Parte 15

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Rubor y maquillaje, sombras y pestañas postizas, pinta labios y lociones. Las chicas corrían de un lado al otro, arreglándose de prisa para atraer a sus presas.

Gonzalo pasaba caminando frente a sus cuartos, golpeando fuerte las puertas para apresurarlas: Vamos chicas, ya es tarde y tenemos que salir a escena, su público las aclama.

Rebeca entro de prisa a la habitación donde se arreglaba Fátima. Rebeca nunca salía sin Fátima, ella solía decir que la hacía sentir más segura. Al entrar a la habitación, Rebeca no pudo evitar reírse a carcajadas del aspecto infantil de Fátima.

-¿De qué te ríes? -pregunto Fátima.

-De tu cara... y de tu vestido... y de tu peinado...

Fátima era en realidad un hombre y como tal, jamás se había vestido ni arreglado como mujer. Su cabello parecía un trapeador seco, enrollado como un nudo sobre la mollera y las puntas desaliñadas; su maquillaje era horrendo, sobras muy obscuras sobre los parpados, las mejillas parecían como las de un payaso, las pestañas se estaban cayendo, el labial se le escurrió como al guasón y las cejas bueno... ni hablar, tal como lo describió Rebeca: lucia peor que una niña de seis años maquillándose por primera vez; finalmente su vestimenta, para no variar, era ridícula, o al menos ridícula para atraer presas, hombres, clientes, tipos que estuvieran dispuestos a despilfarrar su dinero en una puta. Su vestido estaba recorrido a propósito hacia abajo, como si lo hubiera intentado recorrer Fátima, casi hasta las rodillas; en la zona del busto, de igual forma se veía recorrido, como si le hubiera dado pena enseñar tanto el busto y, con el sostén ni hablar, las copas le lastimaban los pechos porque las varillas estaba sobre ellos y no alrededor, mientras que los tirantes, todos chuecos, se estiraban casi sobre el omoplato y no sobre los hombros. Como no reírse de eso.

-Por Dios Fátima, eres una puta hecha y derecha, vestida de esa forma no conseguirás clientes, al contrario, los espantaras. Si lo que quieres es que Gonzalo te despida, olvídalo. Lo único bueno de este trabajo es que nosotras no conocemos ese mito del "recorte de personal". Haber, déjame ayudarte.

Rebeca se sentó a su lado y la ayudo a arreglarse. Fátima se miraba con desilusión en el espejo. Claro, el hombre que llevaba dentro estaba completamente humillado.

Le desato el nudo que se hizo en el cabello. Se lo plancho con las tenazas y le dio el toque mágico de unos roles al lado; le paso un trapo húmedo por el rostro y de nuevo la maquillo, dejando hasta el más mínimo detalle de pintura en su lugar: Fátima lucia hermosa. Una morena de ojos negros, cejas pobladas con un ceño sincero y facciones finas. Finalmente, Rebeca termino por enderezar el sostén, acomodar el escote y subir el vestido. Ahora sí, Fátima lucia provocativa, sensual y hermosa.

-Vaya, vaya -dijo entre sonrisas Rebeca. -Lo que hace el maquillaje. Veamos como luces, ponte de pie.

Fátima se puso de pie. En verdad lucia bien pero, algo no cuadraba del todo para Rebeca, por eso frunció el ceño.

-¿Dónde están tus tacones, mamacita, estamos a nada de salir a escena y tu sin tus tacones?

-No usare tacones -dijo tajantemente Fátima.

-¿Que dices? No puedes salir a la calle sin tacones, una puta sin tacones es como un desierto sin arena. Vamos -le arrojo Rebeca un par de tacones rojos. -Ten, ponte estos. Son míos, pero te los prestare por esta noche.

Fátima no sabía cómo usar los tacones, ni siquiera sabía como ponérselos. Rebeca la noto nerviosa y con problemas para atarlos.

-Dios mío Fátima, hace cuanto que no usas tacones -le pregunto Rebeca, ayudándola a atarse los broches de los tacones. Enseguida la ayudo a levantarse. Fátima casi se cae pero se pudo quedar en pie. Parece un bebe que por primera vez ha logrado sostenerse en pie.

¡Vámonos chicas!

Era Gonzalo, ya había encendido el coche, estaba listo para repartir a sus rameras. Unas llevaban destinos a un burdel, otras iban para diferentes puntos en las calles de la zona rosa y otras ya tenían reservaciones con hombres que pagaron miles por ellas.

-Vámonos Fátima, que si nos deja Gonzalo, ahora no solo te violara, te arrancara las tetas con sus manos.

Rebeca salió de la habitación corriendo, a pesar de que tenía puestos también unos tacones que, incluso parecían tener una plataforma mucho más alta. Mientras tanto Fátima se quedó de pie. Por fin se pudo sostener pero ahora el problema sería caminar con ellos. Dio un paso y sus pies se tambaleaban como un trapecista sobre la cuerda floja. Dio otro paso y luego otro más. Qué difícil es caminar con tacones. Pensó Fátima. Después de unos cuantos pasos más, tambaleo y cayo, casi se va de bruces contra la pared pero antes, logro meter las manos y, molesta se preguntó: ¿Porque a las mujeres les encanta usan estas mierdas?

Y la respuesta era obvia, la tenía en su corazón de hombre: "porque a los hombres nos encanta ver a las mujeres usando tacones, punto". Pero era hasta ahora cuando se dio cuenta de cuan difícil e agradarle a un hombre siendo mujer. Mira que usar como zapatos, una especie de huaraches con plataformas altas que te hacen caminar más lento y además te joden el tobillo y sus alrededores, por no hablar de las ampollas que días después le saldrían en los talones y, del cansancio que sintió en las pantorrillas y en toda la planta del pie, después de estar parada durante varias horas. Ahora valoraba lo que hacen las mujeres por ellos. Ese pensamiento lo alcanzo a escuchar Pedro, que desde hace buen rato no hacia otro avistamiento con Fátima.

-Vaya, te has dado cuenta por fin de que ser mujer no es tan fácil como tu pensabas -le dijo, al verla tirada de rodillas en el piso.

-Deja de hablar y ayúdame -le pidió Fátima a Pedro, estirándole la mano. Pero Pedro no la pudo ayudar por más que le estiro la mano, pues la viva mano de Fátima atravesó la espectral mano de su guía y volvió a caer al piso. -Ah sí, se me olvidaba que no puedes ayudar a los vivos.

-Así es -añadió Pedro escuchando el sonido del claxon del auto de Gonzalo que estaba a punto de marcharse sin ella. -Vamos Fátima, o Julián, o... como sea. El tipo ya está por irse y ya escuchaste a Rebeca, Gonzalo es capaz de arrancarte el busto con sus manos... y sin anestesia -le sonrió finalmente.

Fátima se levantó como pudo, sujetándose de la pared, como un chico que por primera vez está usando patines. Se puso de pie y se bajó el vestido.

-Gracias por la advertencia, se me olvidaba que siempre llegas en los momentos menos idóneos. Dime algo, ¿Siempre sueles ser tan imprudente?

-La mayoría de las veces -contesto Pedro. -Digamos que soy... como un bebe.

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Positivo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora