{Capítulo 32}:

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Di unas cuántas vueltas en la cama y sin resultado, miré al techo. No dejaba de pensar en él.

Me puse mis zapatillas y salí de mi habitación.

Al llegar a su puerta, toqué y se escuchó un «adelante». Entré y lo encontré sentado en el borde de la cama, llevaba puestos sólo los pantalones de pijama, típico en Jimin, para él el frío no existía. Parecía que le pagaban por mostrar sus abdominales.

Me senté en el sillón que había en frente de él. Él levantó la mirada y me miró por un instante, después siguió con la venda que tenía en la mano.

-Jimin: ¿No deberías de estar ya dormida? Es tarde.

-Lo sé, pero no podía dormir.

-Jimin: Y viniste a verme ya que estabas preocupada...

-Sí-contesté y a él se le dibujó una sonrisa.

-Jimin: Qué alarmantes que sois las mujeres, es preocupais por nada-volvió a jugar con la venda.

-Jimin, esto es serio. No te rías. Ese hombre iba armado, podría haber pasado algo malo.

-Jimin: Pero no pasó, así que ya deja de preocuparte.

-¿Sabes? Siempre me he preguntado cómo es que tienes ese valor de enfrentarte contra otros, la manera en la que corres, peleas o esquivas golpes... Es como si estuvieras entrenado para ello. Parece como si fueras un agente secreto o algo por el estilo.

Observé su rostro iluminado por la lámpara de la mesita, la cuál alumbraba su habitación y permitía ver algo, entonces él cruzó su mirada con la mía, y sin responder a mi pregunta, la quitó rápidamente, como si tratara de evitarla.

-Veo que tu ceja no ha parado de sangrar aún-hablé haciendo caso omiso a su extraña reacción.

-Jimin: Lo sé, estoy intentando curarme, pero no puedo. Es inútil, ni si quiera puedo mover mi brazo. Estoy hecho mierda.

-¿Quieres que lo haga yo?-él me asintió y me senté a su lado.

Cogí un trozo de algodón y lo humedecí. Puse el algodón en la ceja herida y él frunció el ceño, pero no se quejó.

-Jimin: Es la segunda vez que me curas...-dijo rompiendo aquel silencio incómodo entre nosotros.

-¿Cómo olvidarlo? La primera vez que te curé fue cuando me salvaste la vida. Si no hubieras llegado a tiempo esos tipos me hubieran violado y a saber qué cosas más...-dije recordando aquel trago amargo.-Fuiste como un héroe para mí, por eso te estaré agredecida toda la vida...

-Jimin: No tienes que darme las gracias-me miró tiernamente.

-Ay, Jimin... ¿Cómo es que lo haces que siempre acabas metido en líos? Mira cómo terminas-me preocupé y miré su ceja.

-Jimin: Para mí esto no es nada.

-No lo dudo, eres todo un profesional en el asunto, chico malo...-rodé los ojos.-De todas maneras mañana deberías de ir al médico para que te vea... Bueno, ya terminé con la herida de tu ceja. ¿Dónde más te duele?

-Jimin: No quiero darte más molestias, lo que hiciste ya es suficiente. Gracias.

-No me molesta curarte.

-Jimin: De acuerdo. Me duele el hombro, aquí-señaló su hombro el cual había mencionado antes, lo toqué y él se quejó del dolor.

-Ya veo...

Cogí una pomada y eché un poco por su hombro con cuidado de no hacerle daño. Me sentí intimidada por el silencio que se había formado y cómo me miraba.

Entre el amor y el odio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora