veintiocho

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Mientras caminaba hacia mi sala me empecé a marear, así que cambié de rumbo hacia el baño. Unas cabras que estaban mirándose en el espejo posaron su vista en mí, pero yo las vi de pasá no más, porque fui directamente a un cubículo y sin ni siquiera cerrar la puerta, me agaché para que mi cara quedara a la altura del wáter. El vómito no se demoró ná en ser expulsado de mi organismo.

─Oye, ¿estai bien?

No podía responderle a la mina que me hizo esa pregunta porque seguía con arcás.

─ ¡Llama a la inspectora!

─ ¡No! ─por fin hablé─, ya estoy mejor, gracias.

Me paré del suelo dignamente y tiré la cadena. Seguía mareá.

─Deberíai ir a enfermería ─me dijo una de las dos niñas que estaban ahí ─. Toma, un dulce.

Si no me equivocaba, eran de tercero medio.

─No, ya estoy bien. De verdad. Gracias, chiquillas. Se pasaron.

─De nada. Tú erí la polola del Vicho, ¿verdad?

Bacán tu pregunta.

─La ex.

─ ¿Qué? ¿La ex? ¿Terminaron? ¿Por qué? ¡Eran perfectos juntos! ¡La pareja más linda del colegio! ¡Mi única esperanza en el amor!

─Feña, cállate ─la retó la otra niña.

Se llamaba Feña </3.

─Perdón, pero es que en serio eran perfectos juntos. ¿Por qué terminaron?

─Cosas de la vida ─me encogí de hombro y tomé agua de la llave.

─Pero, ¿te hizo algo? Porque para todas es como un príncipe azul, perfecto.

─Ya po, Feña, no seai copuchenta ─volvió a retarla la otra niña.

─No, no me hizo nada. Es un caballero él. Terminamos por cosas de la vida no más, pero prefiero no hablar de eso porque o si no voy a vomitar de nuevo.

─ ¿Estai enferma? ─me preguntó la amiga de la Feña.

─No, comí algo que me cayó mal.

─Pero estai súper pálida. De verdad deberíai ir a enfermería.

─Estoy bien, gracias.

─Deberíamos acompañarte a tu sala sí ─me dijo la Feña 2.

─Bueno, gracias, chiquillas.

No había cachao que habían tocado el timbre, hasta que salí del baño y el pasillo estaba pelao.

No toqué la puerta de la sala, sino que llegué y entré.

─Permiso, profe ─dije.

─ ¿Y usted dónde andaba? Tocaron hace varios minutos.

Me acerqué a ella y le dije que había vomitado. Demás que algún metete había escuchado por más de que hablé despacio.

─ ¿Y fue a enfermería?

─No porque ya me siento mejor.

Quería puro sentarme en una silla, se me daba vuelta todo.

─Pero estás súper pálida, Clara. Deberías irte a tu casa a la hora de almuerzo ─me aconsejó.

─Sí, eso voy a hacer.

─Y si te sientes mal, anda al baño sin pedirme permiso, ¿ya?

─Ya, profe, gracias.

Me fui a mi puesto y todos los sapos culiaos me miraban. De repente se paró mi mejor amigo y me ayudó a sentarme mientras él volvía a sentarse a mi lado.

Andai puro zumbandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora