veintinueve

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El Maximiliano me ayudó a cocinar una sopa de pollo. Era el mejor amigo del mundo.

─ ¿Querí jalea? ─me preguntó mientras yo me sentaba un rato.

─Ya.

─Te voy a ir a comprar una.

Le pasé la plata y él salió a comprar solito porque yo no podía estar de pie sin marearme. Se demoró caleta el maldito, así que cuando llegó yo ya había almorzado y estaba echá en el sillón.

─Chuta, menos mal que llevé llaves ─me dijo al verme moribunda─. ¿Almorzaste?

Asentí.

─ ¿Por qué te demoraste tanto?─lo interrogué.

Él jugó con una cajita que tenía en la mano.

─ ¿Me compraste un cepillo de dientes?

Mi mejoro se rió. Ahí caché que no era un cepillo de dientes... era un test de embarazo.

Me senté normal en el sillón y me mareé.

─ ¿Por qué me compraste esa hueá? ¡Entiende que no estoy embarazá! ¡Ni siquiera estoy con atraso!

─Nunca está de más asegurarse, Clarita.

─ ¡Seré maraca pero no hueona! ¡No estoy embarazá, entiéndelo, Maximiliano!

Después de decir eso, volvieron las náuseas, así que subí al baño y eché la buitreá de nuevo y más encima me dio cagadera. Igual como que me dio vergüenza hacer diarrea porque el Maxi estaba abajo, así que dejé la llave corriendo pa' que no escuchara tanto. Él antes había escuchado mis peos, pero eso fue cuando éramos pendejos po.

Cuando salí del baño, me fui a echar a mi cama y me tapé porque estaba cagá de frío.

Segundos después el Maxi subió a verme.

─No te enojí, pero voy a dejar esto acá ─abrió mi cajón y echó ahí el test.

─Creo que tengo fiebre.

Él me tocó la frente.

─Quemai ─me dijo─. ¿Tení termómetro?

─Parece que está en el botiquín del baño.

Él fue a buscarlo y después me sorprendió verlo bajándole los grados.

─ ¿Sabí ocuparlo?

─Obvio po, Clarita. Sé hacer de todo yo. Soy un hombre moderno.

Me puse el termómetro en la axila y cerré los ojos.

─ ¿Qué comiste que te hizo mal? ─me preguntó.

─No sé... galletas parece. Quizá estaban vencías.

─Sí, puede ser.

─Pero no estoy embarazá, algo me hizo mal no más.

─Ya oh. Sácate el termómetro.

Me lo saqué y lo revisé yo misma. Tenía 39°.

─A ver ─el Maxi me lo quitó─. Tení 39°.

─Sí.

─Te voy a traer un paño.

─Grax.

No se demoró nada en traérmelo.

Después sacó el desorden que tenía en mi silla con ruedas y corrió la silla al lado derecho de mi cama. Acto seguido se sentó ahí y me empezó a hacer cariño en el pelo.

Andai puro zumbandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora