Las emociones se acumulan en el cuerpo de Adela, como si se tratara de un balde de agua apuntó de rebosarse. Faltándole el aliento de tanto correr, espera no ser alcanzada, se apoya en las rodillas inhalando y exhalando por un momento.
«Esto no puede ser real».
Sea lo que sea, no está dispuesta averiguarlo. A gran velocidad vuelve a correr y se desplaza por las calles, cuanto odia en ese momento no irse a ejercitar con su hermana cada vez que salía a trotar todas las tardes.
Solo corrió una cuadra y ya tiene la lengua «afuera», con la desagradable sensación de que los órganos se le estallarían dentro.
—¿Dónde?, ¿a dónde puedo ir? —se interroga a sí misma, escuchando las fuertes pisadas de esos hombres.
Si seguía corriendo sería alcanzada, divisa a penas en una cuadra más, un brillante local. No es tiempo para detenerse a imaginar qué tipo de local sería, llega sintiéndose sofocada, la respiración irregular y toda despeinada.
La campanilla avisa la llegada de un nuevo cliente al tranquilo bar, por lo que este puede ser un buen escondite, la baja iluminación podría servirle de camuflaje. Se apresura amoldarse el cabello en una coleta baja que cae por su hombro.
Agotada se acerca a la barra para comprar una bebida energizante y su aspecto llama la atención del viejo bartender.
—¿Adela? —una suave voz familiar la hace voltear la cabeza hacia su costado.
—¡Candice! —se llena de alegría al ver a la pelirroja con un elegante moño adornando su cabeza. Es una de sus compañeras de universidad de las pocas que ha socializado en el regreso a clases.
—¿Qué te ha pasado? —frunce el ceño y se apresura acercársele tocándole el hombro.
—Nada bueno, pero olvídalo.
Su respuesta no calma a esa mujer que terminando su bebida, se anima a cambiar de tema.
—Has venido por el espectáculo, ¿verdad?
En ese instante, tras observar hacia la entrada del bar, una figura familiar le manda una señal de alerta a todo su cuerpo.
Es Evandro quien camina despreocupado a las afueras del bar. Invadiéndose de la imagen de lo que pasó en ese almacén, tiembla notablemente y el sudor recorre su frente al imaginar que ese la encuentre.
—¡Si, si vine a ver el espectáculo!, ¿dónde está?
Candice se queda seria, incomodando a Adela «¿Se ha dado cuenta?» preparada para una excusa inventar, es interrumpida por esa alegre pelirroja.
—¡Sabía que te gustaban las cosas extremas!
Tomándola de la mano, se dirige con la cabeza en alto, segura de lo que hace al llegar a la puerta de los baños del bar, Adela se prepara para preguntar ¿qué significa eso? Cuando empujando una de las esquinas de la pared está se abre.
—¿Qué es esto? —se le fue inevitable preguntar, en cuanto ve a la multitud de personas alrededor de un ring de boxeo.
—En esta ciudad es ilegal este tipo de cosas, así que no vayas a decir nada. Solo disfruta del espectáculo—guiñando un ojo, toma de la mano a su compañera.
—¡Señoras y señores tomen asiento, porque están a punto de ver la mejor pelea del siglo!
Un hombre calvo riendo ante el público eufórico en el centro del cuadrilátero vestido con un esmoquin llama la atención de Adela, mientras sonreía victorioso al ver que tras prohibir el evento hace varios años la gente cada vez asisten con más frecuencia.
ESTÁS LEYENDO
La ruta de escape, no funciona. +21
Mystery / ThrillerEl frío metal de la pistola que se posa en la frente de Adela, le molesta cada vez más, el tiempo se acaba y no tiene muchas opciones. -¿Acaso me dispararás por una tontería como esa? -le susurra, tratando de ganar tiempo. Este sonríe de forma mali...