Joder.

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Volví a casa y mamá insistía en llamar al médico, le dije que no era necesario que sólo quería dormir, así que me encerré en mi cuarto y encontré a uno de mis mejores amigos, mi encendedor.
Busque dentro de mis cajones y mi cajetilla de cigarrillos seguía ahi, «excelente» me dije a mi mismo mientras prendía el primer cigarrillo de la noche. Al parecer sería una noche corta pues a mitad de mi tercer cigarro caí dormido, al día siguiente me levanté de buen humor, incluso fui a la escuela y vi a Rose, cierto ella aún no sabe lo de mi memoria y no quiero hacerla sentir mal así que no le preguntaré nada sobre su «daño hacia mi».
Hoy estaba camino a casa, estaba feliz y de pronto se aparecen de nuevos esos cabellos rojizos, tan brillantes con la luz del sol. Se ven hermosos esas ondas, como siempre con una sonrisa de oreja a oreja «¿Rose? ¿Qué haces aquí?» me dijiste que sólo querías despedirte de mi porque en el colegio no volteé a mirarte entonces te dije que no era necesario que vinieras hasta tan lejos puesto que vivimos muy alejados pienso yo, a continuación te acercaste a mi, te pusiste de puntas y me abrazaste, rodeé tu cintura con mis manos y de pronto besaste mis labios, ¿¡POR QUÉ!? No tengo idea, como siempre me dejas sin habla, como siempre me confundes, no creas que he olvidado que dijiste que me odias, ahora yo te odio. No, como podría odiarte, esos ojos claros, esa sonrisa angelical y esos cabellos tan rojos como el fuego, no puedo más. Eres mi debilidad, Rose.

El Bueno Para NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora