veintitrés

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Qué perso ir en cuarto medio y que tu hermana te vaya a dejar al colegio... Aparte, la Celeste se encargó de hacer esa experiencia lo más humillante posible.

─ ¡Cuídate, hermanita! ─me gritó─. ¡Cómete toda la colación! ¡Lávate los dientes! ¡Todo el almuerzo! ¡No perdai los lápices!

Justo habían pendejos entrando conmigo que se cagaron de la risa.

─Bien regalona de su hermana usted ─me comentó el portero sonriendo.

─Sí, me adora.

Todo mi hígado se zamarreaba heavy por los nervios mientras subía al infierno: mi sala.
No tenía idea de cómo iba a ser mi relación con el Vicente de ahora en adelante y tampoco quería pensar en eso.
Por suerte no habían Santiascos a la vista.

Como el puntual que era, el Maximiliano ya estaba en la sala cuando entré. Estaba entero autista con audífonos, pero cuando me senté a su lado se los sacó. Cuando colgué mi bolso en la silla, miré disimuladamente por toda la sala y no estaba el Vicho.

─ ¿Cómo estai, Clarita?

─Aquí... más oscura que clara ─me encogí de hombros─. ¿Y tú?

─Bien. ¿Hablaste con la Celeste?

─Sí. Todo piola. ¡Pero no vai a creer lo que le pasó a la ahueoná!

─ ¿Qué?

─Culió volá con el Santiasco y no se acordaba si habían ocupado gorrito, entonces tuvimos que partir a la farmacia a comprar la pastilla del día después. ¡Y yo la tuve que comprar! ¡Imagínate la media plancha que pasé!

─ ¿La dura? Mansa volaíta.

─Sí po. ¡Ah! Y la Celeste echó cagando al Santiasco de mi casa. Le pegó en los cocos y el hueón quedó tirao en el suelo retorciéndose de dolor. Sería un milagro que no quedara estéril.

─Qué miedo tu hermana, hueón. No hay que meterse con ella ─se rió.

─Es cosa seria.

─Me da miedo ir a tu casa ahora.

─Tranqui, a ti te tiene wena. Oye... ¿de casualidad no viste al Santiasco?

─Nop. Si quedó tan mal como me decí, dudo que haya venido.

─Nunca se sabe con ese enfermo de mierda...

Al final había un solo ausente en mi curso; mi ex.

─Señorita Gutiérrez ─me habló la profe delante de todos después de pasar la lista─. ¿Por qué faltó su pololo?

Directo al corazón.

Tragué saliva.

─No sé ─respondí.

─ ¿Cómo no va a saber si usted es la polola?

Directo en el alma.

─Pero no es adivina po, profe ─respondió mi amigo.

─ ¡A ver, Maximiliano! ¿Quiere que lo eche de la sala?

─Ojalá ─comentó mi amigo pa' callao.

─ ¡Salga de la sala!

La vieja culiá lo escuchó igual. Demás tenía oído supersónico la villana.

─Ah, profe, qué es colorienta ─le dije.

─ ¡Y usted acompáñelo! ¡Están en cuarto medio y siguen igual de irrespetuosos que en tercero básico!

Andai puro zumbandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora