Una mujer vestida de rojo carmesí fulminaba con la mirada al hombre que frente a ella estaba.
Le lanzó el contenido de su copa de champaña, sus ojos fríos no titubearon y de sus labios pomposo-pintados con un oscuro color, salían palabras llenas de desprecio:
—Apártate de mi maldita escoria... No importa lo que yo sea, nunca me rebajaré a estar contigo.
Con burla reía al darse cuenta de que todos los empleados notaron ese espectáculo.
Adela se sobresalta empapada en sudor, abre los ojos y de inmediato se da cuenta de que está cobijada, un paño húmedo yace en su frente. Teniendo un malestar general, con los ojos entreabiertos ve esa habitación de un estilo rústico moderno.
—¿Qué fue eso? —escapa aquel susurro de su boca seguido de un ataque de tos.
Lo que acaba de ver, podría considerar una pesadilla al aparecer Evandro, aun así, una corazonada le indica que no podía ser eso, ese vestido rojo recuerda haberlo visto en su closet.
«No, esa no soy yo» sacude la cabeza, ella no tiene esa arrogante personalidad... Al menos, eso espera.
Antes que nada, hay algo más importante que cualquier otra cosa.
¿Dónde está?
Al considerar eso deprisa se reincorpora en la cama, viendo a través del ventanal un frondoso bosque, de altos árboles con hojas oscuras.
Por un segundo deja de respirar, se desmayó en medio de la calle.
«¡¿Quién me acogió?!».
Aleja la frazada grisácea, dándole un espasmo, la recibe el frío suelo de madera. Algo empieza a sonar, un choque, dos, tres, tantos que no puede Adela llevar la cuenta.
«¿Están golpeando a alguien?» se lleva la mano a la boca. Pero la mayor sorpresa acudió a ella, en cuanto bajo la mirada y lleva una ropa diferente.
—Desnuda... Me vieron desnuda, ¿qué me hicieron?
Sin aguantarlo más, en puntillas abre la puerta, el chillido de la madera no ayuda a que mantenga la discreción.
Los golpes siguen y la angustia de Adela incrementa.
Un pitido la hace brincar, en plena sala, en donde intenta buscar alguna pista, se dirige a la cocina notando que el causante del pitido reciente es una olla de presión.
Con el corazón tamborileando rápido en su pecho, mira a su alrededor las numerosas puertas de cristal que tiene la mansión.
No hay cuchillos a la vista en esa cocina.
Los golpes siguen sonando, no quiere involucrarse, pero ya dentro de esa mansión está y en medio del bosque no sabe que tan profundo se encuentra.
«¿Y si fue el acosador quien me trajo aquí?» ensanchando los ojos, palidece y en un arranque de nervios toma un objeto de la cocina apresurándose a desplazarse por la sala.
Chapoteo.
Chapoteo.
Hay una gotera cerca de la puerta principal, que distrae a Adela por un momento, antes de apretar los dientes.
Los golpes cesaron tras un alarido de dolor, el silencio que reina a su alrededor es agonizante. Corre hacia la puerta, ¿por qué enfrentarse a un desconocido sin saber si está armado?
«¡Me largo de aquí!» en eso piensa al golpearse contra la dura realidad.
Las puertas están cerradas.
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La ruta de escape, no funciona. +21
Misterio / SuspensoEl frío metal de la pistola que se posa en la frente de Adela, le molesta cada vez más, el tiempo se acaba y no tiene muchas opciones. -¿Acaso me dispararás por una tontería como esa? -le susurra, tratando de ganar tiempo. Este sonríe de forma mali...