Capítulo 18

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Los dos sosteniéndose la mirada permanecen por varios segundos que parecían eternos, en cuanto, Adela toma una decisión.

—También puedes suplicarme y consideraré si puedo no lanzarte.

—¿A qué te refieres con eso?

—Ruégame o lánzate.

Seguro de lo que ella decidirá aparece una vez más su sonrisa sardónica.

—Quita el seguro.

Lo hace pestañear al oír su comentario, en tanto ríe alzando el mentón.

—Prefiero saltar a rogarte, ¿me escuchas?

—Qué cobarde, renunciar a la vida por no hacer un simple ruego. Sería divertido que en los noticiarios aparezca tu cadáver, ¡muere mujer atropellada en avenida! Compraría todos los periódicos para no perderme ninguna foto de tu cuerpo tieso.

—No me importa, ya estaría muerta de todos modos.

Evandro baja la velocidad, viéndola de soslayo, pensando en lo próximo que hacer.

—Es una lástima, con un cadáver no puedo hacer nada. Así que buscaría a tu padre y a tu hermana para herirlos lentamente hasta que esté satisfecho.

—¡No te metas con mi familia! —lo señala furiosa, esperando que se disculpara.

—Si no quieres que eso suceda, colabora ¡vamos, ruégame! No es difícil, difícil sería vender los órganos de tu padre al mercado negro y a tu hermana algún prostíbulo siendo usada hasta que nadie más la quiera.

Adela aprieta los labios, maldiciéndolo en silencio por lo que le está haciendo. Las opciones son pocas, baja la cabeza para no verlo.

—Por favor, no hagas eso...

—¿Qué? No te escuche, repítelo.

Adela se aferra a su blusa envolviendo los puños en los bordes. Con el rostro colorado enfrente de esa situación.

—Yo...

El celular de Evandro suena. Ella posa sus ojos sobre la pantalla del tablero forrado de alcántara comprobando quien lo llama antes de verlo contestar haciendo que Adela se encoja en el asiento al librarse de la humillación una vez más al suplicarle por algo que no quería ni culpa tenía.

—Agenda la cita para mañana a medio día, no podré llegar a primera hora—con ese comentario cuelga, tras escuchar a su secretario hablarle de las cosas pautadas para el día siguiente.

En plena carretera son pasadas las dos de la madrugada, Adela finge dormir, cuando el auto se detiene y su puerta es abierta.

—Ya, deja de fingir—la saca agarrándola del antebrazo.

Adela se resiste al ver el motel con el letrero averiado en plena carretera baldía.

—¡No eso no!

—Deja de hacerte ideas, ojalá tú que yo te toque—ignorándola abre la puerta principal de aquel motel haciendo una mueca viendo las destartaladas instalaciones.

—¡Hola, es un placer tenerlos aquí!, ¿les preparo la habitación principal? Eso sí, el costo es un poco más elevado.

La mujer regordeta con un exagerado maquillaje se frota las manos cansada de fingir una amplia sonrisa al escuchar el motor del auto deportivo supo que quienes bajarían de ahí serían personas con dinero a los cual estafar.

Pues todas las habitaciones en ese viejo motel son iguales.

—¡Ayuda!, ¡me tienen contra mi voluntad!

La ruta de escape, no funciona. +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora