Beautiful face

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Anthony Stark.

Las siete y media y él ya estaba allí. Parecía que llevaba esperando horas.

—¡Eh, rubiales! ¿Estás preparado para las fotografías? —Estaba sentado en un escalón en la acera. Me miró desde abajo y se levantó de allí. Este chico parecía no tener expresión en el rostro. Asintió con la cabeza, sin decir nada.

—¿Te ha comido la lengua el gato?

Me miró con mala cara y se remangó las mangas de la chaqueta que llevaba puesta. No tenía nada que ver con lo que yo creía, pero me aquel gesto me había parecido amenazante. Como si fuera una señal de que me pegaría una paliza.

—¿Eres siempre así de desagradable con todo el mundo? —dijo. Yo sonreí. Me había hecho gracia, la forma en la que formuló la pregunta.

—No soy desagradable. Soy gracioso.

Por un momento me esperé esa risa sarcástica con la que la mayoría de gente me respondía cuando decía algo así. Pero no rió. Se mantuvo con el ceño fruncido, frente a mí.

—Bueno, señor silencios, será mejor que nos vayamos ya —Mis labios se movían más rápidos articulando las palabras, que mi cerebro al elaborarlas—. ¿Alguna objeción en subir a mi coche?

El chico negó con la cabeza. Pero su rostro decía todo lo contrario.

—Pues vamos. Por aquí. —Hice un gesto con el brazo, animándolo a seguirme. Escuché sus pasos tras de mí y me paré frente a mi Ferrari. Lo miré para ver su cara, y no parecía impresionado. Seguía con ceño, levemente, fruncido.

Fue a abrir la puerta del copiloto, pero él se me adelantó y entró.

Que desagradable es, pensé. Se libra porque es increíblemente atractivo.

Me fui hacia mi puerta y entré. Arranqué el coche y me dirigí hacia él.

—¿Te da igual si las fotos te las hago en un lugar íntimo o donde puedan verte pers...?

—Íntimo. No quiero que más personas me miren mientras me fotografían. Demasiado nervioso me ponen las fotos, de por sí.

Sabía la respuesta que me iba a dar, por eso lo pregunté. Si hubiera sabido que la respuesta era la otra, ni le hubiera preguntado.

Yo sonreí para mis adentros.

—Está bien —dije—. Ya sé dónde las haremos.

Había muchos lugares dónde podría tomar fotografías del rubio, pero había elegido uno en el que yo estaría más que cómodo.

Un pequeño estudio donde le tomaba fotos a Pepper cuando estábamos juntos.

Pero ya había pasado más de un año desde que rompimos. Seguíamos viéndonos a diario, ya que ella trabajaba para mí, pero no volvimos a hablar de ello.

En todo el camino, el chico que me acompañaba, no dejaba de mirar a través de la ventanilla. Me frustraba que no me mirase ni hablase.

Una vez llegamos, aparqué el vehículo y me detuve a mirarlo.

Él se giró, encontrándose con mis ojos, los cuales lo miraban con interés.

—¿Qué pasa? —preguntó. Yo bufé y salí del coche. Él me imitó de inmediato y cerró la puerta con demasiada fuerza. Guau... No quisiera tener que pelearme con esos brazos— Oiga, mi cara está aquí. —Sin darme cuenta me había quedado mirando su cuerpo.

—Sí... Una cara muy... —Iba a decir expresiva, pero la forma en la que me miraba, no era demasiado amistosa, así que cambié de palabra— Bonita.

—¿Eso significa que soy feo? Porque ha empezado la frase de forma sarcástica.

—Si fuera feo nadie quisiera fotografiarlo, Stevie. —¿Había gruñido o me lo había parecido a mí? No, alucinaciones mías. Pero con esas miradas que me dedicaba, difícil era no imaginarlo como un depredador.

—Hagámoslo antes de que me arrepienta.

¿Hagámoslo?

—¿Hacer... qué? —dije, con una sonrisa pícara. Él se detuvo a mirarme, y juro que creí que me golpearía. Se acercó a mí, demasiado, amenazante.

—¿Quiere dejarse de bromas idiotas, señor Stark? ¿O voy a tener que golpear esa perfecta cara de millonario?

Bueno, al menos le parece perfecta, me dije a mí mismo.

Tiré ,con suavidad, de la chaqueta de mi traje y me adelanté.

Escuché que el rubio me seguía, y eso fue suficiente para no darme media vuelta.

Abrí la puerta con una pequeña llave, que saqué del bolsillo, y dejé pasar al atractivo chico que me acompañaba.

Como buen observador que era, pude notar que estaba enfadado. Fruncía el ceño.

Me encogí de hombros y entré, cerrando la puerta tras de mí.

—Espero que no me entretenga durante mucho tiempo —dijo. Se había detenido, y había recargado todo su peso sobre el marco de una puerta que había al fondo de la sala—. Tengo una vida ahí fuera. Y hoy tengo planes.

—No te preocupes, Stevie —Me detuve frente a él, lo miré de arriba a abajo, y volví a sus ojos. Él gruñó al escuchar cómo lo había llamado—. Ups —Fue lo único que salió de mis labios—. Por un momento había olvidado lo soso que eres.

Abrí la puerta que estaban a unos centímetros de nosotros e hice un gesto para que entrara.

Él se quedó donde estaba.

—¿Qué hay detrás de las demás puertas? —me preguntó. Supongo que le había parecido raro, que de todas las salas que hay, lo haya llevado a la que más lejos estaba. La única razón es que las otras estaban preparadas para fotos más... picantes, digamos.

—Son salas como esta —Volví a señalarle para que pasara al interior de esta—. Es mi favorita para fotografiar a alguien. —Mentí para que se moviera de su sitio de una vez por todas.

Ambos entramos, por fin. Le señalé la silla que había en el centro de la habitación, para que se sentase. Él lo hizo.

—Está bien —dije. Me coloqué tras la cámara, sin dejar de observar al chico—. ¿Podrías quitarte esa horrible chaqueta? Si eso sale en la foto, nadie la querrá publicar en su revista.

El chaval se puso en pie, y se deshizo de la prenda. No le agradaba lo que le había dicho. De hecho, le gustó tan poco, que decidió lanzarme aquel trozo de cuero, color marrón, a la cara.

—¡Eh! Ten más cuidado. ¿Tienes idea de cuánto cuesta una de estas? —dije señalando a la cámara.

Pude notar cómo se controló. Estuvo a punto de decir algo, pero, en cambio, se sentó de nuevo y me dijo lo siguiente.

—Haga esas fotos. No aguanto un solo minuto más con usted.

Suspiré con fuerza, y pegué la cara a la cámara.

Iban a ser unas fotos, realmente, preciosas.

My model [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora