de niño o como si obtuvieras la mayoría de edad, me sentí libre y preso, como si pudiera hacerlo todo tomado de tu mano y viviera encarcelado en la prisión de tu amor, te ruborizaste un poco y conseguí que te sentaras, entonces te abracé y no moviste ni 1 músculo.
Te susurré al oído «Puedes confiar en mi» y paraste el llanto, solo soltaste una sonrisa mezclado con la humedad de aquellas lágrimas y me dijiste «Lo siento pero debo irme».
Y así lo hiciste, te marchaste sin darme ni 1 sola explicación, sin la más mínima excusa sólo saliste de mi casa caminando a paso ligero, sin prisa como si hubieras sido liberada de algún castigo.