21. Libre.

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Los días pasaban y año nuevo llegaba.

YoonGi siempre pensó que estaba solo en esta vida, lo pensó hasta conocer a Jimin.

Y aquel día, en aquella celda con rejas frías, una taza de café entre sus manos fue que se dio cuenta que, sin Jimin, Ha Na e incluso Ho Seok, NamJoon y Jin, su vida era triste y sin ellos se sentía vacío.

No fue hasta el veintisiete de enero que pudo ver de nuevo a Jimin y... Comenzaba a odiar aquella estúpida regla que él solo puso y que odiaba con su ser el hecho de que Jimin le siguiera al pie de la letra.

–Pensé que vendrías antes –dijo el Rubio apenas miró al castaño –pero está bien, así sé que faltan exactamente cinco meses para salir de aquí.

–El tiempo pasa lento si no estás... Quería venir más, pero tú no me lo permitirías, eres tan egoísta...

–Déjame sentir la agonía sólo por favor ¿acaso no has notado que soy masoquista? –dijo riendo, Jimin hizo una mueca –yo... Gracias por la carta –susurró

–No es nada, gracias por responder, por cierto; compré el cachorro y como dijiste que no le pusiera Suga decidí ponerle YoonGi, y a Ha Na le agradó la idea tanto como a mí.

–¿Le han puesto mi nombre a un animal?

–Si, tampoco hay mucha diferencia, aunque bueno es más lindo que tú, me hace compañía por las noches y se sienta en tu silla a la hora de comer.

–Genial, te dije que no te fijaras en otros hombres y una bola de pelos me quitó mi lugar ¿estás en serio, Jimin?

El castaño rio y negó levemente.

–En realidad se llama Suga y es una miniatura hermosa –dijo metiendo su mano en su bolsillo y sacando su celular y buscó una imagen para mostrársela a YoonGi –¿ves? ¿apoco no es precioso?

–Si, es lindo, pero ¿por qué Suga?

–Era eso o YoonGi.

–Suga está bien.

El tiempo pasaba rápido.

Jimin apenas y podía contarle a YoonGi como habían pasado las fiestas, moría por contarle tantas cosas y al mismo tiempo quería estar con él, de nuevo pasó un hoja doblada y minutos después se despidieron.

Jimin se fue y YoonGi fue debajo de aquel árbol en el que solía pasar sus ratos de ocio.

Saco aquella hoja doblada y la observó por un momento antes de sonreír levemente.

Y al leerla la arrugo un poco contra su pecho y una pequeña lágrima traviesa escaba de sus ojos cristalizados.

Y los meses pasaban y con ellos una carta nueva, y YoonGi cada vez anhelaba más ver a Ha Na, abrazar a Jimin, y pasar el rato con sus amigos.

Fue hasta una tarde calurosa de junio, un veintisiete de junio para ser exactos en que, YoonGi fue dado en libertad.

Y como se había prometido, era Jimin quien le esperaba fuera de la prisión, con un ramo de rosas en una mano y lágrimas de felicidad en sus ojos.

Y a YoonGi no le importó nada más, pues quién anhelaba sentir tanto estaba ahí, esperando por él, y después de un profundo beso lleno de llanto se fueron definitivamente de aquel lugar, con el propósito de nunca más volver ahí.

–¿Y ese auto? –preguntó YoonGi, al notar el auto frente a su antigua casa.

–Le pedí a Jin si podía traerlo para así volver ambos a Busan, tu y yo...

–¿Y por qué fuiste en taxi por mi en lugar de ir en auto?

–Yo... –susurró sacando las llaves del auto y tendiéndolas a YoonGi –no sé manejar...

YoonGi rio por aquello, tomo las llaves e hizo una seña para que subiese al auto.

–¿Dónde está Jin? –pregunto curioso mientras encendía el auto.

–Regresó temprano a Busan.

–Bien... ¿Podemos ir ya a Busan también? –Preguntó con una sonrisa en su rostro.

–Debemos comer algo...

–Compramos algo en el camino... –Jimin no pudo evitar reír, era obvio el desespero de YoonGi por volver.

–Entonces volvamos a casa, amor.

Continuará...

A cinco centímetros. [YOONMIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora