Capítulo 11

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Arrastrando una maleta deprisa camina un hombre, por el aeropuerto, se acomoda los lentes de sol, ignorando cómo las mujeres voltean a verlo.

Llama por celular, pero no es atendida su llamada.

—¿Adela dónde estás? —susurra Thomas preocupado por ella, mientras coloca las gafas encima de su cabeza.

En cuanto a la casa de Adela, está sigue en llamas, los vecinos salen ante semejante explosión.

—¡¿Qué hiciste?! —sacudiendo a su hija por los hombros, Robert llora y reclama—¡Wanda, Wanda estaba ahí!

Adela abre la boca y mira hacia el segundo piso, su único anhelo es vivir en paz, pero en esos últimos días las cosas se han salido de control.

—No, no puede ser—susurra.

Ambos se apresuraron a tratar de entrar, sin embargo, los vecinos intervinieron y el fuego los alejó. Un grito desgargante sale de la boca de Adela, su hermana, ¿cómo pudo olvidar algo tan importante?

—¡Llamen a los bomberos! —la señora Lurdes sale envuelta en una toalla y la espuma del champú presente en su cabello canoso.

Un taxi se detiene frente a la casa, la mujer que acaba de pagar sale gritando:

—¡Mi casa!

Al ver como su padre y hermana tratan de entrar, entre lágrimas y sollozos, les alcanza.

—¿¡Qué sucedió!?

—¡Wanda, estás viva!

—¿¡Cómo pudo incendiarse la casa!? —pensando en eso se preocupa por los costosos vestidos y tacones que recién se compró—¡La gasolina en la alacena! Mierda, deje ahí la última vez que le dimos mantenimiento a la calefacción...

Sintiendo una punzada de culpabilidad, Adela baja la cabeza.

Los bomberos acaban de llegar y Wanda salta contenta.

—¡Por fin, algo se salvará!

En ese mismo instante, las ventanas estallan y la casa se viene abajo.

•••

Entre escombros tras el fuego apagar, rebuscan, pero muy pocas cosas se pudieron salvar. El atardecer llegó deprisa y al no tener lugar al que acudir Wanda decide:

—Vayamos a quedarnos en casa de mi novio por unos días.

Robert, quien no tiene ni un centavo, no opone resistencia, el cielo se nubla, Wanda se apresura a llamar a su novio, pero Adela se aparta de ellos negando rotundamente.

—No, yo no iré.

—¿¡Pero que estás diciendo!? —acalorándose por la rabia, su padre se levanta del suelo acercándose a ella.

—Dije que no voy, lo siento papá, no iré, no puedo hacerlo—las palabras de Evandro vienen a su cabeza, sabiendo que Axel es su empleado, ¿cómo se atreve a ir junto a él?

—¿Adela? —la voz átona de Lily hizo voltear a los tres.

La situación, lamentable, es en más de un aspecto, los vecinos cuchichean y la familia cabizbaja no saben ahora qué hacer.

Lily toma la iniciativa para cortar con el incómodo silencio que los envuelve y acepto recibir a Adela en su casa.

Por toda la acera ambas se marchan, tras una breve despedida que quedó en un «hasta luego».

Le queda solo ese día para que se cumpla el plazo que Evandro Baker le dio, ¿este volverá por ella? Se frota ambos brazos al pensarlo.

—¿Ya tomaste una decisión?

La ruta de escape, no funciona. +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora