Capítulo 2

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Al ver el reloj de pared anunciar las nueve y cincuenta de la noche, Adela bufa notando lo lento que transcurre el tiempo.

Vino en busca de algo sospechoso en las personas que rodean a su hermana, a pesar de eso, extrañamente todos parecían oficinistas en busca de un aumento, ya que elogiaban, por todo, la casa de su jefe.

Si bien eso último lo pensó ella al no encontrar con qué entretenerse, para empeorar su situación.

Un hombre se sienta a su lado sin disimular que se quedó fascinado por la suavidad de sus piernas expuestas por el vestido de seda que llega un poco por encima de sus rodillas.

—Hola, preciosa, ¿eres nueva? Nunca te había visto por aquí, si te hubiese visto sería imposible para mí olvidar tu rostro. Tus padres parecen que fueron reposteros, mira que semejante bizcocho no lo hace cualquiera.

Adela por el rabillo del ojo le mira:

—No se me acerque mucho, soy alérgica.

Boquiabierto, con una exagerada expresión de preocupación, interroga, provocando que Adela se burle.

—Si, alérgica a los calvos borrachos como usted.

Un minuto de silencio hizo del ambiente entre los dos, algo muy incómodo y Adela se remueve en el asiento hasta escuchar las carcajadas de ese hombre a su lado.

—Además de linda, eres graciosa.

—Y usted, además de calvo sin dignidad, ¿no se da cuenta de que no quiero conversar con usted?

El olor a alcohol que desprende ese hombre hace Adela mirar hacia su hermana, pero al verla bailar junto a su novio, sonriente, se cohíbe de ir a molestarlos.

No obstante, a eso, tampoco se quedaría al lado de ese hombre quien le causó cierta desconfianza.

Aprieta su puño.

«¡Estaba tan cómoda en este asiento!, ¿por qué tenía que llegar este a molestar?» pensando en eso da un brinco hasta levantarse y alejarse de inmediato de la sofisticada barra.

—Si me sigue, grito—advirtiendo, se aleja.

El hombre, arruga la cara, había asistido a esa fiesta para despejar su mente, pues su esposa no quiso perdonar su «pequeño» desliz al ir después de una borrachera a contratar los servicios de una prostituta.

—¿Cómo se atreve a mirarme por debajo, esa estúpida puta? —entre los dientes murmura aquel insulto dirigiéndose a Adela.

«Por qué haya llegado a los sesenta no quiere decir que no siga siendo un hombre atractivo, ¿o es que se ha levantado para jugar a la difícil?» con ese pensamiento, se ríe, vuelve a mirar desde la distancia la encantadora silueta de Adela.

Ese vestido ceñido codicia quitar «Por culpa de Carmen no he podido estar con una mujer hace varios días, ¡que exagerada un error lo comete cualquiera!» recordando a su esposa, chasquea la lengua y se vuelve a beber otro vaso de licor, viendo en ese momento el vaso que Adela dejó atrás.

Pensamientos negativos lo cegaron y mirando que nadie le esté prestando atención, saca del bolsillo de su chaqueta una sustancia, la nombrada GHB (una droga).

«Para gastarla en esa estúpida vieja, mejor la uso en esta zorra» recordando a su mujer, hace una mueca de disgusto, mueca que no permaneció más de unos segundos al ver la bebida entera que Adela acaba de dejar.

Carraspeando, Adela se toca la garganta.

«Tengo sed» al pensar en eso recuerda que estaba bebiendo, un delicioso trago de piña colada.

La ruta de escape, no funciona. +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora