Secret folder

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Anthony Stark.

Habían pasado dos días de aquella fatídica noche.

No recordaba gran parte de ella, pero sabía lo suficiente. Como que llamé a Steve para que se uniera a Banner y a mí, que vino hasta casa y le pagué el dinero por las fotografías que le tomé, y que hice beber a Bruce su propio mejunje. Eso fue un puntazo. Esa era la parte que recordaba con más claridad.

Steve se fue tras una llamada... Y Banner se fue con él.

El día anterior no había sido capaz de llamar a Rogers. Lo cual era bastante raro en mí... Bueno, capaz si hubiera sido, para qué mentirnos, pero pensé que lo correcto sería dejarlo descansar por un día. Así que, decidí llamarlo hoy...

—Buenas tardes, Stark. —Eran las siete de la tarde, de un sábado. Posiblemente el chico no estaría haciendo nada.

—Hola, Stevie —lo saludé—. Iba a llamarte ayer, pero pensé que sería mejor... no hacerlo. —Había estado todo el día pensando en cómo disculparme con él. El día anterior, Banner me mencionó una de las estupideces que había hecho con el chaval y sabía que no había estado bien. Pero había un pequeño problema, y es que yo nunca le pedía perdón a nadie, por lo cual era algo que no se me daba nada bien.

—Bueno, no pasa nada.

—Oye... Esto...

—¿Sí? ¿Qué pasa?

—Hmm... A ver cómo te digo esto... —Ambos nos quedamos en silencio por un momento— A ver, rubiales... Esto no se me da nada bien, debo admitirlo...

—¿Algo que no se le da bien, Stark? Me sorprende. —Sonreí para mí, y entonces fui capaz de decirlo.

—Quería disculparme contigo —Imaginé que al rubio le había impresionado oír eso—. Bruce me comentó algo que pasó y...

—No se preocupe —dijo él—. No importa. Pero me alegra que se haya disculpado.

Sonreí de nuevo. Sabía que eso cambiaría mucho las cosas en momentos en los que él tuviera que tomar decisiones relacionadas conmigo.

—Debía hacerlo —La cosa se había puesto demasiado seria, y eso no iba nada conmigo. Tosí y cambié de tema—. Bueno, Rogers, ¿has tomado alguna decisión sobre trabajar para mí?

—No he tenido tiempo de pensarlo, la verdad —dijo—. Pero tal vez acepte.

—¿En serio? —¿Iba a aceptar tan fácil? ¿Qué había pasado de repente?— No esperaba oírte decir eso, sinceramente.

—Imagino —Tras el teléfono, lo escuché reír. Me pareció una sonrisa demasiado tierna como para querer admitirlo en voz alta—. Aunque ya te disculpaste anoche... En cierto modo.

¿Ya lo había hecho?

Desde luego tenía que dejar de emborracharme, al menos delante del rubiales. Había conseguido que le pidiera perdón y eso no me gustaba nada.

—Eso no es nada agradable de oír —dije. Pero no me importó demasiado—. Entonces... respecto a...

—¿Si digo que sí, dejará de acosarme a llamadas? Porque si es así, puede que al fin y al cabo, no sea una idea tan mala. —De nuevo, volvió a reír divertido. Estaba hecho todo un payaso, hoy. Era extraño y al mismo tiempo tranquilizante. Temía tener que acudir a mis últimos recursos para ganarme su perdón, y eso no sería para nada fácil. Primero porque, debo admitirlo, soy bastante terco, y segundo porque él no era una persona que aguantara las tonterías de los demás, y yo podía decir y hacer muchas a lo largo del día...

—Si con eso trabajarás para mí, lo haré.

Esas palabras habían sonado algo desesperadas, o eso me parecieron a mí.

—Eres un chico muy guapo, rubiales. Las revistas se pelearán por tus fotos. —dije para disimular.

Abrí el primer cajón de la cómoda de color blanco de mi habitación, removí unos papeles y saqué la carpeta de mi colección de fotos y la dejé abierta sobre la superficie plana.

—Está bien, está bien —rió el chico—. Acepto su propuesta. Pero deje de decir esas cosas. —Pero mira que era tímido el chaval...

Volví a meter mi mano libre, la que no sostenía el teléfono en mi oído, y busqué las fotos que le había tomado a Steve, anteriormente. Las dejé sobre la carpeta abierta y me centré en la conversación con el chico.

—¿El qué? ¿Que eres guapo? Vaya, si que eres modesto, eh.

Él sólo emitió un sonido confuso ante mis palabras.

—Bueno, tengo que colgar —Mentí—. Tengo mucho que hacer hoy. Y eso que es sábado.

—Ah, ¿pero es que los ricos como tú trabajan de verdad? —Se burló.

—Más de lo que cualquiera cree —Sonreí, y me despedí por última vez de él en ese día—. Bueno, ya te llamo el lunes. Seguramente te haga nuevas fotos, ya te diré.

—De acuerdo —respondió ahora con seriedad—. Hasta entonces.

—Hasta entonces. —Colgué la llamada y lancé el móvil sobre mi cama.

Volví a centrarme en los documentos que tenía frente a mí, quedándome embobado en las fotos de Rogers.

En una de ellas, su mirada era profunda y seria, pero podía vérsele un poco relajado.

La segunda que tomé, era bastante parecida a la primera, sólo que en esta tenía el ceño, levemente, fruncido.

Sin embargo en las últimas que le había hecho, lucía con una sonrisa nada sincera. Yo le había dicho que sonriera, pero al no estar el chaval a gusto, las fotografías no habían grabado lo que realmente pedía a un rostro tan precioso como el suyo. Sinceridad.

Coloqué las imágenes unas detrás de otras, en orden según las había fotografiado, dejando la última la primera que hice.

Las dejé a un lado, fijé la vista en la carpeta de color marrón claro, y pensé Hay que añadir el nombre Steven Rogers a la lista.

My model [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora