Capítulo 30

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-¿Me estás escuchando? - preguntó Aria tratando de captar la atención de Hikari, que permanecía inmerso en sus pensamientos.
- Lo siento, me he despistado un segundo... - se disculpó mostrando una sonrisa sincera de ruego.
-Ya te vale... - respiró hondo - bueno, vamos a dar un paseo por aquí.
Caminaron un buen rato por el inmenso prado que se extendía hasta los límites del mismo mundo, un apacible lugar a donde no recordaba haber llegado. Pero a Hikari tampoco le importó demasiado. Se sentaron nuevamente en otro banco varios metros más allá, un banco blanco de madera muy similar al anterior. Y igual que el siguiente. Y así hasta llegar hasta el infinito. En aquel lugar, no existía más que el prado, un banco que se repetía a medida que caminaban más allá del lugar, y ellos dos solos.
-Toma - Aria le acercó una apetitosa manzana roja que Hikari no se atrevió a rechazar - Veo que te gustan las manzanas...
- En realidad solo me gustan este tipo, el resto no me gustan demasiado...
-A mi me gustan todas.
El viento meció la mullidita hierba con suavidad, a la vez que Aria se paraba a respirar hondo para disfrutar del grato aroma que traía consigo. Aria se levantó y se puso frente a Hikari.
-¿Qué te apetece...?- antes de acabar la frase, un extraño sonido la hizo callar. Cayó a sus brazos, inerte, cuando Hikari aprecio el arma que tenía clavada en la espalda. Tras ella, un sombra reía con maldad.
Aquel mundo se torno en un páramo desértico rojo, cuando Hikari rompió a llorar desconsoladamente al percatarse de la muerte de su amiga.
Dentro de él despertó el deseo de asesinar al asesino de su amiga. Se levantó y se acercó a él, agarrando la sombra por el cuello, a quien pronto golpeó contra el suelo con odio. Continuó golpeandolo con furia una y otra vez, y cada vez más fuerte.
"¡Para!" Oyó a alguien gritar. Era la voz de Aria, pero eso no era posible.
De pronto se detuvo y se alejó del asesino para volver donde yacía Aria, tranquila sobre el suelo. No podía parar de llorar, y la abrazaba con dolor y sufrimiento. Pero ya no tenía ganas de atacar a su asesino. La ira lo había abandonado.

Las puertas del comedor se abrieron de pronto, mostrando así un enorme comedor rebosante de apetitosa comida que rogaba a gritos el ser catado por alguien. Alys no tardó en sentarse a la mesa s disfrutar de las delicias que había allí, sin mucha hambre, pero completamente invadida por el deseo de comer. Cuanto más engullía más pesado se volvía su ambiente, como si algo no fuera bien a medida que seguía comiendo sin cesar, bocado a bocado de tales manjares que no parecían acabarse nunca: En cuanto acababa un plato, al pestañear el plato volvía a estar rebosante de comida. Sin extrañarse mucho por tal maravilloso acontecimiento, seguía comiendo sin descanso, cuando una voz en su interior le rogó que parara. Se detuvo por un instante, se levantó de la mesa, y olvido por completo la gula que hasta hace un momento la invadía.

-¡Mira! - decía la falsa amiga de papel - ella es genial...
Señalaba a la chica que había algunos metros más allá, una chica alta, delgada, inteligente, guapa y de portentoso busto y envidiables curvas.
-Bueno, no es para tanto... - se defendía Ay-chan, sentada en su pupitre.
-¡Qué dices! - repetía el monigote - Ella es mucho más perfecta que cualquiera, es normal que todo el mundo quiera imitarla...
-Te digo que hay más cosas que el fisico en una persona...
-Ay-chan, admitelo, ella es mucho mejor que cualquiera.Mucho mejor.Nadie esta a su altura, y mucho menos alguien como... tu, por ejemplo.
-Oye,¿a qué a venido eso?
-Yo solo digo la verdad, Ay-chan.
- Y yo te digo que no todo es el fisico del que tanto presume...
Dudó por un instante.
-Pero no me lo vas a negar, tiene un físico envidiable...
-Eso sí... - Ay-chan la miró de reojo, algo envidiosa.
-Además, he oído que tiene muy buena suerte, siempre gana y consigue lo que quiere. No como la gente pateticamente normal como tú, ¿No crees?
-Pero ¿No crees que estas pasando? - reclamó Ay-chan furiosa - Vale que sea tan genial, pero todo el mundo tiene sus puntos buenos y sus puntos malos, y ya está.
-¿De verdad que no te da envidia que sea tan genial?
-¡Qué no! - Ay-chan se levantó del sitio para irse.
"¿Por qué le voy yo a tener envidia?" Pensó antes de salir por la puerta de la clase, dando la espalda a la supuestamente envidiable niña maniquí que seguía sin moverse en su pupitre. Eso era lo que es, un maniquí, por ahora y por siempre.

Malva seguía plácidamente dormida en su cama cuando una voz la hizo despertar. "¡Levanta!" Le decía la voz. Por miedo a la bronca, se levantó lentamente, más que nada para provocar con su lentitud para levantarse. Si alguien quería que se diera prisa, siendo ella, no lo habría conseguido. Una vez se hubo levantado, pensó que echarse a la cama de nuevo no tenia sentido, y atravesó la oscura habitación hasta alcanzar la puerta de en frente, cuyas rendijas brillaban como chispas al encender las venga las de año nuevo.
"Vamos a tocarle las narices un rato a Mako-chan..." pensó antes de abrir la puerta.

Flora, caminaba a lo largo de la oscura cueva sin un objetivo fijo, más que encontrar una salida, cuando tropezó con algo. Descubrió un pedrusco reluciente del tamaño de una cabeza humana que parecía ser alguna piedra preciosa. Abrumada por su descubrimiento, la arrastró a ligeras patadas a lo largo del camino, cuando se encontró con un compañero.
-¿Has encontrado algo? - preguntó él - recuerda que el dinero que consigamos lo invertiremos en una ONG.
Dudó de si decirle o no que había encontrado algo. Por suerte es más generosa de lo que parece. No tardó en mostrar su tesoro para poder ayudar a quien lo necesite.

El Harem De Mako-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora