diecinueve

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Había una vez una hueona cobarde, que era tan cobarde que le mentía en la cara a su pololo y a su hermana, y esa hueona... era yo.

Pero era cuestión de días pa' que todo se supiera... En cuanto mi mamá reconociera al Santiago, la Celeste iba a cachar, y si la Celeste cachaba, el Santiago le iba a contar al Vicho y mi pololeo se iría a la mierda.

─Clara, ¡tení que contarle luego! No podí estirar más el chicle ─me dijo el Maxi en el camino al colegio.

─Es que no quiero perder al Vicho, ¿cachai?

─Debiste pensarlo antes po. Pero tampoco la culpa es toda tuya... el Vicho se fue por tres semanas y ni siquiera te avisó. Bien maricona la hueá que te hizo. No sé cómo lo perdonaste...

Me quedé pensativa.

─El Santiago no quiere a la Cele ─le dije cambiando el tema─. Me tira los corríos cada vez que puede.

─ ¡¿Y por qué no me dijiste?!

─Porque no quiero que te fracturí el puño po.

─ ¡A quién chucha le importa mi puño! Lo único que importa aquí erí tú. Si el hueón asqueroso ese te sigue molestando, le voy a sacar la cresta, te guste o no. Culiao asqueroso... Santiasco se debería llamar el hijo de puta.

Me reí de su talla.

─Estoy hablando en serio, Clara.

─Me dio risa lo de Santiasco, sorry.

─Ya, te perdono. Oye, ¿podí caminar más rápido? Vamos a llegar atrasaos.

─No puedo, estoy súper cansá. No pude dormir anoche tampoco.

─Te llevo a caballito ─no era una pregunta, era una orden─. Mi espalda es tuya.

─Después te quejai del dolor de espalda ─me crucé de brazos.

─Después se me pasa el dolor.

Le sonreí y me subí a MI espalda y de ninguna otra maraca.

─Oye... ¿y tu mina? Nunca me volviste a hablar de ella y yo nunca te pregunté. ¡Perdóname! Soy la peor amiga del mundo.

─Ahí quedó la cosa nomás. Igual... mejor que no hayai preguntao. Me carga que me interroguí sobre las minas.

─Acostúmbrate nomás, porque te voy a seguir interrogando.

Él me zamarreó.

─ ¡Ay! ─me quejé─. ¡Me vai a hacer vomitar! Acabo de tomar leche.

─ ¿De la granja del tío Vicente? ─se cagó de la risa.

Le pegué un pape.

─Esa granja se irá a quiebra pronto... ─comenté.

─No es por defenderte, pero si el Vicente no te perdona sería el hueón más ahueonao del mundo. Tú le perdonaste que se fuera sin avisarte, ¿cómo chucha no te va a perdonar él?

─ ¿Y tú perdonaría una infidelidad?

─...Puta, pero...

─ ¿Viste? Nadie perdona esa hueá.

─O sea... si yo hubiese dejado a mi mina por tres semanas, sí le perdonaría una infidelidad po. Pero solo si la hueá pasó en esas tres semanas.

─Ojalá todos los hombres fueran como tú, Maxi.

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─ ¡No te podí ir! ─le supliqué a mi mami─. ¡Soy menor de edad!

─Solo son tres días, hija. Y vai a estar con tu hermana.

Andai puro zumbandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora