«I'll think about it»

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Steve Rogers.

Después de notar la cabeza de Stark demasiado cerca de mi entrepierna, lo último que me hacía falta es que se abrazara a mí.

¿Por qué me pasaban estas cosas a mí?

Ni siquiera seguí intentando apartarlo. Miré a través de la ventana, y me perdí en la oscuridad de la noche, que había llegado más rápido de lo que me hubiese esperado.

¿Tanto tiempo había transcurrido desde que Stark hizo la llamada para localizarme?

Al parecer así era.

—Bruce, ¿está muy lejos...?

—No —respondió antes de que terminara de formular la pregunta—. En breve estaremos allí.

El hombre me dedicó una breve mirada, por el retrovisor, y luego volvió la vista a la carretera.

Seguramente había visto cómo Stark me mantenía entre sus brazos. Como un koala que se agarraba al tronco de un árbol.

Unas ganas intensas de despertarlo me inundaron.

Me sentía muy incómodo en esa situación y quería que se mantuviera alejado de mi cuerpo.

De repente el conductor frenó de golpe, alguien de le había cruzado por delante como un loco, y como consecuencia el millonario egocéntrico casi se cae al escaso suelo del automóvil.

—¡Maldita seas, Bruce! —farfulló— ¡Eres un incompetente!

El nombrado sonrió como si aquello lo hubiera planeado.

—No controlo a quién se mete de por medio, Tony —dijo—. Y deja de agarrarte tan fuerte al chico, que consigues incomodarlo.

Creo que me sonrojé.

No esperaba un comentario como ese. Me hizo sentir avergonzado.

—¡Yo hago lo que quiero! —Anthony volvió a colocarse cómo estaba a excepción de ese abrazo que me había estado dando segundos atrás. Se mantenía con los brazos cruzados, mirando, con expresión de molestia, hacia el techo del coche.

—¿Por qué tan enfadado? —le pregunté, y aunque sonaba a burla, no era lo que deseaba reflejar. Suponía que estaba así por el efecto del alcohol, que podía hacer que una persona de enfadase por la cosa más simple del mundo. No creía que hubiera un motivo real.

—A ti qué te importa, rubiales —Una suave risita salió de los labios de quién conducía con cierta tranquilidad—. ¿Y tú de qué te ríes ahora? Como vaya ahí delante... —Y se calló en ese instante.

—No quieres venir aquí —articuló el amigo del hombre egocéntrico que acostumbraba a emborracharse—. Y lo sabes perfectamente.

Aquello me confundió.

—¿No, Steve? ¿Acaso no te dijo que quería ir detrás?

—Sí —afirmé—. Así es.

Stark, que había estado tensando la mandíbula cuando había empezado a hablar su amigo, pareció relajarse por completo.

—Ahora estate calladito, y espera a que lleguemos a tu casa.

[...]

Allí estábamos.
Una maravillosa casa por fuera, y suponía que sería mejor aún por dentro.

Bruce y yo sosteníamos el cuerpo sin fuerzas de Anthony.
Él decía que podía llegar solo hasta la puerta, y no lo dudábamos, ese hombre podía conseguir lo imposible, pero aún así no lo soltamos.

Nos adentramos en el lugar, y como había imaginado, era aún más impresionante desde dentro.

Desde fuera no había podido apreciar gran cosa, ya que la luz de la luna no era tan fuerte como la artificial que se hacía visible en el interior de la casa, pero pude ver suficiente para darme cuenta de que tenía una gran casa.

Optaba de una decoración moderna y bastante simple, pero sin perder la elegancia en cada objeto delicadamente colocado en sus respectivos lugares.

El suelo de la sala de estar, a la que habíamos llegado tras atravesar el pequeño recibidor, era de parquet.

En medio del lugar, había un pequeño sofá blanco, que casi parecía un sillón por su tamaño, colocado frente a una chimenea, sobre esta había un cuadro en el cual aparecía un dibujo de una persona ficticia de perfil, quién parecía estar andando.

Bajo el sofá, había una moqueta de color más claro que el suelo, y sobre esta también había dos asientos más y una pequeña mesita redonda de cristal.

—Puedes sentarte —La voz de Stark me sacó de mis pensamientos—. Vamos, Stevie. —Dio un par de palmaditas a su lado, ya se había sentado en el sofá, para que me uniera a él. Y así lo hice.

—Tiene una bonita casa. —dije, mirando a mi alrededor. Maravillosa, debí decir.

—Algún día te la enseñaré —Volvió la vista al frente y siguió hablando—. Entera. Te encantará.

—Seguro que sí. —respondí.

—¿Puedo? —Señaló mis piernas, y entendí a qué se refería— No hay mucho espacio aquí...

Antes de que dijera nada más, había asentido con la cabeza. No sabía porqué lo había hecho. Quizás, simplemente, no tenía ganas de discutir con él.

Situó su cabeza sobre mi regazo, y esta vez no me sentí incómodo.

Bruce había desaparecido. Según creí oír, mientras admiraba el interior de la casa, iba a preparar algo para Stark. Algo para aminorar la resaca que pronto lo asecharía, si no lo hacía ya.

—Lamento... si te he hecho sentir incómodo en algún momento... A veces...

Yo sacudí la cabeza hacia ambos lados.

—No importa, de veras.

—¿Estas seguro de eso?

—Sí. —respondí al mismo tiempo sonreía.

—¿Eso significa que seguirás trabajando para mí? —Yo fruncí el ceño.

—No, no significa eso.

—Lo imaginaba —dijo, volviendo a apartarme la mirada—. Lo imaginaba. —repitió.

—Pero podríamos seguir viéndonos. En cuanto yo tuviera tiempo, claro. Porque entre los estudios y el trabajo...

—Déjalo —dijo—. Despídete de ese trabajo, y trabaja para mí como modelo.

—¿Qué? —No creía que hablara en serio. Debía ser el alcohol, claro que sí.

—¿Quién te paga más? —Sus ojos volvieron a encontrarse con los míos, esperando recibir una respuesta deseada.

—Por el momento usted no me ha pagado. —Con aquello sólo pretendo ser sincero, nada más. Pero él se sintió ofendido.

—¡Bruce! ¡Tráele al chico el dinero! ¡Ya sabes la cantidad y de donde cogerlo!

—¡Enseguida voy! —respondió desde la lejanía.

El hombre no tardó en venir con un sobré en la mano. Me lo tendió y lo abrí para mirar el interior.

—¿Qué me dices ahora?

Y después de unos segundos de silencio, dije una tontería.

—Me lo pensaré.

My model [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora