veintisiete

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─Clara, no te podí ir con ese hueón ─siguió insistiendo el Maxi cuando quedaban cinco minutos pa' salir de clases.

─Maxi, córtala. Tengo que irme con él por órdenes de mi vieja, ya sabí.

─No le hagai caso.

─Vo no sabí cómo me reta mi mamá.

─Entonces te acompaño.

─ ¡No! Es que... quizás me lo coma ─le susurré.

─ ¿Qué? ¿De nuevo? ¿Después de todo lo que te hizo? ¿Después de que se metió con tu hermana?

─Bueno, la vagina es mía.

Abrió los ojos y movió la cabeza con desaprobación.

─Ya, hace las hueás que querai ─me dijo con un tono neutro.

─ ¿Te enojaste?

No me respondió, ni me miró, solo se dedicó a guardar las hueás en su mochila.

─Chao ─se despidió terrible frío.

Sí, efectivamente se había enojado.

Me demoré caleta en guardar mis hueás y como soy yeta, me quedé sola en la sala con el Vicente y dos compañeros más que estaban aparte.

Luché con todas mis fuerzas pa' no mirarlo y grax a Dios me resultó. Salí toda chora de la sala.

Nadie cachó que me fui al estacionamiento. Me tincaba que el Santiago iba a encontrarse conmigo al estacionamiento cuando tocaran el timbre de nuevo, así que fui al baño y aproveché de emperifollarme un poco.

Me pinté los labios, me arreglé el pelo y me acomodé la falda.

Volví al estacionamiento y el Santiago aún no llegaba, así que me apoyé en el capó del auto y lo esperé pacientemente.

─ ¡Guagua! Qué linda sorpresa...

Dejé de mirarme las uñas y subí la vista hacia él.

─No es una sorpresa.

─Sí lo es. Pensé que no le ibai a hacer caso a tu mamá y te ibai a ir sola no más.

─Necesito mi celular de vuelta, por eso lo hago.

─ ¿Me estai usando, guagua?

─Puede ser...

─Úsame no más.

─ ¿Podemos irnos luego?

─ ¿Estai apurada?

─Sí. Tengo prueba pasado mañana.

─ ¿De qué? Te puedo ayudar a estudiar... pero si está tu hermana no se va a poder...

─ ¿Le tení miedo a la Celeste? ─le pregunté con burla.

─Yo no le tengo miedo a nada, guagua ─se puso los lentes de sol y me abrió la puerta del copiloto.

─ ¿Desde cuándo tan caballero? ─le pregunté al subirme.

─De nada.

Esperé a que se subiera al auto, lo prendiera y empezara a manejar para darle las gracias.

─Mi hermana trabaja hoy día ─le recordé─, ¿o ya se te olvidó su horario?

─Nunca me lo supe.

No le dije nada.

─Me encantó tu indirecta para invitarme a tu casa.

─ ¿Qué indirecta?

Andai puro zumbandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora