Positivo.

Cinco

Paola recoge su ropa y la empaca en las mismas valijas en que había empacado para ese supuesto viaje a Cancún que jamás se realizó. En cada blusa que tiraba dentro de la maleta, una lágrima se le escapaba de sus tiernos ojos. No quería aceptarlo en realidad pero debía marcharse cuanto antes, pues había un olor a putrefacción que en esa habitación, en la que hicieron el amor durante tanto tiempo, Julián y ella desde aquella noche del 24 de febrero del 2006 cuando frente al altar se prometieron y, mejor aún, se juraron amor eterno y que habrían de cuidarse y estar unidos en las buenas y en las no tan buenas, en la enfermedad y en la abundancia, ahora había pasado a ser solo un mero protocolo y, esa habitación, por tanto, pasaba a ser segundo término. Ya no será mi cama. Pensó Paola entre sollozos.

Ella había llegado desde hace un par de horas del hospital. Se vino en taxi. De Julián no sabía y ni quería saber nada. Estaba asqueada de él y de esa forma de pensar que hasta le daba miedo de recordar.

Hecho toda su ropa, toda. En los cajones y los closets, ni en la lavadora ni en la secadora, ni en ninguna otra parte había quedado el más mínimo rastro de que ella alguna vez compartió su vida con Julián en esa casa. No quedo ni su aroma. Finalmente, al guardar toda su ropa, solo quedo un último recuerdo que deseaba llevarse de esa habitación. Estaba sobre la cómoda: aquella fotografía de su boda. Aquel ultimo recuerdo que le quedaba del Julián verdadero, del Julián de quien ella se enamoró. De ese hombre risueño que aparecía a su lado, cargándola con su vestido blanco de novia. Qué raro, incluso eso solía ser un punto a su favor, ella había sido de las pocas mujeres modernas que, llegaba real y completamente de blanco hasta el altar, y no de manera figurativa, sino real, porque en verdad, Paola jamás había tenido sexo con nadie, ni con Julián. Y eso la convertía en una mujer mucho más especial, una mujer que cualquier hombre buscaría: virgen en verdad. Y eso era lo que se le hacía extraño a ella: porque es que Julián rechazaba un hijo de ella, porque es que Julián simplemente la rechazaba a ella si cualquier hombre hubiera deseado casarse y estar al lado de ella y formar una familia. En fin, los dos respondían a gustos diferentes y por eso es que su relación se rompía ese día. Paola tomo la fotografía y la tiro a la maleta, después la cerró y dejo escapar una lágrima. Era evidente su tristeza, pero eso no la haría cambiar de parecer, tenía que marcharse ya. Finalmente, en el lugar de la fotografía, Paola coloco una carta que escribió minutos antes para Julián.

"Lo siento, pero ya no puedo estar aquí". Paola.

Mientras tanto, Julián, había estado todo el día en el despacho sin poder concentrarse. La cabeza le daba vueltas, todo era lo mismo: un bebe. Como es posible que una cosita tan pequeña pueda arruinar algo tan grande. Pensó Julián, mientras bebía un vaso de tequila combinado con hielos. Entonces le hablo Fátima por el interfono: Licenciado Quintana, lo buscan en la entrada.

-Dile que se marche, ahorita no estoy para nadie -contesto Julián sin posibilidad de ser escuchado porque no presiono el botón del interfono. Por eso mismo Fátima continúo hablándole.

-Es el doctor Rodríguez.

Enseguida Julián acato la orden y presiono el botón del interfono.

-Dile que pase.

Octavio toco a la puerta del despacho que Julián se apresuró a abrir. Al verlo se detuvo y no supo cómo saludarlo.

-Y bien... -dijo Julián aun sin dejarlo pasar.

-Vengo a pedirte una disculpa, amigo.

Julián lo dejo pasar, por alguna razón vio en sus ojos la inocencia de un médico y un amigo que no habría sido capaz de hacerle una jugada de ese tipo. Lo invito a pasar y sentarse le ofreció una bebida idéntica a la que él estaba tomando. Puso dos hielos que tintinearon al instante y le ofreció el vaso, chocándolo por cortesía antes de beberlo. Se dirigió a su silla detrás del escritorio para guardar una distancia prudente. Solía ser arrogante y muy prepotente, como si él fuera el mismísimo padrino.