CAPÍTULO 2- Asfixia

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El viernes por la tarde y el sábado pasan rápido. Decido que cuanto antes intente ponerme al día con lo del colegio mejor. A pesar de haber estado los dos días, aun me faltan asignaturas. ¿Cómo pueden dar tanta materia en 5 días?

Miro el reloj y son las siete de la tarde del sábado. Debería empezar a ducharme si quiero estar lista a tiempo para la fiesta, además ya no puedo escribir más. Resoplo. No quiero ir a esa fiesta. Nunca me han gustado y odio la sensación de estar borracha. Pero Sophia y las chicas se pusieron muy pesadas respecto a eso, demasiado para mi gusto... Además, Sophia sigue sin darme buena espina. Cuando por fin acepté, una sonrisa muy escalofriante se le puso en el rostro durante unos segundos. ¿Qué pretenderá?

Cuando se lo conté a mis padres en la cena del viernes, mi madre estaba tan emocionada que incluso quería ir de compras aunque ya tenga bastante ropa en el armario. A mi padre no le hizo tanta gracia pero llegó a la conclusión de que era una adolescente y ya hacia cosas como tal.

Entro en la ducha y como me he leído las instrucciones de los chorros, toco unos botones y empieza a salir agua que me masajea la espalda. Suelto un suspiro de gusto, tengo la espalda demasiado cargada de escribir tanto.

No sé cuánto tiempo me paso metida en la ducha pero me miro las manos y están tan arrugadas como una pasa, así que decido salir. Me enrollo con la toalla y salgo. Me quedo mirando mi reflejo en el espejo y empiezo a cepillarme el pelo. Nunca me ha gustado mi nariz. Ni mi barbilla. Empiezo a pensar en Nicole, Sophia y Alexia. Ellas son preciosas, ¿Cómo encajo yo en ese colegio? Seguro que todos me ven como la amiga fea. Empiezo a secármelo y no hace falta nada más, porque lo tengo tan liso que parece como si fuera una tabla. Eso es lo que soy yo, una tabla. Resoplo ante mi imagen y salgo del baño. Me visto con mis pantalones de pijama y una chaqueta de chándal para elegir mi ropa y alguien llama a mi puerta. Es mi madre, que asoma la cabeza. Parece que se aburre como una ostra en una casa donde no tiene que hacer nada y encima mi padre que se pasa el día trabajando.

-¿Te puedo ayudar en algo? –me dice y sé que es más una súplica que una pregunta.

-Claro, iba a elegir la ropa que me voy a poner –le digo mientras entro al vestidor.

-¿Vas a hacer de modelo para mí? –dice y se sienta en la cama.

-Algo así –le digo y le sonrío.

Empiezo a probarme todo tipo de ropa, desde vestidos largos hasta pantalones ajustados. Mi madre es muy sincera, y lo único que hace es criticar que voy muy tapada y que debería buscar cosas que realzaran mi figura y que no me hicieran parecer una monja. ¿Qué clase de madre dice eso?

Me tumbo en la cama mientras miro el desorden que hemos causado. Mi madre rebusca en el vestidor. No me gusta vestirme de manera que pueda llamar la atención, ¿qué malo hay en eso? Me incorporo en la cama mientras mi madre sale del vestidor con un vestido negro corto. Es tapado hasta el cuello, pero toda esa zona es de encaje hasta la zona del pecho, donde hay tela negra. Al llegar a la cintura se abre un poco y si me lo pongo y doy vueltas seguro que rueda. Junto a él lleva unos zapatos de tacón negro, que son preciosos.

-¿Dónde estaba eso? –le digo mientras toco la tela del vestido.

-Bueno, si supieras buscar bien habríamos acabado antes. ¿Por qué no te lo pruebas?

-¿No muestra un poco demasiado? –digo frunciendo el ceño.

Mi madre me empuja para que vaya a probármelo y eso hago. Cuando me veo con él y con los zapatos me queda muy bien. Me realza las pocas curvas que tengo y me gusta. Salgo a mi habitación para mostrárselo a mi madre, pero no está y ha dejado la puerta abierta. Me asomo al pasillo y veo como sube las escaleras con el chico que estaba hoy en el sitio de Stephen. Es uno de los miembros de seguridad y se llama Eric, creo. Me da vergüenza que me vea, pero creo que mi madre lo ha subido con esa intención.

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