It's not too late

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Epílogo

Habían transcurrido dos maravillosos años, en los que la relación de Steve y Anthony se había consolidado.

Tanto los buenos momentos como los malos, los habían convertido en una pareja que podía afrontarlo todo.

Ambos se daban todo el apoyo que el otro necesitaba, lo que los hacía ver cómo una muy bonita pareja a ojos de los que lo veían desde fuera, quienes los envidiaban por lo bien que se compenetraban y lo mucho que se reían con el otro, cosa que no todas las parejas tenían.

Tony se sentía el hombre más afortunado del mundo al tener a aquel chico rubio a su lado, aquel por quien fue capaz de dejar aquella obsesión por aquella carpeta, y por quién la echó al fuego, una noche de invierno, en su chimenea. 

A día de hoy, Anthony Stark era capaz de mirarse al espejo sin sentir ese odio que sentía hacia sí mismo. Ese odio que se tenía por no ser capaz de hacer las cosas correctamente y siempre hacer daño a terceros.

Él sabía que Steve no sólo lo había hecho feliz, sino que lo había hecho mejor persona. Lo había hecho crecer como ser humano, que era lo que siempre decía que haría pero nunca llegaba a cumplir.

Ambos habían empezado a convivir juntos.

Los padres de Steve lo felicitaron por encontrar a alguien que lo hiciera feliz, y con una gran sonrisa y muestras de afecto lo animaron a que se fuera a vivir con el chico, quien no hacía más que insistirle para que viviera con él.

A Steve sólo le quedaba un año de universidad, el cual se pagaba él con trabajos temporales que iba encontrando.

Varias veces Tony lo regañaba por no dejar que él le pagase los estudios. Quería que fuese lo más cómodo posible para él, pero Steve era bastante tozudo, y no quería que Stark se encargase de todos los gastos.

El castaño lo aceptó a regañadientes, al fin y al cabo no podía hacer nada para hacerlo cambiar de idea.

Cuando a su chico se le metía algo en la cabeza, era bastante improbable hacerlo cambiar de opinión.

[...]

Aquella mañana, después de que Steve saliese de casa para ir a clase, Tony recibió una llamada.

—¿Es esto en serio? —dijo quejándose de que no lo dejaran dormir— Suficiente que madrugo para prepararle el desayuno a Steve, que ahora también tengo que... —Alcanzó el móvil, que estaba en su mesita de noche, y vio en la pantalla iluminada quién era el responsable de su enfado— ¿Sí, papá? —contestó con desagrado.

—Hola, hijo. ¿Tienes tiempo para hablar?

La pregunta del hombre lo desconcertó un poco, lo cual hizo que su enfado disminuyera un poco, él no solía preguntarle tal cosa, simplemente lo reclamaba en el lugar que fuese.

—Supongo que tengo —dijo, haciéndose un poco el interesante—. ¿Sobre qué quieres hablar?

—¿Puedes venir a la empresa ahora?  Prefiero verte y comentarlo en persona.

No estaba muy seguro de saber qué debía responder a aquello. No le apetecía, en absoluto, pegarse ahora el viaje hasta allí.

Claro está que iría en coche, pero aún así...

—¿Tengo otra alternativa? —Tony realizó aquella pregunta, sin obtener respuesta alguna— Estaré allí en quince minutos.

[...]

Mientras Anthony pasaba el rato con su padre, Steve salía de clase para dirigirse a la cual ahora también era su hogar.

De camino a casa, vio en un escaparate una tarta que tenía muy buena pinta, aquello le trajo recuerdos de aquel instante en que Tony se volvía completamente loco en cuanto a la presencia del rubio se refería.

My model [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora