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Entramos a la cancha, que era al aire libre y estaba frente al Colegio Santa Isabel. Sí, así se llama la hueá, igual que el supermercado.

De cerca el profe era más rico todavía. De cuerpo era normal, pero se notaba que igual tenía sus músculos. Estatura promedio. Pelo parao. Estaba usando un gorro, una polera sin mangas y un buzo apitillao. Y tenía un piercing en el labio que lo hacía ver tan sexy. Conchesumare, me mojé.

─Hola ─lo saludé─. ¿Tú erí el profe de zumba?

Mea perso yo hueón.

─Sí, soy yo. Mucho gusto ─me saludó con un beso en la mejilla y después a la Feña ─. Santiago.

─Fernanda ─lo saludó mi amiga─, pero dime Feña.

─Yo me llamo Clara.

─ ¿Clara? Me gusta ─comentó con una sonrisa media pícara, según yo.

Seguro eran puro rollos míos. Soy media enrollá pa mis cosas.

─Gracias. Oye, ¿tú no erí muy joven pa' ser profe de zumba? ─pregunté sin pelos en la lengua.

La Feña me miró como diciendo "cállate, hueona desubicá", pero no la pesqué. Aparte no era desubicá mi pregunta po.

─Sin barba parezco más joven de lo que soy. Tengo veintiuno.

─ ¿Veintiuno? Te echaba máximo diecinueve.

Él se rió. Su risa era melodía pa' mis oídos. Reggaetón pa' los flaites. Hierba pa' los volaos. Pico pa' las maracas.

─Cuesta luca la clase, ¿cierto? ─le preguntó mi amigui.

─Sí.

Le pagamos y nos fuimos pa' atrás.

─ ¿Por qué tan atrás? ─le reclamé a la Feña─. De acá no se ve al mijito rico. Vamos más adelante.

─ ¿Tai hueona? Si sabí que bailo como el hoyín.

─Un poco más adelante nomás. Además, desde acá atrás cualquier hueón conocido nos puede reconocer. Imagínate, mea perso que sepan que venimos a zumba.

─Verdad, hueona. Tení razón.

Nos corrimos como a la cuarta fila. Estaba más lleno. Habían empezado a llegar más viejujas y me sorprendió ver que habían cabras como de nuestra edad también. Maracas, apuesto que vienen pa' puro ver al profe. ¿Y boston? Te quedaste por puro que está rico ─me respondió mi subconsciente.

Empezamos a bailar y estábamos más perdías que el teniente Bello con la Feña. Estaban difíciles las coreos po. De repente sentía que el Santiago me miraba y me daba vergüenza porque de seguro estaba bailando más tiesa que la pichula de mi mejor amigo, el Maximiliano, viendo una foto de Megan Fox.

El Santi era terrible suelto pa' bailar. De repente se pegaba un perreo y movía el traste tan exquisitamente. Me dejó hot unas veinte veces más o menos.

─Acérquense por favor ─nos dijo el profe cuando terminó la clase─. Estamos organizando un Campamento Zumba Fitness con otros profes de zumba. Yo sé que muchas de ustedes son dueñas de casa, pero si se animan a ir, por Facebook les voy a estar avisando todo. ¿Nos vemos cuándo?

─ ¡El jueves! ─respondieron las viejas a coro.

─ ¿A qué hora? ─preguntó el Santiago.

─ ¡A las ocho!

─ ¡Las espero! ─se despidió él.

Algunas viejas se despidieron de él con un beso en la mejilla.

─Yo también quiero ─le dije a la Feña, refiriéndome a que quería darle un beso en la mejilla al Santiago.

─Qué paja. Vamos nomás.

─Deja que me despida del profe po. No seai así.

Me costó despedirme de él porque las viejas culiás hacían taco.

─Chao, profe ─me despedí con el esperado y deseado beso en la mejilla─. Bacán tu clase.

─Qué bueno que te gustó... ¿?

─Clara ─le recordé mi nombre.

─ ¿De huevo? ─preguntó.

─ ¿Ah? ─pregunté como ahueoná.

La Feña se cagó de la risa a mi lado exageradamente. Y el Santiago se le unió. Yo estaba con la cara del negrito del meme, entera confundía.

─ ¡Clara de huevo po! ─me explicó mi amiga aún riéndose.

─ ¡Aaah! ─me cagué de la risa.

¿No les ha pasado que no cachan una talla en el momento preciso y no se ríen con el resto, y después cuando la cachan se ríen solas porque pa' los demás la talla ya pasó? Eso me pasó en ese momento.

Habían dos hueonas al lado de él que me miraban raro y feo por reírme atrasadamente.

─Chao, profesor ─se despidió la Feña.

─Chao. ¡Las espero el jueves!

Nos fuimos todo el camino hablando de lo rico que estaba el Santiago y de lo lenta que fui pa' cachar la talla.

─ ¿Por qué no me avisaste que el profe era tan rico? ─le reclamé─. ¡Ni siquiera me arreglé!

─ ¡No sabía po! O sino me hubiera arreglado también.

─ ¿Y cómo supiste que hacían zumba acá?

─Facebook. Lo bueno es que te olvidaste del Vicho durante una hora ─concluyó mi amiga.

─Igual de repente pensaba en él...

─Mira, Clara, voy a ser súper sincera contigo porque vo sabí que en nuestra amistad no hay pelos en la lengua. Solo en el choro y en la pichula.

Me reí.

─ ¡Qué ordi!

─Ya, déjame continuar ─me retó─. No te veo taaaan depre, ¿por qué?

No le respondí.

─No me digai que pensai volver con el Vicente cuando llegue.

─No sé... no le hemos puesto término a nuestro pololeo... obviamente cuando él llegue vamos a conversar y...

─Chanta la moto un poco... te estabai pelando con el Santiago hace unos minutos pero decí que no estai 100% soltera, ¿estai siendo infiel entonces?

─ ¡No me pelé con el Santiago! Y si lo hubiese hecho es en vano porque nada va a pasar entre nosotros, ¿cachai? Pero el Vicho se debe haber comido unas cuantas brasileñas... aunque una parte de mí piensa que no porque está enamorao de mí y le gusta como yo le doy.

─Lo seria no te dura ─dijo negando con la cabeza y una sonrisa─. Mira, por tu bien te digo que no te hagai ilusiones con volver con ese gil.

─Estoy prepará pa todo. Y ahora estoy soltera y voy a hacer lo que quiera.

─ ¿Y qué querí? ¿Al Santiago? ─hizo 1313 con las cejas.

─Quiero ir al campamento.

─Te apaño entonces. En todas juntas, hermana ─me dio cinco la Feña.

─En todas juntas ─afirmé.

Andai puro zumbandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora