No alcancé a estar 100% inconsciente porque me sacaron prácticamente segundos después del agua. Vomité y respiraba como si hubiera corrido una maratón a la punta del cerro. Me dolían y ardían el pecho y la garganta. Escuchaba voces a lo lejos y veía medio borroso.
─Tranquila, Clara, respira ─me decía una voz masculina.
Escuchaba a lo lejos a la Feña llorar y gritar mi nombre.
Después con cuea escuchaba porque me empezó a dar una tos cuática, que retumbaba en mis sensibles oídos.
─Respira profundo ─otra vez la voz masculina del Santiago─. Respira por la nariz y bota por la boca, Clarita.
Le empecé a hacer caso, pero estaba mareá, sentía cosquilleos en todo el cuerpo y tenía frío, entonces era un poco difícil concentrarme en cómo respirar.
Pasaron unos cinco minutos y aunque yo estaba mejor, el Santiago insistió en llevarme al consultorio que quedaba a una hora aproximadamente del campamento y todos apoyaron su idea, así que me llevaron en contra de mi voluntad,
El pobre Santi estaba todo mojao porque él fue el que me salvó. Mi superhéroe.Yo iba con una manta y un café calentito en los asientos de atrás. La Feña me quería acompañar, pero unas señoras (si no hubieran estado tan preocupás por mí, seguramente las trataría de viejas) se lo impidieron por lo histérica que estaba. Una señora quería acompañarnos al consultorio, pero el Santiago le dijo que era obvio que tendríamos pa' rato esperando que nos atendieran y ella no estaba en edad para eso, así que al final nos acompañó una profe de yoga.
La profe me preguntaba a cada rato cómo estaba y yo le decía que bien porque me daba paja explicarle todo lo que me dolía.
─Clarita, deme el número de su mamá para avisarle que vamos al consultorio ─me dijo la profe.
Me hablaba como si fuera una bebé.
─ ¿Le van a avisar a mi mamá? ─sentí ardor en la garganta y el pecho al preguntar eso.
─ ¡Por supuesto que le vamos a avisar! ─respondió el Santi─. Le prometí que te iba a cuidar y no lo cumplí.
Tenía ganas de decirle que no fue su culpa, pero la profe me cohibía. Nunca antes me había cohibido para decir algo, suponía que era el ardor que me causaba hablar, y el susto del casi ahogamiento lo que me tenía un poco cohibida... En volá en serio pensé que me iba a morir. Fue una experiencia súper (a)cuática.
─No quiero preocuparla ─volví a hacer un esfuerzo pa' hablar.
─Tenemos que avisarle, Clarita. Dígame el número ─insistió la profe.
Le mostré el número de mi mamá en mi celular a la profe de yoga, porque el Santiago iba manejando, así que la iba a llamar ella. Sí, la Feña me había devuelto mi celular en medio de toda la histeria que estaba sufriendo la pobre. Y no, no tenía ningún mensaje de texto del Vicente. Igual tenía la esperanza de que me hubiera mandado un WhatsApp o un mensaje por Facebook, pero tendría que esperar para saberlo porque no quería ocupar los 3G.
Ella marcó y le contó a mi mamá po, así que segundos después la tenía interrogándome por el celular con una voz al borde del llanto y la histeria, igual que la Feña. Intenté tranquilizarla, pero me fue imposible. Estaba segura de que iba a pegarse el pique al consultorio pa' verme.
Como era de esperarse, esperamos caleta para que nos atendieran. Típico chileno. Me tomaron la temperatura, la presión, me revisaron con esa hueaíta tipo audífonos, estetoscopio creo que se llama, y muchas más hueás.
Tal y como pensé, mi mamá llegó al consultorio y pa' mi sorpresa, con mi tía. Mi tía andaba en la yapla con sus amigas, pero había llegado días después de que yo fuera al campamento y yo no tenía idea.
Hablaron con la profe de yoga, porque el Santiago andaba desaparecío. Mi mamá insistió tanto en que me fuera con ella, pero mi tía la convenció de que me dejara pasar mi última noche de campamento.
─Yo sin ti me muero, mi Clarita ─me dijo con lágrimas mi mami─. Me preocupé tanto. Casi me da un infarto. Esta es la última vez que te doy permiso pa' una hueá así ─me abrazó.
Mi tía, por su lado, me dio un discurso medio hippie y volás místicas sobre estas pruebas que nos pone la vida. Mi tía es de esa onda esotérica. Y cuando se fue en volá hablándome sobre eso, divisé a lo lejos que mi mamá estaba hablando con el Santiago. Esperaba que no le echara la culpa, si no fue él quien me empujó.
Mi tía no alcanzó a conocer al Santiago, y con lo volá que era, yo cacho que ni siquiera lo vio de lejos.
Volvimos al auto y el Santiago nos propuso ir a comer unas empanás que vendían por ahí cerca, porque según él, me lo debía después de no haberme cuidado bien.
Como la profe era fitness, se compró un jugo y nos esperó en el auto. Así que los dos solos con el Santiago nos sentamos en las mesitas al aire libre del rústico local, a esperar las empanás.─No teníai para qué hacer esto. Tú no tuviste la culpa de que casi muriera ahogada, al contrario, me sacaste de la piscina, así que gracias ─le dije.
─Pero le dije a tu mamá que no te iba a pasar nada y no cumplí mi palabra. Y no te preocupí por la empanada, sé que debí tener hambre.
─Y sed ─agregué.
─ ¿Sed? Después de que tragaste como un litro de agua de la piscina me sorprende.
─Es un síntoma post ahogo ─me encogí de hombros.
─Fue brígido sí. Me asusté caleta.
─Fue (a)cuático.
Él se rió.
─Está buena esa.
─ ¿No viste quién me empujó? ─le pregunté.
─La verdad es que no, pero la persona que haya sido no creo que lo hiciera con mala intención.
─Sí sé, si nadie iba a adivinar que no sé nadar.
─ ¿Y nunca te enseñaron cuando erai chica?
─Mi mamá no sabe nadar, y mi hermana con mi tía nunca me enseñaron.
─ ¿Y tú papá?
─Mi papá murió antes de que yo naciera.
─Oh... Sorry...
─No importa, no es un tema taaan delicado para mí para no poder hablarlo. ¿Y tú hiciste un curso de primeros auxilios o qué onda? ─cambié de tema.
─Sí, como estoy estudiando pedagogía en educación física, encuentro que es súper importante saber primeros auxilios. Tú cachai que han muerto niños en clases de educación física, así que hice el curso.
─Se nota que tení vocación...
Él se rió.
─No tuve un buen NEM, así que es lo que hay ─se encogió de hombros─. ¿Y tú qué querí estudiar?
─Natación ─me reí y él se contagió de mi risa─. No, no sé todavía... Pero algo que tenga que ver con leyes.
Hablamos más hueás y nos conocimos más. Ya no veía al Santiago como profe de zumba, lo veía más como un cabro. Bueno, igual nunca lo vi como autoridad o algo así, pero igual le decía profe, y ahora con todo lo que pasó, se me hacía raro volver a decirle profe. Santiago sonaba mejor.
Parecían como si hubiésemos estado horas conversando, pero solo fueron unos 45 min.
Volvimos al auto y la profe quiso manejar esta vez, así que el Santiago se fue conmigo atrás. Con todo el susto que había pasao, un remedio que me dieron en el consultorio y la comida, me empezó a bajar el sueño y el Santiago lo notó.
─Duerme nomás. Apóyate en mí si querí.
Estaba media ahueoná, así que no le respondí. Apoyé mi cabeza en su hombro y segundos después me quedé raja.
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Andai puro zumbando
Romance¿Quién chucha iba a imaginar cómo era realmente el rico profe de zumba?