{Capítulo 5}:

92 8 10
                                    

Cogí mi bolso y me levanté para irme.
No me podía creer que haya picado de esa manera.

—¿A dónde te crees que vas?—Susurró alguien en mi oído, a la vez que me tapaba los ojos. Me asusté, me quedé inmóvil.

—Pensé que no vendrías.—Inesperadamente salió de mi boca.

—Lo siento por llegar tarde. Tuve un imprevisto.—A penas se escuchaba la voz ya que eran susurros, pero se distinguía claramente que era masculina. No era Young cómo yo pensaba.—Ya veo que viniste.—Dijo cerca de mí y mi piel se estremeció por alguna razón.

—No tuve otra elección.—Él se rió

—Y dime.—Se acercó mucho más a mí, dejando muy poco espacio entre nosotros.—¿No sabes en serio quién puedo ser?—Yo negué con la cabeza.—¿Y tienes ganas de saberlo?

Yo me quedé callada, no sabía que decir. Él volvió a reír.

—Bueno, no te haré sufrir más, aunque te confieso que me gusta verte así, asustada, indefensa...—Me volvió a susurrar, totalmente divertido. Me molesté.—Tranquila, no vengo a meterme contigo.

—¿Quién demonios eres?

—Date la vuelta.

Me di la vuelta a la vez que él me quitaba las manos de los ojos.

—¿Tú eres imbécil? ¿O qué te pasa?—Le reclamé al ver de quién se trataba.—¿Te crees gracioso?

—Jimin: No. Nada. Y sí.—Respondió—¡Qué asustada estabas!—Me señalaba atacado por la risa.—Eres tan idiota y patética...

—Mira, si me vas a citar aquí para reírte llama a otra, no a mí, imbécil.—Me di la vuelta para irme, pero él me detuvo.

—Jimin: Hey, tranquila, que vengo en son de paz. No vengo para reírme de ti, ya te lo dije.

—Sí, claro... ¿Qué quieres, si se puede saber?

—Jimin: Claro que se puede. Vengo a que trabajemos.

—¿Cómo?

—Jimin: Sí. Por si no te acuerdas estamos juntos en el proyecto. ¿A qué te crees que venía si no? ¿A ver tu cara?—Rió de nuevo.—Tú me dijiste que cuando yo quisiese podríamos quedar, ¿no?—Yo lo recordé.

—Ah, ¿y no se te ocurre avisarme nada más y nada menos que por anónimo?

—Jimin: Así hago yo las cosas, especiales. No finjas que no te gustó, sé que te encantó, nena.—Sonrió orgulloso y fue hacia la puerta de aquella biblioteca.

Fui detrás de él. En fin, cuanto antes mejor, pensé.

Llegamos a la puerta. Él abrió e hizo una reverencia bastante ridícula indicándome que pasara. Le miré con todo el asco del mundo.

—Jimin: En fin, tú misma.—Hizo un gesto con la mano y entró dejándome atrás.

—Buenas tardes, chicos. ¿En qué puedo ayudaros?—Dijo una mujer que estaba en el mostrador.

—Buenos tardes.—Habló Jimin, haciendo una pequeña reverencia al igual que yo.—En nada, gracias. Venimos a estudiar.

—Mujer: Oh, está bien. Sólo apuntad vuestros nombres y podréis entrar.

—Jimin: De acuerdo.—Cogió el bolígrafo.—Listo, te toca.—Me miró haciendo ojitos y me cedió el bolígrafo.

Sin muchas ganas le miré y después de unos cinco segundos cogí el bolígrafo de mala manera y me puse a escribir. La mujer se nos quedó mirando.

Entre el amor y el odio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora