Julián admiro de nuevo con vehemencia la ampolleta y sin hacer mayor escándalo se la engullo y la mastico. Su sabor era rancio y tenía un concentrado amargo que le produjo un gesto de asco. Enseguida comenzó a sentirse débil, mareado y con mucho frio. Creyó que el viento podía estarse metiendo por alguna ventana o por la puerta pero, todas las puertas y ventanas se encontraban cerradas. De pronto, observo frente a la chimenea, con los brazos cruzados a un hombre extraño que, segundos atrás no había visto por ninguna parte y con quien se molestó en el acto por su entrada tan imprudente.
-¿Qué hace usted aquí, quien es, porque ha entrado a mi cabaña? -le pregunto Julián, furioso, o al menos eso pensó que le preguntaba, pero en realidad su cuerpo ya estaba inerte sobre su sofá, con mucha espuma sobre la boca que expulso luego de unas terribles contracciones.
En realidad, ya se trataba de su espíritu el que hablaba con el extraño hombre vestido de blanco: túnica blanca, pantalón de vestir blanco, zapatos blancos y hasta un gorro, plano, color blanco. El señor se dio media vuelta, su color de piel moreno, casi negro, con una barba imponente que ya pintaba unas cuantas canas, contrastaba a la perfección con su vestimenta. Su voz era grave y profunda, fue por eso que Julián sintió otros escalofríos cuando lo escucho que le dijo: una pregunta a la vez hijo, una a la vez. Y se fue aproximando a Julián a paso lento, con una enorme sonrisa sobre su rostro. Julián le pidió que se detuviera e incluso amenazó con tomar un arma y dispararle si no se detenía. Entonces el señor rio y sin detenerse, le pidió a Julián que lo intentara. Enseguida Julián quiso levantarse del sofá pero algo, una fuerza infinita y sobre natural le impidió mover sus dedos si quiera. Era como si estuviera pegado al sofá.
-¿Que me ha hecho desgraciado? -le pregunto Julián.
-Yo no te he hecho nada -contesto el extraño hombre que aún no se tomaba la delicadeza de presentarse. -Tú lo has hecho todo.
Prosiguió el hombre que, enseguida le mostro a Julián, en su mano derecha, la ampolleta de cianuro que había masticado momentos atrás y le dijo: ¿que acaso ya no la recuerdas... Entonces saco de su bolsillo, con la mano izquierda otra sorpresa: cuatro pastillas blancas.
-... o a ellas, ¿qué tal a ellas, tampoco las recuerdas? -insistió.
Julián se dio cuenta al instante de que esas últimas pastillas eran las abortivas que le molió y vertió en un jugo de naranja a su esposa Paola. Julián comenzó a temblar aun con más frio y, un líquido transparente comenzó a brotar de su nariz. Ya no podía llorar era cierto pero eso no le eximia su tristeza.-Si no las recuerdas, entonces permíteme refrescarte la memoria -dijo el extraño hombre de blanco que dejo caer al suelo las pastillas.
A continuación, las pastillas que tocaron el suelo, comenzaron a tomar forma. Las pastillas abortivas le mostraron a su esposa, Paola, tirada en el piso, con su vestido blanco con estampado de flores, con las piernas abiertas, manchadas de sangre, como si hubiera abortado hace algunos minutos y, al lado de ella, estaban dos pequeños gemelos desnudos, decapitados y descuartizados, con huecos en donde deberían estar sus ojos porque al parecer alguien se los había arrancado. Julián se levantó del sofá enseguida y corrió hacia su esposa y acaricio a los pequeños. No pudo evitar bramar y llorar con furia y enojo hacia el mismo, reprochándose el haber envenenado a Paola.
-No puedo creer que tuviste que esperar a que estas creaturas indefensas y esa mujer inocente sufrieran los estragos de un aborto para que te dieras cuenta de lo desgraciado que has sido -le dijo el señor de blanco que, a continuación, le mostro en lo que se había transformado la pastilla de cianuro que el mastico.
Julián levanto su mirada y se vio a sí mismo, sentado sobre el sofá, inmóvil, sin siquiera observar el movimiento de su pecho debido a la respiración. Sobre su boca estaba la espuma y sobre sus ojos una mirada perdida de la que brotaba unas gotas minúsculas de sangre. Al lado de él, una botella de vidrio quebrada. Julián se levantó lentamente, fue hasta ese momento en que comprendió que realmente estaba muerto. Se acercó a su cuerpo y estiro su mano temblorosa, como si quisiera acariciarse pero, entonces se detuvo debido al susto que le causo ver a dos hombres vestidos con chaquetas negras, uno de ellos hablando por teléfono, pidiendo refuerzos y traer al personal de ciencias forenses y, el otro tomaba fotografías con su celular, del cuerpo de Julián. Detrás de ellos venia Octavio quien se guardó un llanto y no quiso seguir avanzando luego de ver el cuerpo sin vida de quien fuera su mejor amigo por años: Julián Quintana y, detrás de él, también se detuvo para consolarlo con un abrazo, Brenda, la prima de Paola.

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Positivo.
Teen FictionPositivo. Ese fue el resultado de la prueba. Ser mujer no es fácil, se necesitan cojones para mirar la prueba y aceptar y resignarse a procrear el hijo de un hombre al que ya no se ama. Pero ser hombre tampoco es cosa sencilla, se necesitan mas cojo...