Capítulo 3

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Con gotas espesas de sudor escurriéndose por toda la frente de Adela, está se remueve en la estrecha cama una y otra vez, apretando los ojos con fuerza en medio de una pesadilla.

—¡Pasa la bolsa! —grita el canijo huesudo, mientras le apunta con una pistola.

—¿Qué me vas a hacer? —al borde de las lágrimas, aprieta la bolsa, viendo cómo se ríe de ella.

—¡No tengo ganas de decirte, mocosa!, Anda ya entrégame eso—exclama viendo que nadie pasaba en medio de la lluvia por aquel puente, la actitud de esa niña le provoca risa a ese individuo y quería molestarla.

Las lágrimas se cuelan de sus ojos junto con la lluvia, al igual que la idea fugaz que se le ocurre en ese instante al verse acorralada.

—Te comieron la lengua los ratones—susurraba atemorizando a la muchacha que seguía retrocediendo por el puente.

—Ya lo pensé bien, les entregaré la bolsa.

—Eso debiste hacer desde el principio—con una amplia sonrisa trata de recibir la bolsa, pero Adela girándose deprisa le propicia un codazo en la entrepierna, para así empezar a correr y saltar del puente.

El sonido del celular resonando por todo el cuarto hace que se reincorpore en la cama, tocando su frente al darse cuenta de que suda bastante.

—Tremenda pesadilla...

Se dirige al baño contestando el celular, sin ver quien le llama. Al estar tan pegajosa debido al sudor, lo único que espera es bañarse con agua fría.

—Hola, mi cielo, ¿cómo estás? —una melódica voz masculina le hace morderse el labio.

—Thomas...—pronuncia su nombre, a pesar de que en su tono de voz se nota un leve temblor...

—Has vuelto a recordar aquellos días ¿Verdad? —cuestiona colocándose los zapatos deprisa, mientras tiene el teléfono en altavoz.

Es el que conoce como la pérdida de memoria resulta frustrante para Adela, ya que cuando consigue respuestas otras dudas surgen, es como un rompecabezas inmenso que no puede acomodar.

—Sí. Quiero que vuelvas pronto Thomas, quiero a mi novio de vuelta.

Al otro lado de la línea telefónica, Thomas se queda rígido al escuchar la última oración.

—Lo siento, no puedo ir hasta en una semana cariño, pero compensaré tu espera—hace una breve pausa, pensando que sería bueno decirle—Deja de pensar en esas cosas frustrantes, sabes que no puedo estar tranquilo sabiendo cómo estás.

—Está bien, pero ¿sabes las diferencias entre las horas, aun así, me llamas a las cuatro de la madrugada? —le reprocha y sonríe.

—Tú no cambias ese carácter tan... especial, aunque no te preocupes de ese modo me pareces tierna—anuncia dejando salir una breve carcajada.

—Gracias por llamar, te quiero—susurra Adela, metiéndose en la bañera.

—Sé que me quieres, pequeña tonta, vete a descansar, adiós.

Con el teléfono en mano se queda por un momento, viendo la hora se puede dar cuenta que su padre ha tardado más de lo acostumbrado y Wanda al traerla a casa volvió a salir echando chispas, no podía dormir recordando lo que estuvieron a punto de hacer a su hermana en esa mansión.

Y Adela no desea recrear esa escena, a veces era paranoica, pero ese tipo de situaciones son las que provocan en ella un alto estrés, tanto que sintiéndose insegura no quería volver a las calles.

La ruta de escape, no funciona. +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora