What are we?

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Steve Rogers.

Mi madre me había preparado el desayuno esa mañana.

Le dije que tenía algo que hacer, y que, posiblemente, llegaría a la hora de almorzar.

"Igualmente, si no llego para comer, no te preocupes. Estaré bien"

Y

Le dije antes de salir pitando de allí.

Estaba lloviendo, y era esa la razón por la que había salido con tanta urgencia.

Me repugnaba la lluvia, siempre lo había hecho, y no me gustaba tener que salir de mi casa cuando el día amenazaba con retener al sol hasta que se cansara de inundar nuestras calles.

No me importó coger un taxi.

No era una persona que pudiese permitirse ese lujo a menudo, pero en casos especiales como estos, uno no podía depender de esperar autobuses. Y mucho menos de coger la bicicleta.

El viaje fue breve.

Cuando quise darme cuenta, el taxista me había avisado de que estábamos allí.

Miré la cantidad que tenía que pagar, saqué la cartera y le entregué el dinero.

Bajé del automóvil y me dirigí hasta la puerta de la casa. Menos mal que la lluvia había amainado y podía ir con toda la tranquilidad de no tener que mojarme. Porque a pesar de llevar paraguas, siempre terminabas mojándote de alguna forma u otra.

Llamé al timbre, esperando a que me abriera, fijando la mirada en el felpudo que tan vulgar me había parecido la primera vez.

La puerta de abrió, y su vez yo alcé la vista al interior, donde me recibía un Stark en camiseta de tirantas y calzoncillos.

No supe cómo reaccionar a eso, aunque tampoco es que me hubiese dado tiempo a hacerlo, ya que Tony había inclinado la cabeza para intentar besarme.

Le puse la mano en la cara y lo aparté hacia atrás.

"No sé qué mosca le ha picado" pensé.

—¡Eh! —Se quejó en cuanto aparté mi mano de él y me adentré en el interior de la casa— ¿Qué modales son esos? ¿No saludas a las personas cuando las ves? —dijo cerrando la puerta, con expresión de molestia.

—Hola, Tony. —articulé serio.

—Hm... qué romántico.

Más que molestarme su sarcasmo, me agradaba.

—¿Por qué tendría que serlo? Ni que fuéramos novios.

Hubo un silencio incómodo después de eso. Luego se sentó en su sofá, y yo lo imité.

—¿Para... qué querías verme? —pregunté, sin mirarlo directamente a los ojos.

—Eh... —Alcé la vista a su rostro, esperando a que terminara con lo que iba a decir— Bueno, supongo que tenemos que hablar de lo que sucedió...

—No hay nada de lo que hablar. —dije, frunciendo el ceño.

—¡Oh, vamos! Ahora me dirás que no disfrutaste...

—¡Calla! —articulé, sintiéndome incómodo— ¿Por qué siempre tienes que ser tan...?

Con una mano me cubría los ojos, pero aún así notaba cómo su vista se clavaba en mí.

—Vaya, vaya... Aquel día no parecías tan tímido. —Pude verlo alzar una ceja, en un gesto picarón.

Era o sonreír o pegarle una paliza. Opté por lo primero. 

—Te juro que jamás imaginé que podría llegar a pasar una cosa así.

Se acercó más a mí, posando una mano sobre mi pierna.

—Bueno, no estuvo nada mal, ¿no? —Desde luego, ¿cómo podía alguien ser tan egocéntrico y pervertido. Creo que este hombre tenía de todo— Quiero decir, acostarse conmigo tiene que ser asombroso.

Creo que la cara que puse en ese momento tendría que ser digna de enmarcarla en un cuadro.

—No exactamente —dije con intención de molestarlo—. Han pasado tantas personas por tu cama, que da la impresión de que cualquiera puede conseguirlo —sonreí divertido—. Las cosas de buena calidad, no todos pueden alcanzarlas.

—Exactamente tú no pasaste por mi cama —Se veía que decidió responder a eso, porque responder a lo demás, dañaba su ego—. De hecho, no podías esperar hasta llegar allí...

—Sí... Si llego a saber cómo iba a ser...

Si él quería jugar, íbamos a hacerlo.

Me dejé caer sobre el sofá, quedándome medio tumbado. A excepción de los pies, que seguían apoyados sobre el suelo.

—¿Si llegas a saber qué? —Alzó una ceja, mirándome con mala cara.

—¿Eh? —Levanté la vista hacia él y cambié de tema— ¿Tienes algo de beber? Me muero de sed.

Su mirada asesina cada vez se hacía más evidente.

—¿Tienes sed? —Era notable cómo crecía su enfado— Si quieres puedo dejarte en la calle y esperar a que vuelva a llover. Así tendrías agua de sobra.

Lo miré en silencio por unos segundos.

Analizando su comportamiento.

Le ponía nervioso que lo estuviese mirando y que ni siquiera reaccionara a sus palabras.

Sin poder evitarlo, comencé a reír a carcajadas, lo cual sólo hacía molestarlo más.

—Cállate, rubio insolente.

—¿En serio me estás llamando insolente? ¿Tú? No eres el más indicado.

Él se acercó a mí, sentándose sobre mis piernas, echándome todo su peso.

—¿Molesta? ¿Te incomodo?

—Eres un niño chico, Stark. Déjalo ya.

Él seguía con la tontería, y a mí se me ocurrió una magnífica idea. Dejarlo caer al suelo.

Me incorporé del sofá, estirándome de forma que perdiera el equilibrio de estar sobre mí.

Su cuerpo insistía en permanecer en el sitio, hasta que mi brazo lo empujó.

Lo miré sonriente.

—¿Ya está calmado, el niño?

—No me gustas nada. —articularon sus labios.

—Sí, ya veo... Me lo has demostrado muchas veces.

—Idiota... —soltó, acompañado de una sonrisa—Deberías besarme en compensación por hacerme pasar este mal rato...

—Hmm... Pensaré seriamente si te lo mereces.

Ambos reímos durante unos instantes, hasta que él formuló la siguiente pregunta.

—Entonces... ¿qué somos?

My model [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora