Mako despertó temprano en la habitación de Adrien, todavía sin saber realmente que hacía en la casa de un desconocido rival. Sin levantarse, abrazó uno de los cojines plácidamente mientras disfrutaba del aroma que desprendía uno de ellos.
-¿Pero a mi que me pasa? -lanzó el cojín a la otra punta de la habitación, furiosa.
Se levantó de la cama esta vez, descalza sobre el frio suelo al que tardó en ocostumbrarse. Al salir se encontró con Adrien en la cocina preparando lo que parecía ser el desayuno.
-¡Buenos días, dormilona!
Gruñó como respuesta y se sentó en la mesa de comedor, rascándose una piernas con el pie contrario, con los codos apoyados en la mesa a modo de atril para la cabeza que le pesaba aquella mañana.
-Aquí tienes.
Le sirvió un colacao normal y corriente, solo que sabía algo más dulce de lo normal.
-¿Qué le has echado al colacao?
-Azúcar moreno. ¿No le da un regusto de lo más rico? - sonrió mientras se sentaba frente a ella.
-Bueno... -no pensaba en alagarlo lo más mínimo, a pesar de que le gustaba la combinación.
-¿Qué piensas hacer hoy? Hoy no hay clase, así que lo de ir al clase no me lo trago.
Gruñó de nuevo, lanzandole una mirada asesina que podría haber matado del susto hasta a un topo, si no fueran generalmente ciegos.
-Me imagino que me iré a MI casa por aquí NO tengo nada que hacer.
-No creo que sea buena idea.
-¿Y eso? - frunció el ceño - ¿Algún truquillo de ángel para encerrarme aquí más tiempo?
- Bueno, los benditos seguirán rondando la zona por un tiempo...
-¿Hasta cuando? -rugió furiosa.
-Hasta esta noche. Entonces eres libre.
Mako-chan empezó a reír. Reír, por no llorar.
-¿Y yo que hago en todo el día aquí?
-Yo no voy a salir, y tu tampoco. Así que...
Sacó la guadaña de golpe hasta el punto en el que el filo estaba a escasos centímetros del cuello de su acompañante.
-¿Qué insinúas?
-Vamos, no pienses nada raro... ¡Hay muchas cosas que podemos hacer!
-Contigo no quiero hacer nada.
-Vamos, no seas tan arisca. -se levantó y recogió las tazas vacías y las llevó a la cocina.
Mako-chan se sentó en el sofá, agobiada, sin saber que hacer. Al otro lado del gran ventanal de cristal, tras las cortinas se apreciaba la vista de los edificios cercanos, desde los campos lejanos hasta el colegio.Se apreciaba perfectamente la ruta de Mako-chan desde casa hasta el colegio, junto con muchos otros sitios.
Salió un momento al balcón a admirar las preciosas vistas, cuando descubrió una mesa blanca de metal a un lado del balcón. Sobre ella había un par de prismáticos y un telescopio, junto con un mapa estelar.
-¿Te gusta la astronomía? - preguntó comprobando que no se podía ver la su habitación desde aquel balcón. Suspiró aliviada.
-Sí, bastante. De pequeño no tenia mucho más que la astronomía...
No le interesaba lo más mínimo la historia de la vida de Adrien, pero aún así escuchó atentamente. Adrien salió al balcón y se apoyó en el ventanal, de espaldas.
-Siendo pequeño, mis padres me dieron de adopción en un orfanato católico. El ser la reencarnación de un ángel no ayudó en nada, pues me dejaron apartado los otros niños. No teníamos mucho a lo que jugar solos, por lo que lo único que hacía era leer libros en la biblioteca de al lado. Me gustaba leer sobre todo historias sobre el cielo y los cuerpos celestiales, soñando con volar algún día hasta allí. Pero aún no he aprendido a volar sin despeñarme...
-Eso me gustaría verlo -río Mako-chan.
Entonces, Adrien saltó por la ventana, como si nada fuera de normal fuese saltar de un séptimo piso al vacío.
-¡Adrien! -gritó ella, asomándose a la calle. Ahí estaba el, volando con dos alas enormes, cuando volvió y se poso torpemente en el balcón.
-¡Uf! - suspiró él - ¡Hoy me ha salido bien!
-¡Yo te mato! - entró Mako-chan al pido furiosa y lo encerró fuera, en el balcón.
-Oye, ¿me puedes dejar pasar? - rogó al otro lado de la cristalera.
Mako-chan fingió no oírle miestras se iba a buscar su Mobil.
Entonces, Adrien sacó su lanza arcana del pecho, al igual que Makogami y su guadaña, y de un solo golpe reventó el ventanal de cristal. Pero antes de que los pedazos de cristal tocarán el suelo, se detuvieron en seco en el aire. Tras sentarse Adrien en el sofá, habiendo guardado su lanza, los cristales se recompusieron en el ventanal, el cual volvió al mismo estado de antes.
-¿Cómo lo has echo? - preguntó Mako-chan al volverse.
-Magia de control del tiempo.
-Ese tipo de magia es muy rara... no mucha gente puede usarla...
-Bueno, no es ningún obstáculo para el guardián de la catedral del tiempo.
-No se de que hablas, pero me da igual.
Adrien la miró con tristeza.Las horas pasaron, cuando la alarma del móvil de Adrien sonó.
-Ya te puedes ir.
-Me alegro mucho - sin mirarle siquiera mientras se dirigía a la puerta.
-¿Tan horrible ha sido tu estancia aquí?
Dudó por un momento.
-No lo repetiría jamás, pero tampoco ha pasado nada por estar aquí.
Sonrió él. Ella no.
-¡Dejame! - se ruborizó y cerró la puerta de golpe. Deseando llegar a casa para poder dormir en su plácida cama, sin la preocupación de que estuviera un extraño al otro lado del lugar observándose. O por lo menos no se esperaba nada parecido de Alys, pero nadie ha dicho que no lo hubiera echo alguna vez.
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El Harem De Mako-chan
Teen FictionDesde que era pequeña, Mako-chan descubrió tener un poder que pocos más son capaces de controlar. Siendo la séptima diosa demoníaca, trata de vivir una vida tranquila como estudiante que es, aunque no siempre su vida es tan tranquila como a ella le...