Fátima solo podía pensar en la tristeza que le causo, ver partir a sus hijas, de la mano de su viuda de otro hombre. Por eso mientras Ramiro le contaba historias sobre su empleo y sus aventuras en Cozumel, Fátima moría de ganas de mandar al diablo a Pedro y correr tras de ellas. Sin importarle que el infierno fuera su próxima parada.
Fátima solo jugaba con la cuchara sobre el puré de papa que le ordeno traer Ramiro quien la noto extrañamente diferente. Ya la había visto llegar llorando hace unos instantes y ahora simplemente no tenía nada que decir.
-Algo te ocurre linda. Llegaste llorando ya hora te noto muy pensativa, que te pasa -le pregunto en un tono amable, Ramiro.
-Muchas gracias -contesto Fátima. -Estoy bien, es solo que -de nuevo Fátima se guardó el secreto de lo que ocurría en la casa de Gonzalo.
-es solo que... dime una cosa, Fátima, como las trata Gonzalo. Hace mucho tiempo supe que una chica se colgó en el interior de su habitación, pero jamás supimos porque. Yo intuyo que se debió a malos tratos de él pero, no lo sé, esa es una respuesta que me puedes dar solo tú.
Fátima sabía que era el momento preciso de confesarle todo a un hombre que en verdad pudiera tomar cartas en el asunto pero, ver a Paola en el baño le hizo pensar de nuevo que, finalmente matar a una persona y no evitar que la maten cuando se puede evitar, seria convertirse en el mismo asesino que fue en su otra vida. Por eso prefirió callar la situación que vivía con Gonzalo y le siguió e juego a Ramiro quien, después de la cena, llamo a su chofer para que los recogiera en el restaurante.
-¿De aquí iremos a tu departamento? -pregunto un tanto tímida Fátima. Sensación que no que difícil de percibir para Ramiro, por eso le dijo que sería mejor que se regresara a casa de Gonzalo a dormir temprano si es que no se sentía cómoda.
-No, está bien, iremos a donde usted. Guste -añadió Fátima, apenada con Ramiro por su comportamiento. -Usted finalmente pago para...
-... pague para verte de nuevo -contesto Ramiro. -Eso era todo lo que quería hacer, quería volver a saludarte y quería darme cuenta de que es lo que habías pensado sobre lo nuestro y veo que tu decisión no fue muy positiva, por eso quiero pedirte una disculpa, por haberme precipitado contigo, así son mis sentimientos y es como reaccionó ante una mujer tan bella como tú.
Fátima le sonrió y se despidió de el con un beso en la mejilla. Enseguida, Ramiro, le trono los dedos a su chofer, pidiéndole que sacara del maletero un regalo que tenía guardado para sorprender a Fátima.
-Toma -Ramiro enrolla a Fátima en una caliente gabardina roja con botones negros. -Está haciendo frio, úsala.
-No puedo aceptarla -le dice apenada por el obsequio, Fátima.
-Por favor, acéptala.
-¿Es de tu mujer?
-No, no es de mi mujer, es tuya -le contesta Ramiro con una sonrisa. -Es un regalo que había estado planeando darte. Vamos, úsala, está haciendo mucho frio y ese delgado vestido que se te ve muy lindo pero que no deja de ser muy delgado, no te cubrirá ni las ideas.
Fátima se acerca al mercedes que esta por conducir su chofer, quien le abre la puerta trasera. Justo antes de subir al auto, sintió que algo la detuvo, una sensación que provenía desde su interior, como un deseo, pero un deseo que respondía a un impulso femenino que no podía comprender y que solo le pedía una oportunidad para quedarse más tiempo con Ramiro. Al fin de cuentas, había sido el primer hombre con el que se había topado desde que amaneció convertida en mujer, que la comprendía cuando ella en realidad no quería tener sexo y, lo que los hombres ignoran, incluso Julián ignoraba y ahora como mujer pudo comprender era que, una mujer siente más deseos de tener sexo con un hombre que sabe detener sus impulsos, cuando ellas no quieren tener sexo. Y Ramiro era ese hombre.
Así que cerró la puerta del mercedes negro en el que habrían de regresarla a casa de Gonzalo y le dijo.
-Sabes, esta noche no habrá nadie en casa de Gonzalo. Y la verdad me da flojera acostarme a las 10:30 viendo películas de mujeres abandonadas -Ramiro le sonrió, intuyendo bien a que se refería Fátima con ese sermón. -No sé qué sueles hacer los jueves por la noche pero, al menos a mí me gustaría por lo menos... platicar.
Ramiro no lo dudó ni un instante y subió al mercedes junto con ella. Sin embargo, decidió cambiar el destino y le pidió a su chofer que se dirigiera hacia su departamento en las lomas.
Al llegar, Ramiro la invito a pasar a su recamara con una botella de vino tinto que destaparon y que luego, en un brindis, se bebieron hasta quedar borrachos, hasta casi perder el conocimiento, porque eso era lo que Fátima quería, perderse por un instante, perder la noción del tiempo y no saber nada de nadie.
Ramiro aprovecho la ocasión y beso a Fátima, causándole una excitación que ella no comprendía porque un hombre vivía dentro de ella. Que extraño. Pensó Julián. Siento que algo en mí se humedece.
Ramiro continúo besándola pero esta vez, paso de los labios a los lóbulos y de allí al cuello. Julián continúo experimentando sensaciones nunca antes percibidas. Que es esto, porque mi piel se pone erizada, porque no siento mis manos. Siento que una parte de mí se humedece un poco más. Que ocurre con mis ojos, porque no puedo abrirlos, porque es que no quiero que se detenga.
Esas sensaciones, llevan a Fátima a perder el control de su cuerpo que ahora recorre con la lengua, Ramiro. Enseguida se quita el pantalón, dejando su miembro a la intemperie, a la vista de Fátima. Por Dios, estoy loca, como voy a dejar que este cerdo meta esa cosa dentro de mí.
Fátima no pensaba permitirle a Ramiro penetrarla pero, era tanto el ardor que comenzaba a sentir dentro de ella y tanta la excitación que, con un extraño humedecimiento padecía que no fue capaz de negarle a Ramiro el derecho de penetrarla lentamente. Me lleva, me lleva...
Poco a poco, lentamente, mientras Ramiro entraba, Fátima, pensando como Julián, se daba cuenta de porque las mujeres hacían gestos de dolor con el rostro mientras un hombre las penetraba. Es que duele, por Dios que si me duele pero no lo entiendo... también me está gustando. Es como si fuera un exquisito sufrimiento que quiero que me siga doliendo.
Pasaron los minutos y Ramiro comenzó a subir la intensidad de su penetración. Gracias a su golpe con las caderas, Fátima está alcanzando el clímax y comienza a gemir involuntariamente. No quiero que me escuche. Se dice Fátima mientras de escapar unos discretos gemidos y a la vez, se cubre los ojos con s ante brazo. Es como si no quisiera que la mirara Ramiro mientras sus ojos se tornan blancos, o como si le diera pena que la escucharan gemir o como si, simplemente, le diera pena que la vieran desnuda. Pero ya nada de eso importaba. Desde hace buen rato que Ramiro se ha deleitado admirando su escultural cuerpo desnudo.No Fátima, tranquila, calla, calla, no debe saber que te está gustando y no debes pedirle que continúe ni que te dé más y más... y mientras Fátima lo pensaba, Fátima lo decía. No podía ocultarlo, le estaba gustando y estaba llegando al orgasmo que le provocaba unos espasmos y unas contracciones tan deliciosas que enseguida le hizo entender porque las mujeres hacen sonidos como gemidos, durante el seco, y es que le fue insoportable tanto placer que no supo en que momento, Ramito la acaricio, la prenso de sus muñecas; no vio venir en que momento la cambio de posición, no supo en que momento le dio una nalgada y definitivamente no imaginaba que habría de sonreír mientras llegaba ese tan esperado orgasmo que le hizo gemir tres veces más, sujetando con sus manos, con mucha fuerza, las sabanas de la cama, donde después de suspirar con gran jubilo y después de que entendiera porque las mujeres (en específico Paola) le llego a confesar que mientras se llega al coito, las mujeres sienten como si estuvieran flotando... Que extraño. Se dijo Fátima. Podría jurar que por un segundo sentí que mi cuerpo se levantaba lejos de la cama. Vaya, en verdad es hermoso... es hermoso ser mujer. Y soltó una lágrima que humedeció la almohada donde se acurruco para pasar la noche, al lado del primer y único hombre que la había hecho sentir mujer.
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Positivo.
Ficção AdolescentePositivo. Ese fue el resultado de la prueba. Ser mujer no es fácil, se necesitan cojones para mirar la prueba y aceptar y resignarse a procrear el hijo de un hombre al que ya no se ama. Pero ser hombre tampoco es cosa sencilla, se necesitan mas cojo...