Fátima corre por una pradera tapizada de gardenias. Sonríe. Ve el sol saliendo del otro lado de la loma. Se siente inesperadamente feliz. Se nota sonrisa. De pronto se detiene a olfatear una gardenia que desprende del mar de flores que hay bajo sus pies. El aroma es exquisito. Suspira.
Todo parece marchar bastante bien hasta que un relámpago proveniente de una nube gris que se torna muy obscura, rápidamente, la sorprende.
Se acerca una tormenta. El viento comienza a soplar muy fuerte, haciendo que las flores se hondeen tan fuerte que de pronto, parecen despegarse todas ellas, dejando solo la tierra debajo de Fátima.
¿Qué ocurre, porque se van las flores? Piensa Fátima. No puede hacer nada para evitarlo. De pronto, una cabeza de vaca le cae justo a un costado de sus tobillos. Debajo del cuello, de donde la han decapitado, sale mucha sangre. Fátima se espanta y retrocede. Acto seguido, le cae otra cabeza de vaca al lado y se hecha a correr. Corre en esta ocasión a través de un campo infértil, lleno de tierra seca. Los relámpagos se convierten en truenos y comienzan a caer como lluvia detrás de ella.
Solo quedaba un árbol de pie. Era verde y frondoso y en cuestión de segundos se redujo a cenizas por el rayo que lo partió en dos y lo prendió en llamas.
Fátima sigue corriendo, está asustada. Siente que sus pasos, por más rápido que los aprieta, no avanza y los rayos cada vez caen más cerca de ella y levantan la tierra, como bombas al caer.
Metros adelante parece haber una choza construida con madera que parece tambalearse con el aire. No se ve segura pero es el único resguardo aparente que hay a kilómetros de distancia. Allí podrá refugiarse de la tormenta.
Aún le faltan unos cuantos meteos para llegar cuando de pronto ve pasar muy cerca de su hombro derecho, una flecha de madera con punta de obsidiana. La flecha se clavó en el suelo. Fátima se espanta aún más y apresura sus pasos. Otra flecha le pasa por el lado izquierdo, esta última ha rozado su hombro. Le ha sacado un poco de sangre. No se detiene para limpiarse. Solo mira hacia atrás y observa que un puñado de hombres extraños, a los que jamás había visto antes la persiguen, lanzándole flechas como si fuera la presa. Fátima apresura el paso, está a punto de llegar a la puerta de la cabaña peri ha sido inútil. Una flecha le ha atravesado la espalda. Aun así gira la perilla y empuja la puerta. Otra flecha atraviesa su pecho. Fátima observa como brota la sangre y corre por su tórax, manchando la blusa blanca que lleva puesta. Da unos pasos al frente, aún tiene esperanzas de salvarse. Otro par de flechas atraviesan su estómago y su vientre. Esta última la hizo caer derribada al piso. La sangre se amontona y mancha el suelo. Incluso vomita sangre de su boca. Diablos, hay mucha sangre por todas partes.
Enseguida, de manera instintiva, Fátima gira su cuello hacia el lado izquierdo luego de que escuchara los pasos de uno de los hombres que la perseguían. El hombre trae una capucha. Se la quita. Es Gonzalo y lleva en sus manos una espada de acero que luce bastante filosa. La empuña con ambas manos y la levanta.
Tú respiras porque yo así lo deseo...
Ha dicho Gonzalo. Parece que su final será idéntico las cabezas de vaca. Fátima está perdida. Sin más remedio, Gonzalo baja la espada con todas su fuerzas y golpea el cuello de Fátima y...
...Y Fátima despierta asustada. Está envuelta en sudor. Mira hacia todas partes como cerciorándose de que en verdad todo haya sido una pesadilla. Suspira. Se recarga en la pared y enseguida se tapa la nariz. Le molesta el fétido hedor que le produce el estiércol que ha generado durante las últimas dos semanas. A pesar de que la ha enterrado, el olor sigue allí. Habría preferido que siguiera oliendo a gardenias. Pensó Fátima.
De pronto vio pasar por su pierna un hilo de sangre. Pensé que solo había sido una pesadilla. Se dijo. Entonces recorrió un poco su vestido y noto que había más sangre debajo y conforme recorría su vestido y se acercaba vagina encontraba más sangre supurando y de pronto se levantó espantada, gritando como loca: ¡Me estoy desangrando, me estoy desangrando! Pedro apareció de la nada, como siempre lo solía hacer y le pide calma en una primera ocasión pero Fátima no se tranquiliza y Pedro le exige calma una y otra vez hasta que le grita: ¡te he dicho que te calles! Fátima recupera la calma mientras le muestra a Pedro sus manos llenas de sangre.
-Mira, me estoy desangrando. Esto pasa por no comer y por no beber agua.
-Por supuesto que no -contesta Pedro con una sonrisa. -Eso pasa cada 28 días en todas las mujeres. Ellas le llaman: menstruación.
-Y como lo controlan -pregunta Fátima, cuestión que le causó mucha risa a Pedro. -No se controla la menstruación, solo evitan mancharse la ropa y sus piernas. Para ello utilizan unas cosas llamadas: toallas femeninas. Te lo dije anoche.
Pedro se marcha, pero antes de desaparecer le sugiere algo ultimo a Fátima.
-Te sugiero que le pidas unas a Rebeca, la sangre suele adherirse a la piel y luego es difícil de quitar.
Fátima corre a la puerta del sótano y la golpea con la palma de su mano fuertemente y pide auxilio. De pronto se abre la puerta. Gonzalo le ha abierto. Ella se arrodilla a sus pies y le pide una toalla. Gonzalo la mira con asco al notar que esta anegada de sangre.
-Que puerca eres -le dice, apartando sus pies de ella como si fuera una leprosa. -Además de puta, cochina. Solo eso me faltaba.
Gonzalo la toma del cabello y la arrastra hasta la sala donde Rebeca observa que Gonzalo maltrata a su amiga.
-Suéltala -le dijo. Pero Gonzalo la ignoro y les pidió cuanto antes una tinaja de agua.
De inmediato se inmovilizaron Rebeca y la madre del señor Buenrostro. Rebeca le tendió una toalla femenina a Gonzalo. Ella entendió solo con verla bañada en sangre que le brotaba de su vientre, que estaría en sus días y por ello necesitaría solo una toalla.
-Yo no les pedí una maldita toalla -refunfuño Gonzalo, lanzando la toalla lejos. Ahora se le acerco la madre del señor Buenrostro con la tinaja de agua que tomo Gonzalo y que le termino lanzando sin escrúpulos a la humanidad mal oliente y casi putrefacta de Fátima. La chica tiritaba de frio.
-Así aprenderás a no ser tan cochina -le dijo Gonzalo, lanzándole ahora encima la toalla. -No puedo temer rameras sucias.Fátima corrió a abrazar a Fátima que lloraba humillada en el piso. Tranquila, todo estará bien. Le dijo
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Positivo.
Teen FictionPositivo. Ese fue el resultado de la prueba. Ser mujer no es fácil, se necesitan cojones para mirar la prueba y aceptar y resignarse a procrear el hijo de un hombre al que ya no se ama. Pero ser hombre tampoco es cosa sencilla, se necesitan mas cojo...