Capítulo 8

5.7K 374 13
                                    

La campana de la iglesia, como todos los días, anuncia las doce de la noche, su sonido perturbó la mente de Adela que trata de descubrir quién es que está detrás de ella.

«¿Es Evandro o el acosador?» pensando en eso, calma su respiración tratando de que ese hombre no pudiera darse cuenta de que está despierta.

El hombre se aproxima olfateando el olor del largo cabello de Adela extendido por toda la almohada.

«Papá, papá, ¿dónde estás?» se cohíbe de moverse, aunque incomoda esta.

Un escalofrío recorre su espina dorsal, en cuanto siente que la cama se mueve y una cálida respiración le hace cosquillas en la mejilla.

—¿Estás despierta? —el susurro es tan bajo que no pudo distinguir la voz.

Se queda pasmada.

«No te muevas».

«No te muevas».

«No te muevas».

Se repite una y otra vez con la desagradable sensación de ser observada. Entreabre los labios, fingiendo roncar, su actuación funcionó, el hombre se recuesta a su lado.

Recostando su cabeza en la espalda de Adela, permanece unos cinco minutos, hasta lentamente descender hasta sus pies y besarlos, por suerte esta no tiene cosquillas en tal área del cuerpo.

En la silenciosa habitación, lo único que se escucha es la respiración agitada de Adela, que se tensa al darse cuenta de que el hombre se levanta de la cama, parecía estar adaptando a la habitación, pues en la oscuridad no tropezó con nada.

«¿Se abra ido?» apuntó de abrir los ojos, escuchó un estornudo, ese hombre todavía sigue ahí.

—¡Adela!, ¡Adela! —en el piso de abajo, Wanda toca el timbre de la puerta. Tras olvidar sus llaves, lo menos que pudo hacer es volver temprano.

—No grites, despertarás a todos—comenta Axel viendo que la señora que vive al lado se asoma en su balcón, con una bata azul, un turbante del mismo color y una mascarilla facial que parecía de café por su oscuro color.

—Buenas noches, señora—hace una ligera reverencia acomodándose los anteojos.

La señora de la tercera edad entrecierra los ojos tratando de ver quién es ese hombre.

—Me gustaba más el carro azul.

Ante esa mención, Wanda ensanchó los ojos.

—¿El carro azul? —sonríe de manera amistosa para que la señora hablara un poco más.

—¡Si! Con el que la has estado trayendo los últimos días, hoy la trajiste más temprano, ¡era justo!

—Oye, no le hagas caso... Esa señora no está en sus cabales—lo sacude para que la mirara y esté ya no está sonriendo.

Adela escucha murmullos en el exterior, sin poder soportarlo más, se levanta.

—¡Ya voy, ya voy! —con los ojos cerrados a tientas camina, tratando de no toparse con el intruso.

«¡Qué no me detenga!, ¡que no me detenga!» repite una vez y otra vez.

Abre la puerta tan rápido como pudo y al hacerlo se dio cuenta de que ese hombre está recostado en la pared.

—¡Boo!

Corre, corre de inmediato sin mirar atrás, baja las escaleras tropezando en más de una ocasión y sale de la casa en cuestión de segundos.

La ruta de escape, no funciona. +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora