Capítulo 1

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Alguien de forma brusca cierra el libro de matemáticas que Adela finge leer, tras ver unos llamativos tacones rojos, suspirando se ve obligada alzar la cabeza encontrándose con una quejumbrosa rubia que le recuerda en su modo de vestir, a su difunta madre.

― ¡¿Por qué no te cambiaste?! —grita mientras se cruza de brazos.

―Wanda, estoy estudiando ¡No molestes! —anuncia tomando de regreso su libro, esa era la mejor excusa que tiene para no tener que acompañar a su hermana.

Para ella era mejor quedarse en la comodidad de su hogar leyendo un buen libro, que saltando en una fiesta con gente tratando de coquetearle.

― ¡Ya le he dicho a papá que vamos a salir, no me puedes dejar sola! —anuncia histérica.

—Estarás con tu novio—le recuerda, mientras ignora el berrinche.

—¡Vamos, vamos, vamos! —suplica una y otra vez agotando la poca paciencia de Adela.

—No, además sabes que se rumorea qué hay un presunto loco asesino serial rondando por ahí—saca a relucir el tema, a pesar de no creer en ello.

—Deja las locuras, Adela. Según la gente de esta ciudad eso pasó hace más de veinte años... no te preocupes.

—Según dicen asesino a diecisiete niños en un orfanato y misteriosamente cada vez que aparece asesina a diecisiete ¿Cómo quieres que no me preocupe? Ese loco podría estar al acecho.

—Por favor, Adela. Vámonos, sabemos que eso es una loca fábula—ruega con un mohín en sus labios que la hace ver tierna.

Viendo el reloj de pared marcar las nueve de la noche, a regañadientes se levanta del sillón dirigiéndose a la ducha, no sin antes tener una mejor idea.

—Si quieres que vaya contigo, me tienes que dar cien dólares—declara teniendo en cuenta que su hermana no trabaja y la economía en su hogar, ahora mismo no es muy buena.

—Te buscaré la ropa, nos pasarán a recoger en media hora—saca de su bolso unos billetes y se lo entrega sonriente a su hermana, haciendo que Adela frunza el ceño.

—¿De dónde sacaste esta plata?

Antes de responder se rasca la nuca y desvía la mirada.

—Comencé a trabajar, ahora apresúrate que vendrán por nosotras.

La respuesta no le agrada mucho a Adela, pero al ver el dinero otra vez decide ignorar esa extraña sensación en su pecho, debe ahorrar para el pago de su matrícula, no debería despreciar si su hermana le da dinero.

«Quizás encontró un trabajo y yo aquí preocupándome» pensando en eso se mete a la ducha.

•••

Al salir de la ducha, mientras seca su largo cabello con una toalla en la mesita de noche ve el celular de su hermana, el cual comienza a presentar varias notificaciones.

Se asoma curiosa al ver que no deja de sonar y uno de los chats que aparecen en abreviatura llamo su atención, pues dice:

«No dejes a tu hermana, sabes que...» antes de poder leer un poco más, Wanda toma el celular de la mesita de noche.

—¿Quién es ese que pregunta por mí?

—¿Desde cuándo eres una fisgona?

—Wanda...

—No tienes que preocuparte, es solo mi novio que no le parece correcto que vayamos a salir de fiesta y no te llevemos con nosotros ¿contenta?

Posa sus manos en la cintura y se inclina un poco para estar a la altura de Adela, quien estando no muy a gusto con la respuesta empieza a cambiarse.

La ruta de escape, no funciona. +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora