veintiuno

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No sé cuánto tiempo me quedé sentá en el pasto llorando con la cabeza gacha, pero en un momento pensé: ¡para, hueona! ¿Cómo vai a estar llorando en una plaza? Qué bajo caíste.
Me sequé las lágrimas y miré al frente. Había una vieja y al otro lado un grupo de hueones tomando, y estaban todos mirándome, así que me paré, siempre digna, y caminé hasta la casa de mi mejor amigo.

No tenía voz para gritar, así que golpeé la reja y me llegó a doler el puño.

─ ¡Clarita! ¿Qué te pasó? ─me preguntó preocupao.

─Parece que mi puño es más debilucho que el tuyo ─le dije intentando sonreír y después me puse a llorar─. El Vicho terminó conmigo...

Él me abrazó y me hizo pasar. Me sequé las lágrimas rápidamente pa' que su mamá no me cachara así.

─ ¡Mamá! ¡La Clara está acá! ¡Vamos a ir a mi pieza!

La tía salió de la cocina y me sonrió. Le intenté devolver la sonrisa.

─ ¿Qué te pasó, mi niña? ─me preguntó con preocupación.

─Problemas amorosos, mamá ─le respondió mi mejoro─. Vamos a estar en mi pieza.

─Ya... ¿Quieres algo, Clarita?

─No, gracias, tía. No se preocupe.

─Bueno. Cualquier cosa me avisan.

Asentí y subí detrás de el Max.

Me senté en su cama y esperé a que cerrara la puerta y se sentara a mi lado.

─Eh... ¿Querí hablar de eso? ¿O preferí que...? No sé... ─no hallaba palabras pa' expresarse el pobre.

Yo ya no estaba llorando, pero tenía los ojos llorosos.

─Le conté la verdad po. Y... me pateó. Y... me dijo que lo decepcioné...

─ ¿Que lo decepcionaste?

─Ajá...

─ ¡Care raja el Vicho, hueón!

─Tiene razón, Max.

─No. Él fue el ahueonao que se mandó a cambiar.

Me sorbí los mocos piolamente.

─Toma ─mi amigo me pasó un paquete de pañuelos que tenía en el cajón del velador.

─Pensé que había pasado piola.

Él se rió.

─He escuchado hasta tus peos, ¿y te avergonzai por los mocos?

─Esa vez estaba enferma ─me defendí─. ¡Y yo también he escuchado tus peos! ¿Y te acordai cuando cagaste en mi casa la otra vez? ¡Escuché toda la explosión! Fue traumante...

─ ¿Y cuando vomitaste encima mío? ¡Eso sí que fue traumante!

─ ¡Tenía diez años!

─El trauma sigue hasta el día de hoy.

─ ¿Y cuando te tiraste el medio chancho? Fue tipo Fiona la hueá.

─Sorry, no soy perfecto... Soy casi perfecto.

Me reí en medio de toda mi pena.

─ ¡Chanchito! ─gritó la tía desde abajo─. ¡Te buscan!

Me cagué de la risa. Siempre me daba risa cuando su mamá le decía así.

─Anda, chanchito ─me burlé.

Me desordenó el pelo en venganza.

─Vuelvo al tiro ─me dijo antes de bajar.

Andai puro zumbandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora