20. Bajo un árbol

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YoonGi guardaba silencio, trataba de callar aquellos sollozos rebeldes que de vez en cuando sonaban tratando de disimularlo con una tos bastante falsa.

Al llegar al lugar s le dio un uniforme –que le quedó algo grande– se le dio guio por el lugar –recorrido de bienvenida –dijo uno de los guardias.

Y finalmente, su cela, que aparentemente al menos por el momento no tendría que compartir. YoonGi por su parte estuvo tranquilo, salvo que se puso algo roñoso al querer conservar una libreta y una pluma, que después de haber sido inspeccionados dichos objetos varias veces –por que claro, podría matar a alguien con aquello– fue aceptado.

Los días corrían lento y lo único que aquel chico de tes pálida hacía era vagar por los pasillos, jugaba un poco de básquet con los reos que resultaron ser personas agradables –bastante locos algunos, pero agradables al final del día– a veces, se sentaba debajo de un árbol y cerraba sus ojos, al final del día, en su celda, tomaba su libreta y pluma, escribía unas cuantas líneas y, al cabo de ratos, la dejaba y dormía.

Lo que YoonGi no sabía era que un chico de cabellos castañas viajaba durante dos horas cada fin de semana y preguntaba a un guardia como se había portado esa semana, y siempre se mantenía al tanto de que todo fuese bien para él.

–Sólo ha jugado y escrito es una libreta, no hace más que eso –aquello era lo único que escuchaba Jimin, quien suspiraba y tal cual como un acosador lo observaba desde lejos, a veces jugando y otras solo sentado casi dormido bajo aquel árbol.

Jimin moría de ganas por ir y darle mil besos, abrazarle, demostrarle cariño, sin embargo, debía aguantarlo.

Fue hasta el veintisiete de diciembre, dos días después de Navidad que Jimin miró a YoonGi.

–Te he extrañado tanto –dijo el castaño apenas tuvo frente a él al chico de tes pálida –traje algo para ti –dijo pasando por debajo del vidrio una hoja doblada que YoonGi tomó y pasó a un guardia para que sea revisada, le regresaron la hoja a YoonGi y Jimin sonrió.

–También te he extrañado, estar aquí es bastante aburrido, a veces juego básquet, pero al final del día todo es igual.

–Ya veo ¿y has comido bien?

–He comido, supongo que eso es lo importante, la comida aquí no es tan mala, pero extraño la comida hecha en casa, también extraño la compañía en esta.

–Haces falta en casa, me gustaría hacer que el tiempo pase más rápido.

–¿y cómo está Ha Na?

–Ella está bien, sus amigas van seguido, al principio preguntaban por ti, Ha Na les contó lo sucedido, han hecho apuestas de que volverás tatuado.

–¿Tatuado? Claro que no, o bueno, hasta ahora no lo había considerado...

–Ni se te ocurra, aposte que no lo harías y no quiero perder –dijo el castaño con semblante serio y YoonGi soltó una risa floja, era la primera risa que salía de el desde que había estado en Daegu de nuevo.

Tenían sólo treinta minutos para hablar, treinta minutos que parecieron apenas cinco minutos.

Ambos deseaban que el tiempo se congelara y poder seguir hablando, pero el tiempo se acabó y para la desgracia y disgusto de ambos, se sintió como un suspiro.

–Te veo en enero –dijo YoonGi con un semblante triste –te amo

–Te amo –respondió con una sonrisa apagada el menor –te veo en un mes.

Esa noche YoonGi lloró en silencio y escribió como un loco, como si aquello pudiese acelerar el paso de los días.

Por otro lado, Jimin se quedó en la antigua casa de YoonGi, durmiendo en aquella camita individual que parecía incluso más grande que su cama en Busan si no la compartía con el rubio quien por las noches solía abrazarle.

Continuará...

A cinco centímetros. [YOONMIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora