veinte

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Era tan lindo observar al Vicho dormir. Sus pestañas largas enamoraban. Sus pecas eran tan tiernas. Sus labios estaban rosaditos y me daban ganas de darle muchos besitos. Su pelo desordenado me excitaba... Ya, me fui en volá, pero pucha, era tan hermoso el maraco.

─ ¡A LEVANTARSE! ¡TIENEN COLEGIO! ─gritó una voz tan desagradable.

Y pensar que antes, la voz de mi ex profe de zumba me parecía sensual...

Me cagó el día al tiro escuchar la voz del Santiasco y acordarme que había dormido en MI casa. Tenía que desinfectar todo con Cloro en cuanto él se fuera.

El Vicente se movió más hacia mí y me abrazó.

─Levántate, flojito ─le susurré.

─Cinco minutos más... ─pidió.

Después de esos hermosos cinco minutos, el Vicho entró al baño.

El Santiasco no desaprovechó la oportunidad y se asomó en el marco de la puerta.

─Yo los voy a ir a dejar ─me avisó.

─No, gracias.

─No es una pregunta, guagua ─la última palabra la dijo sin emitir sonido.

Al principio le entendí "hueá", pero ná que ver esa hueá en la frase, así que segundos después caché que me había dicho guagua. ¡Me cargaba que me dijera así, hueón! ¡Guagua su pene!

─Te dije que no. Nos vamos a ir solos ─le volví a repetir.

Nos volvimos a desafiar con las miradas, pero no hubo ganador porque justo el Vicho salió del baño.

─ ¿Pasó algo?.

¡Tan protector mi pololo!

─Estábamos discutiendo con la alumna Gutiérrez, porque me ofrecí a llevarlos al colegio en auto y ella no quiere ─le contó el enfermo mental.

Ahora se hace el profe el hueón doble estándar. ¡Además me cargaba que dijeran mi apellido paterno! Por algo en Facebook me puse "Clara G"

─ ¿Y por qué no, preciosa? ─me preguntó mi pololo.

─ ¡Porque no po! ¿Pa' qué molestar?

─No es molestia ─dijo rápidamente el Santiasco.

Y plagiando al profesor Jirafales con la Doña Florinda el sinvergüenza.

─Deberíamos irnos con el Santiago, o sino vamos a llegar atrasados ─lo apoyó mi Vicho.

─Bueno, ándate con él. Yo me voy sola ─le respondí antes de entrar al baño.

Al final terminamos yéndonos con el Santiago nomás porque me dolían caleta las piernas como pa' irme caminando, se imaginarán el porqué, y además la micro pasaba cinco minutos antes de la hora en que íbamos saliendo.

El trayecto fue incómodo. El sicópata culiao empezó a interrogar al Vicho.

─Y... ¿hace cuánto se conocen ustedes? ─empezó a preguntar en cuando encendió el auto.

─Somos compañeros desde segundo medio ─respondió mi pololo.

─Sí. Suficiente información personal por hoy ─les dije.

─Relax, cuñadita, solo estamos conversando.

¡No soy tu cuñada, enfermo de mierda!

─A nosotros no nos gusta hablar de nuestra relación con terceras personas ─contraataqué.

Andai puro zumbandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora