-Lunes, Octubre-
Nunca creí que esto fuese real. La escuela era perfecta, a algunos no les gustaba ir, pero cuando tenías gente buena que te rodeaba y acompañaba era mejor ir a la escuela que estar solo. Los compañeros eran aquellos que siempre te apoyaban y respondían con una sonrisa todos los días, y los amigos. Mis amigos, aquellas almas que nunca faltan y siempre están conmigo, acompañándome. Siempre juntos. Todos juntos y unidos para apoyarnos y ayudarnos, para compartir una mañana llena de sonrisas.
Caminábamos todos juntos en el patio, felices, riendo. Nada podía quebrar este momento, lo único que me extrañaba al caminar fue encontrarme con una persona cuyo rostro no podía ver, estaba de espaldas. Quiero saber quién es, algo me incentiva a llamarlo por su nombre y que se girará para seguir a mi lado. El sonido de los pájaros, del viento, de la gente hablando y riendo se deja de oír. Un silencio total abarca este nuevo mundo, todos desaparecen y quedo con la persona frente a mí. Estiro mi mano para tocar su hombro pero algo me atrae al suelo y caigo de espalda, como si estuviese acostado. El cielo comienza a aclararse hasta volverse completamente blanco. El brillo de la luz me daña los ojos, los cierro y segundos después los vuelvo a abrir encontrándome con algo distinto. En vez de un cielo despejado como los días de verano, me encuentro con un techo blanco, el de mi habitación.
Era de esperarse, no era real. Pero yo siempre me hacía la cabeza de que algún día todo iba a mejorar. Era como la cuarta vez que soñaba con un día así, una mañana para compartir con gente buena, amigos. Siempre desee aquella realidad, pero mí realidad es esta, en la que vivo, en la que despierto cada mañana y digo:
_ ¿Qué hice para merecer esto? Nunca hice nada malo_.
Si quería que un día como aquel de mis sueños se hiciera realidad, debía cambiar algo en mi vida, algo de mí, de mi personalidad. Cambiar algo de mi forma de ser.
Por desgracia no estaba rodeado de gente buena, era todo lo contrario a ese sueño. Solo era el chico al que todos burlaban. El chico bullying, sin nadie a su lado. El raro, el estúpido. Como ellos me llamaban era el tonto. Siempre iba caminando por los pasillos solo, en los recreos, sin compañía a mi lado, sin nadie que me hablara o me hiciera reír. Solo sufría, escondiéndome, dejando que la timidez se apoderara de mí en todo momento, todos los días era lo mismo. Nada iba a cambiar.
Alzo mi mano hacia la mesa de luz y tomo mi reloj. Marcaba las 6:30 am, pero al saber que la rutina siempre sería la misma me quedaba unos minutos más para reflexionar, además calmarme porque nunca evitaba levantarme con los ojos llorosos. Por los sueños, por mi vida, por todo. Devastado y muy cansado de lo que tenía que vivir a esta edad dejo que mi mente se despeje. Siento que el tiempo empieza a pasar perdiendo la noción de aquello, sobresalto de mi cama y tomo el reloj, ahora marcaba las 6:50 am. Me paso la mano por la cara, confundido de lo que veía en el reloj y cuando lo vuelvo a mirar seguían siendo las 6:50 am. Lo que podía empeorar esta mañana era llegar tarde al colegio.
Me levanto y camino hasta mi armario, lo abro y en el tercer cajón saco la ropa del colegio. Me dirijo a mi cama para acomodarla pero recuerdo que hoy era Lunes y tenía educación física. Tenía que usar otro uniforme, así que regreso, busco el otro y lo dejo en la cama. Acomodado.
Me meto al baño, cepillo mis dientes, me lavo la cara y me seco. Al terminar, me tomo unos minutos y me miro en el espejo y pienso: ¿Cuándo será el día en el que todo cambiará? Nunca podía tener la respuesta para aquella pregunta. Algún día debía tenerla, pero mientras tenía que seguir esperando. Como siempre.
_Fran_ escucho que mi madre me llama, con tono bajo porque mi padre aún dormía. Me había despistado y el tiempo seguía en mi contra. Pasaba sin nada que lo frenara.
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SIN SALIDA
Teen FictionFranco Rodríguez es un chico de diez años, estudia en el Colegio San Cayetano y está en el quinto grado de Primaria. Es tímido y se le es difícil abrirse a la hora de hacer amigos. No tiene a nadie, no habla con nadie. La soledad es su única compañí...