Don't go

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Steve Rogers.

—No. —respondí sin dudarlo.

Su rostro se quedó, completamente, inexpresivo por unos segundos, hasta que reaccionó de una forma que nunca llegué a esperar.

Una de sus manos atrajo mi cara hasta la suya para besar mis labios, mientras con la otra agarraba mis partes.

No me dio tiempo a pensar en nada. Lo único que hice, fue dejarme llevar por los impulsos. Así que lo golpeé hasta dejarlo caer al suelo y dejé el vaso del que bebía Stark en su lado.

—¡Haz lo que quieras, borracho capullo! —Y me levanté de allí, con las miradas, de los que estaban en el local, posadas en mí.

Oí los pasos de alguien seguirme. Unos brazos me agarraron y mi cuerpo se tensó, preparándose para golpear de nuevo. Pero cuando vi el rostro de Bruce, me controlé.

—No te vayas, Steve —me dijo. Y lo que parecía convencer no eran sus palabras, sino lo que reflejaban sus ojos—. Hace estas cosas... —Miró tras él, y ambos pudimos ver a Stark intentando levantarse, con un poco de trabajo, del suelo— Porque no sabe cómo comportarse cuando está mal.

Yo rodé los ojos, y me fijé en el barman, que había sacado un nuevo vaso para servir otra bebida.

—No hace falta que tengas que aguantarlo. Si quieres puedes sentarte a mi lado y no prestarle atención. Pero no lo juzgues.

Me encogí de hombros y él me sonrió.

Ambos volvimos por donde habíamos venido. El amigo de Anthony se sentó a su lado, mientras que yo agarraba mi taburete, rehuyendo de la mirada del millonario.

Coloqué el asiento junto al chico agradable y él volvió a sonreírme.

—Gracias.

Stark no dejaba de apartar sus ojos de mí. Y eso me ponía, realmente, furioso.

En silencio, inclinó el vaso, sobre sus labios, y dio un trago de aquel alcohol que podía sentir recorrer mi garganta, como si fuese yo el que lo estaba tomando.

Bruce se percató de que me faltaba la bebida, y cogió mi vaso para acercármelo.

Moví la cabeza en gesto de agradecimiento y yo también di un trago a mi bebida.

—Oye, Brucie, ¿qué vas a tomar? Aún no has pedido nada. —¿Es que a todo el mundo le ponía diminutivos de sus nombres o qué? Era desagradable escuchar su voz. Y más aún, después de ese beso...

—Tomaré lo mismo que Rogers. —vocalizó, tras echar una leve miradita al interior de mi vaso.

Anthony asintió y agitó una mano al hombre tras el mostrador para que se pusiera manos a la obra.

—Tony, ¿no te apetece que vayamos luego a otro lugar?

—No —respondió, después de mirarme—. Pero lo que sí podríamos hacer es... —Los ojos se le entrecerraron. Parecía estar pensando en las palabras que decir, pero lo que, verdaderamente, estaba pasando era que cada vez le costaba más pronunciar cualquier cosa— Un billar.

—¿Quieres jugar en ese estado? —Stark frunció el ceño y dijo la mayor tontería que podía decir un borracho.

—¿Qué estado?

Bruce suspiró. Colocaron su bebida frente a él, y este no dudó en dar el primer trago.

—Vamos entonces. —Extendió la mano, señalando el interior del local, donde habían dos mesas de billar.

Los tres nos levantamos, para dirigirnos al lugar.

A Stark le costaba andar erguido, y mantener el equilibrio. Su compañero quiso ayudarlo, pero no se dejó. Sin embargo, se agarró a mi cuerpo para que lo llevara.

Maldito capullo, esas palabras no hacían más que resonar en mi cabeza.

¿Qué le pasaba a este hombre? No lo entendía para nada.

Notaba su mirada, clavándose en mi cuello. No quería girarme a verlo. Sólo me limitaba a andar, con la carga de ese señor, sujetándome, como si el que estuviera a punto de caerse fuese yo.

Llegamos a la mesa, y aparté sus manos de mí. Él me miró de mala gana, pero no hice ni caso.

—¿Empezamos? —El fotógrafo egocéntrico movió, levemente, la cabeza, en un gesto afirmativo— Juega con Steve —dijo. Lo cual alarmó a todo mi cuerpo—. No quiero tener ventaja.

—No la tendrás —respondió el borracho. Mira que era orgulloso—. Además, este sólo me entorpecería.

Eso me molestó bastante, pero ignoré sus hirientes palabras. Sólo quería enfadarme y no le iba a dar el gusto.

—Bueno, pues empecemos entonces.

Bruce cogió dos tacos, le tendió uno a Stark y otro se lo quedó.

Echó un par de monedas en la ranura, y las bolas empezaron a moverse en el interior del objeto.

Como yo era el que estaba más cercano a la parte en la que se sacaban, fui yo quién preparó la jugada.

Luego, me alejé lo suficiente para que se pudieran mover alrededor de la mesa y me limité a observarlos.

Los movimientos de Stark resultaban graciosos. Eran una mezcla entre alguien que sabía lo que hacía y un chiflado que parecía que iba a desplomarse en el suelo cuando menos te lo esperases.

Anthony estaba metiendo bastantes bolas, teniendo en cuenta la cantidad de alcohol que llevaba encima era un gran mérito, aunque claro no sólo colaba las suyas, sino que las de Bruce también, lo cual no lo ayudaba a ganar. Y, evidentemente, no ganó.

Bueno, tampoco es que terminaran la partida, pues Stark se había caído al suelo, cuando a su compañero de juegos sólo le quedaba meter la negra.

Nos acercamos a él y lo sostuvimos entre los dos.

Bruce rió, contagiándomelo a mí.

—A veces sólo hay que hacer que se mueva para que deje de beber. Ahora dormirá como un bebé durante unas horas.

—Ya veo —dije, sin dejar de sonreír—. Deberías haberlo hecho desde un principio. —Bromeé.

Él soltó una sonora carcajada y ambos avanzamos a paso lento.

Pasamos cerca del barman, y Bruce dejó caer un par de billetes sobre el mostrador.

—Hey —le llamé la atención—. No pagues tú todo.

—Ya me invitarás la próxima. —vocalizó. Y me hizo caminar de nuevo para salir de allí.

—Eso está claro.

Una vez fuera, hablamos unos segundos en la puerta y él me dejó a solas con el pesado de Stark.

Iba a traer el coche.

My model [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora