Julián paso la noche en el cementerio, frente a su tumba que, no aparentaba ser la última morada del gran abogado Julián Quintana que llego a ser. Había solo una piedra cuarteada, mal enterrada sobre el pasto que parecía secarse por los puñados de tierra que le arrojaron encima al ataúd. Sobre la piedra se había inscrito su nombre completo: Julián José Quintana Robles. 16/oct./1989 y unas cuantas flores de colores moradas amarillas, anaranjados y rosas que su madre durante el sepelio le dejo.
Prácticamente ninguna luz le alumbraba la noche tan escabrosa en el cementerio pero, Julián ya no sentía miedo por nada. A pesar de que a su alrededor seguían deambulando en medio de lamentos, otros espíritus vagabundos del purgatorio. Para el ya formaba parte de su nueva vida todo aquello. Entonces se apareció de nuevo el hombre de blanco con sus mismas ropas, era como si no se hubiera cambiado de pantalón y de camisa desde hace varios días. Se sentó al lado de Julián como para acompañarlo en medio de su dolor y su tristeza.
-Antes de que digas cualquier cosa -le dijo Julián al hombre de blanco. -Yo quiero saber tu nombre y que haces persiguiéndome.
El hombre de blanco le sonrió. Es increíble pero su sonrisa es aún más blanca que sus ropas.
-Llámame Pedro -contesto. -Y no, no soy el Pedro que te imaginas, el tipo que tiene las llaves del cielo. Yo soy un simple vagabundo al igual que tú, solo que yo no estoy condenado de la misma manera en que lo estás tú y toda esta bola de desdichados que ves a tu alrededor. Yo ms bien soy como un guía. Estoy destinado a guiar a estas pobres almas en pena hasta un descanso eterno celestial.
-¿Ósea que tú eres la persona que me puede llevar al cielo? -pregunto Julián asombrado.
-O al infierno -añadió Pedro. -Yo soy un alma en pena también, yo estoy pagando los daños que ate en la tierra y que hoy, debo pagar guiándolos a ustedes.
-¿Pero, qué hiciste tú, porque tienes que cumplir con esta condena?
-Yo no la llamaría condena, sino años de servicio -agrego Pedro con su característica sonrisa. -O siglos. Como sea, yo estoy aquí para llevarte a resarcir el daño que has causado tú, en tu vida.
-¿Pero cómo puedo redimir este daño?
-Mira Julián -contesto Pedro. -Eres un desgraciado, eso me queda muy claro pero, a la vez tienes mucho pinche, puta suerte.
-Gracias -le dijo Julián en un tono irónico. -Pero si al hecho de llegar al purgatorio a vagar le llamas suerte, no quiero saber a qué llamas desgracia.
-Veras Julián, eres un desgraciado, mal nacido por haber asesinado a dos seres inocentes y a una buena mujer...
-Pero no los asesine -contesto con la mirada perdida, como queriendo llorar, Julián. -Siguen vivos, lograron salvarse, solo se podría decir que atente contra ellos, pero no murieron. Yo la vi en mi sepelio.
-Ves cómo eres un pinche, puto suertudo -agrego Pedro. -Ese atentado, sin temor a equivocarme, debió ser motivo de infierno. Pero, para tu suerte, Paola y los gemelos se salvaron, por lo tanto estas en el purgatorio donde se te está otorgando una segunda oportunidad. A partir de aquí, de ti dependerá si te vas por una eternidad de vacaciones al cielo o al infierno.
-Pues entonces dime qué puedo hacer -pregunto Julián, impaciente, levantándose del suelo. Imaginando que, a pesar de los pesares, tenía frente a él, una luz de esperanza.
-Pues no lo sé. Dime tú, que crees que deberías hacer que podría resarcir el daño que le causaste a tu familia. Recuerda que yo no soy Dios, solo soy un guía.
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Positivo.
Teen FictionPositivo. Ese fue el resultado de la prueba. Ser mujer no es fácil, se necesitan cojones para mirar la prueba y aceptar y resignarse a procrear el hijo de un hombre al que ya no se ama. Pero ser hombre tampoco es cosa sencilla, se necesitan mas cojo...