Después de aquel lunes, la relación entre ambos volvió a la normalidad. Jamás tocamos el tema de Sofía, pero era consciente de que algo había cambiado, ella ya no me miraba como solía hacerlo. Faltaba aquel brillo que solía ver en sus ojos, faltaban aquellas sonrisas vergonzosas que me regalaba cada vez que me atrapaba viéndola disimuladamente. Ella me trataba como siempre, pero había construido un muro entre nosotros y era más visible de lo que ella creía.
Dos años pasaron, en ese tiempo me involucre con algunas chicas, nada serio, solo cosas del momento. Ella en cambio no había tenido novio, aunque si se había besado con un par de chicos, cosa que no me había hecho mucha gracia.
Eran mediados del 2005 y Ana estaba por cumplir los quince años. Sus padres estaban organizando su fiesta de cumpleaños y ella estaba súper emocionada al respecto. Yo todavía no encontraba el regalo ideal. Nada me parecía lo suficientemente bueno. Ella era toda una princesa, se merecía lo mejor, se merecía todo.
Me estaba volviendo loco con ese tema, es que quería que mi regalo fuera perfecto, quería que fuera único. Como ella. Como no se me ocurría nada y la fecha se acercaba decidí pedirle ayuda a mi madre. Ella me dijo que un buen regalo lo determinaba su significado y no su forma, tamaño o valor. Ese me dejo más confundido aun ¿tan complicado era que me diera una idea de que regalarle?
Una tarde, en la que estaba dando vueltas por un centro comercial, me detuve frente a la vidriera de una joyería. Todo lo que allí se encontraba me parecía exorbitante, exagerado y sobre todo, innecesario. Significado, no valor. No dejaba de repetir esas palabras en mi mente. De pronto, me encontré frente a un pequeño puesto de chucherías. De esas que venden globos con formas de personajes animados y el resorte de colores que bajaba solo las escaleras.
Mi vista se posó en un dije con forma de corazón, el mismo se partía a la mitad y cada una de las partes estaba unida a una cadena. En la cajita que la contenía rezaba "lazo de amistad". Enseguida una idea vino a mi mente, ya sabía cuál sería mi regalo.
Los siguientes días averigüé todo lo necesario, también me atreví a pedirle permiso a sus padres y a mi madre. A Sergio no le gustó mucho mi idea, de hecho, se opuso en un principio, pero pronto accedió luego de una charla con Andrea. Trabaje toda una semana cortando pasto y haciendo otras changas para juntar el dinero, esa había sido la condición que me había impuesto mi madre.
La mañana del 2 de junio desperté ansioso, recuerdo que era viernes y como todos los días iba a pasar a buscarla por su casa para ir al colegio. Nosotros cursábamos por la mañana y yo había planeado toda una tarde juntos desde el momento que saliéramos del colegio.
Cuando llegué a su casa la encontré sentada en el escalón de la entrada leyendo un libro. Me acerque despacio para que no notara mi presencia, aunque no era una tarea muy difícil ya que cuando leía se perdía completamente en su mundo. Cuando me encontraba a tan solo unos pasos le grite. Ella pego un brinco del susto, lanzando por el aire a su preciado libro.
Me tente de la risa, las lágrimas caían por mis mejillas y me faltaba el aire. Ella me miro con cara de pocos amigos, podía ver en sus ojos como el odio crecía sin límites. Antes de darle tiempo a nada, acorte la distancia que nos separaba y la abrace levantándola del piso y haciéndola girar en mis brazos. Pronto su risa se mezcló con la mía. Me detuve bajándola suavemente al piso, pero no la solté.
—Feliz cumpleaños peque —susurre a su oído.
Ella se separó de mí y me miro a los ojos.
—Gracias. —Sonrió—. Espero que me hagas un buen regalo para compensar el susto que acabas de darme.
Sonreí nervioso.
—No sé si será el mejor regalo, pero te aseguro que es algo que te va a acompañar por siempre.
—Ahora estoy intrigada —dijo haciendo una graciosa mueca con su boca.
—Vamos, se nos va a hacer tarde para llegar a clases.
—Está bien.
Caminamos hacia el colegio charlando como siempre lo hacíamos. Una vez que llegamos, me la arrebataron sus amigas para saludarla y felicitarla por su cumpleaños. La mañana paso lenta, al menos para mí se sintió así. Por suerte se hicieron las 12:45 y el tan ansiado timbre sonó invadiendo mis oídos con su tan estridente sonido.
Me levanté y me dirigí hacia su mesa, ya hacia un par de años que se sentaba con su amiga Melisa. A su alrededor estaba también Romina y Lorena, las cuatro charlaban sobre sus vestidos para mañana a la noche.
—Lamento molestarlas, pero debo robarme a esta chica.
Las cuatro me miraron intrigadas, especialmente Ana.
—Vamos, tenemos toda una tarde por delante. Solo vos y yo. —Le guiñe un ojo.
Anabelle se levantó de su asiento y saludo a sus tres amigas con un beso en el cachete a cada una. Yo me despedí de ellas con un simple adiós, la tomé de la mano y la arrastre hacia la puerta. Ambos salimos a un pasillo atestado de chicos de todas las edades que iban y venían. Nos lleve hasta la salida y una vez afuera, tire de ella hacia la parada de colectivo.
—¿A dónde vamos?
—Sorpresa.
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Hola! Acá les dejo otro capítulo :)
Estoy enfermucha, espero poder terminar el siguiente capítulo para mañana, pero no prometo nada.
Espero sus votos y comentarios!!
Saluditos!!
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Lo juro
RomantikGermán y Anabelle han sido amigos toda la vida y sí, se aman, pero ambos temen que ese amor los destruya y los separe para siempre. Llevan años jugando con fuego, jurándose que nada va a destruir su amistad, pero sus caminos están a punto de separas...