Volver. Iba dos veces a la semana, pero volver no era nada agradable para mí. Mi madre estaciona el auto y bajo, quedando paralizado al ver la entrada del campo de deportes.
Imágenes llegaban a mi cabeza, la secuencia de todo ese momento se repetía como una película. Era increíble. No había pasado tanto tiempo, pero tenía que seguir viniendo, era mi única obligación en el mundo y tenía que cumplirla.
Entro por la puerta y me dirijo a la parte cubierta del campo, donde teníamos vóley. Era una buena organización, por suerte no tenía que sufrir los dos días con fútbol, sino que podíamos jugar a un deporte que por lo menos me gustaba y lo manejaba mejor.
_Amigo_ me saluda Agus, llegando a mí, después de hablar con uno de sus amigos.
_ ¿Seguís hablando con él? _mirando a Ariel, quien estaba detrás de él, hablando con sus amigos. _ ¿Por qué? _.
_Estamos tratando de arreglar las cosas_ serio. _Sabes que somos amigos hace mucho tiempo, creo que puedo darle una segunda oportunidad_.
_Más bien una tercera _ respondo, indignado. _No importa Agus. No me voy a meter porque es tu vida. Toma tus decisiones_.
El profesor toca el silbato, llamando nuestra atención. Me dirijo solo y me siento en el piso, al igual que los demás. Lo único que esperaba era que al pasar lista el profesor no me llamara por lo del supuesto accidente en el juego.
Termina de tomar lista y empezamos a trotar, un calentamiento antes de la práctica para el partido. Terminamos de trotar las tres vueltas y elongamos. Después nos dirigimos por las pelotas. Mis compañeros me impiden agarrar una, estaban desesperados por tener las mejores.
Alguien me toca el hombro y me da una pelota bien inflada.
_Gracias_ con una leve sonrisa.
Ezequiel me guiña el ojo y se dirige a la cancha.
Busco un compañero para jugar, la mayoría ya tenía pareja. Agus se acerca a mí.
_No me digas_ entre risas. _ ¿Eligió a otro compañero? _.
_Vamos a practicar _ dándose por vencido.
_Hay Agus, no aprendes nunca_ apoyando mi mano en su hombro. Haciéndolo reír.
Juntos nos dirigimos a la red. Empezamos a practicar, ambos podíamos mantener el equilibrio en la pelota, fallábamos pero no siempre, a veces. En ese momento una pelota me cae en la cara. Algo fuerte, lo que llama la atención de algunas personas, quienes se ríen.
_Perdón_ dice Ariel, a lo lejos. _No te vi_.
No respondo. Sabía que había sido a propósito.
Terminamos el entrenamiento y el profesor elije a tres personas para que armen equipos. Ezequiel, Ariel y Lucas. Cada uno de ellos elegía a sus amigos o a los que mejores jugaban en la clase. Escucho mi nombre, Ezequiel me había elegido en su equipo, era de no creer. ¿Por qué era tan amable últimamente?
Me preguntaba si el también tenía la foto de mi cumpleaños, la que mi madre me había enseñado.
Terminan de elegir y hacen una competencia para definir cuáles eran los dos equipos que empezarían a jugar. Esto lo definían con un piedra, papel o tijera. Ezequiel le gana a ambos, nosotros empezábamos. Después Ariel juega con Lucas y también le gana. Nuestro equipo contra el de Ariel. Perfecta forma de definir nuestros problemas.
El profesor toca el silbato y nos ordenamos en nuestras posiciones. El profesor toma la pelota y saca del medio para que no haya discusiones en el saque. La pelota rebota en el suelo y vuelve hacia arriba, toda una ciencia. El juego empieza.
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SIN SALIDA
Novela JuvenilFranco Rodríguez es un chico de diez años, estudia en el Colegio San Cayetano y está en el quinto grado de Primaria. Es tímido y se le es difícil abrirse a la hora de hacer amigos. No tiene a nadie, no habla con nadie. La soledad es su única compañí...