2 - Desde antes de nacer

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Mi mamá y la de Ana se conocieron cuando tenían 9 años en el colegio, se hicieron amigas a los pocos meses y desde ese instante se volvieron inseparables. Ana y yo habíamos escuchado miles de anécdotas sobre sus aventuras de pequeñas. Hacían todo juntas y no exagero, realmente hacían todo juntas.

De niñas les gustaba vestirse igual, usar el mismo corte de pelo e incluso pedían ser peinadas de la misma forma para ir al colegio. Ellas decían que eran hermanas que habían nacido de diferentes padres. Ya de más grandes fueron a la misma universidad, vivieron juntas y hasta se hicieron los mismos tatuajes.

Cuando Sergio le propuso matrimonio a Andrea, mi mamá fue y convenció a mi papá para que también se casaran. Organizaron ambas bodas juntas, aunque no las pudieron celebrar el mismo día, hubiera sido una locura. Andrea pospuso su luna de miel para poder asistir a la boda de mis padres. Como no podía ser de otro modo, cada una fue la madrina de la otra. Para la suerte de sus maridos, no coincidieron en la Luna de Miel, aunque nunca negaron que lo intentaron.

Cuando decidieron ampliar la familia, ambas comenzaron a buscar quedar embarazadas al mismo tiempo. La primera en quedar fue mi madre, a Andrea y Sergio les costó un poco más. Pero al poco de nacer yo quedaron embarazados y para cuando cumplí los once meses nació Ana.

Nuestra primera foto juntos fue en el hospital, ella tenía horas de vida. Mi mamá nos sacó una foto en la que yo me encontraba sentado en una silla y tenía a An en mi regazo. Ella estaba envuelta en una manta con dibujitos de puercoespines y yo le estaba dando un beso en su pequeña carita. Si no lo creyera posible podría jurar que me había enamorado de ella en ese mismo instante.

Esa fue la primera de muchas fotos, a nuestras madres les gustaba usarnos de modelos. De hecho, Andrea era fotógrafa, así que teníamos cientos de fotos juntos, incluyendo aquellas vergonzosas en las que estábamos desnudos en la bañera o mientras nos cambiaban el pañal.

Mi madre me contó que Anable fue una de mis primeras palabras, no me salía pronunciar bien su nombre. Anabelle. Hermoso, como ella. Pasábamos muchas horas juntos, de hecho, gracias a mi aprendió a gatear y luego a caminar. También fui su primera palabra. Eman. No tengo muchos recuerdos de esa época, solo sé que desde que tengo memoria ella formo parte de mi vida.

Cuando fue tiempo de comenzar el jardín nos anotaron en el mismo establecimiento. Estábamos en la misma sala a pesar de llevarnos once meses, ella los cumplía el dos de junio y yo el siete de julio. Ya a esa temprana edad era muy celoso de ella, es que era la niña más bonita de la sala. Nuestra maestra de sala de cuatro, que era prima de Sergio, me contó en una ocasión que para mantener alejados a los chicos decía que Ana era mi novia y que solo yo podía agarrarle la mano o darle besos en la mejilla. Eso a Sergio lo ponía como loco, después de todo era su pequeña princesa.

Patricia, nuestra maestra, me contó también que una vez me pelee con un chico en sala de cinco porque le había pedido a An ser su novia. Yo me había enfermado de gripe y había faltado tres días. Cuando regresé y me enteré que ella tenía novio, fui y empuje al nene. Por suerte no paso a mayores, pero si recibí una fuerte regañada por parte de mi padre.

Los años siguieron pasando para ambos, comenzamos la primaria y como no pudo ser de otra forma, fuimos anotados en el mismo colegio. De nuestros compañeros del Jardín, solo ocho entre niños y niñas habían sido inscriptos en el mismo lugar. Uno de ellos era Joaquín, el niño que pretendió ser novio de An. También estaba Sofía, una niña que siempre me perseguía por todos lados y que peleaba mucho con Ana.

Primer grado fue un gran cambio para ambos. Como yo era mayor que ella, ya tenía ciertas nociones de escritura y lectura, la realidad es que se me daba bien las letras. En cambio, el mundo de los números era un tanto incierto y tenebroso para mí. En el caso de Ana, era todo lo contrario, capto lo de los números al instante, con una facilidad que me resultaba sorprendente y fascinante. Como todo en ella.

Después de clases nos juntábamos en su casa para hacer la tarea, yo la ayudaba con lo relativo a la lectura y la escritura y ella, me explicaba con sus palabras todo lo referente a las sumas y restas. Luego merendábamos y jugábamos el resto de la tarde. Nunca nos aburríamos, los juegos salían de la galera y nunca peleábamos. Nuestras madres siempre decían que hasta con un simple hilo podíamos pasar horas entretenidos sin aburrirnos.

Como esas había miles de otras anécdotas de aquella época de nuestra infancia, pero la única que realmente recordaba era cuando me anime a darle el primer beso. Ese momento quedo gravado en mi memoria y dudaba que alguna vez pudiera borrarse. Porque ¿Quién es capaz de olvidar su primer beso? Más aun cuando se lo diste a la chica que más querías en el mundo. 

Ocurrió en mi cumpleaños número siete, estábamos en mi casa y todos los niños ya se habían ido. Como nuestros padres eran amigos, ellos se quedaron un rato más. An y yo nos habíamos quedado solos jugando en el patio trasero. En aquella época mis padres ya se llevaban bastante mal, discutían constantemente y eso me hacía llorar bastante seguido. Esa noche se lo conté, le dije que tenía miedo de que mi papá cumpliera con su amenaza y se fuera de nuestra casa. Ella me abrazo y nos quedamos así durante un rato en silencio. Su cercanía me hacía sentir nervioso, pero al mismo tiempo, completamente feliz. Estar con ella me hacía sentir en paz.

En un momento nos separamos un poco, quedando cara a cara y no pude evitarlo, le robé un beso. Fue un pequeño pico, apenas un roce de labios, pero hizo que me sintiera como en una nube de algodón. Ella se sonrojo y yo no podía dejar de sonreír. Luego de ese primer beso las cosas entre nosotros no cambiaron, no se sentía incomodo estar juntos y pasar tiempo como antes. Ese sencillo acto solo nos había acercado más, nos había unido más, si eso era posible.

Mis padres se separaron después que cumplí los ocho años, fue una época muy dura en mi vida, pero gracias a ella logré sobrellevarla. Mi mamá estaba desbastada, aun recordaba verla llorar por los rincones cuando creía que yo no la veía o escuchaba. Andrea y Sergio fueron un gran apoyo para ella y para mí, nos ayudaron a salir adelante ya que mi padre se borró como todo un cobarde.

La relación entre Ana y yo se hizo más fuerte, era mi pilar, mi razón para seguir adelante. Ella me hacía compañía y me daba ánimos, intentaba hacerme reír o distraerme de cualquier forma y yo estaba más que agradecido de tenerla en mi vida.

En esa época pasábamos mucho tiempo en casa de An, incluso nos quedábamos a dormir en muchas ocasiones. Una de esas tantas tardes, habíamos armado una carpa con las sabanas de su cama y nos encontrábamos dentro de ella con una linterna mientras charlábamos de tonterías. En un momento no pude evitar ponerme triste y soltar unas lágrimas. El abandono de mi padre me dolía, no lo entendía ¿acaso había hecho algo mal?

Ana me abrazo fuerte y luego me juro que ella nunca me iba a abandonar. Le sonreí y le respondí que yo tampoco lo haría. Ese fue nuestro primer juramento, el primero de muchos, uno de los pocos que hasta la fecha ella no había roto. Pero pronto lo iba a hacer.


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Hola!!! bueno, aquí les dejo el capítulo prometido!

Perdón por el retraso, al poner la fecha de estreno se me pasaron por alto dos pequeños detalles (el 20/1 es el cumple de mi ahijado y el 21/1 el de mi hijo)

Como ya les comente anteriormente, esta historia es bastante diferente a mi primer novela. Me gusta probar diferentes estilos, de hecho mi próxima novela va a estar escrita en tercera persona. Esta historia va a ser narrada por Germán y también pienso incluir imágenes en multimedia, pero no pienso ponerle cara a los personajes. Me gusta la idea de que cada uno los imagine como quieran, creo que la imaginación es la mejor amiga de la lectura ;)

Espero les guste y si es asi, comenten y voten.

Saluditos!!

Lo juroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora