─Clara, no te podí ir con ese hueón ─siguió insistiendo el Maxi cuando quedaban cinco minutos pa' salir de clases.
─Maxi, córtala. Tengo que irme con él por órdenes de mi vieja, ya sabí.
─No le hagai caso.
─Vo no sabí cómo me reta mi mamá.
─Entonces te acompaño.
─ ¡No! Es que... quizás me lo coma ─le susurré.
─ ¿Qué? ¿De nuevo? ¿Después de todo lo que te hizo? ¿Después de que se metió con tu hermana?
─Bueno, la vagina es mía.
Abrió los ojos y movió la cabeza con desaprobación.
─Ya, hace las hueás que querai ─me dijo con un tono neutro.
─ ¿Te enojaste?
No me respondió, ni me miró, solo se dedicó a guardar las hueás en su mochila.
─Chao ─se despidió terrible frío.
Sí, efectivamente se había enojado.
Me demoré caleta en guardar mis hueás y como soy yeta, me quedé sola en la sala con el Vicente y dos compañeros más que estaban aparte.
Luché con todas mis fuerzas pa' no mirarlo y grax a Dios me resultó. Salí toda chora de la sala.
Nadie cachó que me fui al estacionamiento. Me tincaba que el Santiago iba a encontrarse conmigo al estacionamiento cuando tocaran el timbre de nuevo, así que fui al baño y aproveché de emperifollarme un poco.
Me pinté los labios, me arreglé el pelo y me acomodé la falda.
Volví al estacionamiento y el Santiago aún no llegaba, así que me apoyé en el capó del auto y lo esperé pacientemente.
─ ¡Guagua! Qué linda sorpresa...
Dejé de mirarme las uñas y subí la vista hacia él.
─No es una sorpresa.
─Sí lo es. Pensé que no le ibai a hacer caso a tu mamá y te ibai a ir sola no más.
─Necesito mi celular de vuelta, por eso lo hago.
─ ¿Me estai usando, guagua?
─Puede ser...
─Úsame no más.
─ ¿Podemos irnos luego?
─ ¿Estai apurada?
─Sí. Tengo prueba pasado mañana.
─ ¿De qué? Te puedo ayudar a estudiar... pero si está tu hermana no se va a poder...
─ ¿Le tení miedo a la Celeste? ─le pregunté con burla.
─Yo no le tengo miedo a nada, guagua ─se puso los lentes de sol y me abrió la puerta del copiloto.
─ ¿Desde cuándo tan caballero? ─le pregunté al subirme.
─De nada.
Esperé a que se subiera al auto, lo prendiera y empezara a manejar para darle las gracias.
─Mi hermana trabaja hoy día ─le recordé─, ¿o ya se te olvidó su horario?
─Nunca me lo supe.
No le dije nada.
─Me encantó tu indirecta para invitarme a tu casa.
─ ¿Qué indirecta?
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Andai puro zumbando
Romance¿Quién chucha iba a imaginar cómo era realmente el rico profe de zumba?