Trece

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El Chevrolet entra a una cochera obscura que se cierra automáticamente por detrás. Gonzalo le pide a Fátima que baje de la camioneta. La chica le obedeció y bajo de la camioneta lentamente, como una niña aterrada por el regaño que le espera de su padre por haber reprobado una materia. Gonzalo bajo de prisa y se aproximó hacia Fátima quien ni siquiera alcanzo a cerrar la puerta de la camioneta. Gonzalo la sujeto con fuerza de la muñeca. Casi se la destroza. La jalo y se la llevo por la fuerza hacia el interior de la casa que más bien era la morada de un montón de prostitutas que se venían despabilando el sueño todavía. Fátima las vio saliendo. Algunas con sus cabellos despeinados y otras haciéndose un chongo sobre sus cabezas, que más bien parecía una enorme cebollita cambray. Todas llevaban puestos aun, sus vestidos de noche, (las corbatas y los sacos que usan las prostitutas para trabajar) fruncidos y arrugados, con las huellas de las guerras que anoche, sobre la cama, al lado de un hombre extraño al que tal vez jamás volverían a ver, habían tenido que librar.

Gonzalo guio a Fátima hasta la cocina donde había una prostituta de cabello negro y ojos marrones, con un sensual lunar sobre sus labios, preparándose un emparedado de jamón con algo de lechuga para desayunar. Gonzalo le exigió que se retirara de inmediato. La chica se dio la vuelta, muy despacio, como si quisiera detenerse un momento para escuchar el chisme pero Gonzalo no pretendía dejar que alguna puta lo escuchara, así que la ayudo a salir de la cocina con un tremendo empujón.

-Que te largues te dije.

Gonzalo lucia alterado. Por eso Fátima se arrincono en la cocina hasta chocar con el pretil.

-Casi diez mil pesos, eso fue lo que me costaste, casi diez mil pesos. Sabes cuándo, ese hombre volverá a contratar nuestros servicios, ¡jamás! Porque le arruinaste su día. Eres una estúpida, eres la peor puta que he tenido.

-Yo no sabía que su esposa estaría allí -contesto fatimí con un hilo de voz. Agachando la mirada, parecía estar muy apenada, pero más bien estaba siendo humillada, mira que te digan que eres la peor puta...

-Pues pudiste haberte escondido, princesa, pudiste haber hecho cualquier cosa, menos aparecerte con tanta imprudencia -añadió Gonzalo.

-Pero te digo que yo no sabía que allí estaría su esposa -insistió Fátima.

-¡Y yo te digo que te calles! -contesto Gonzalo, propinándole una bofetada que casi la hace caer al piso a Fátima. Afortunadamente se detuvo con el pretil, justo en el sitio donde la otra puta había dejado el cuchillo con el que rebano la lechuga, parecía filoso. Un ligero roce sobre la piel de Gonzalo y le arrancaría el brazo, pensó Fátima. Y entonces, harta de tanto grito, lo empuño y se incorporó lentamente. Temblaba de coraje. Gonzalo la miro mientras le apuntaba con el cuchillo y lejos de asustarse le causo gracia su acción y se burló de ella.

-Quieres matarme con ese cuchillo. Toma -le dijo Gonzalo, facilitándole sobre el pretil el arma que llevaba debajo del pantalón. -Sea lo que sea que pienses hacer, hazlo ya.

Fátima soltó el cuchillo y envuelta en rabia tomo la pistola y apunto primero contra Gonzalo quien la incitaba a dispararle. Pero ella corrigió la dirección del arma y prefirió encañonarse a sí misma, pues se colocó el arma debajo del mentón. Fátima respiro muy agitada, tenía miedo, no sabía exactamente lo que hacía o lo que estaría por hacer. Estaba pensando en suicidarse, situación que Pedro desaprobaba agitando su cabeza de un lado al otro, mientras se aparecía (de repente, como siempre) y pasaba caminando frente a la puerta de la cocina.

Entonces Fátima recapacito al instante no pensaba continuar con esa barbarie, pero sabía que no tenía muchas opciones, así que oprimió el gatillo. Click. Y la pistola no disparo. Click, click, click. Oprimió el gatillo tres veces más pero sin suerte de que una bala le traspasara la garganta. Me lleva la puta madre. Pensó Fátima al darse cuenta de que la pistola no tenía balas en la recamara. Entonces Gonzalo enfureció y saco otra pistola que llevaba en el otro costado del pantalón. Esta si parecía tener balas porque parecía necesitar añadir algo de fuerza, Gonzalo, sobre su mano, al apuntarla contra Fátima, a quien le dijo:

Positivo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora