{Capítulo 1}:

247 13 8
                                    

—¡No, papá!—Me levanté del sofá, sorprendida y algo molesta por lo que me había comunicado. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos.

—Así será, no hay nada más que discutir.

—No quiero irme, ¿¡cómo podéis hacerme esto!?

Mi vista se nubló y antes de que pudieran decirme nada más salí corriendo, dando un portazo detrás de mí.

Salí sin saber a dónde iba a parar. Quería perderme, tal vez desaparecer.

Llegué a la costa de la playa, me senté en la arena y rompí a llorar.

Tenía varias llamadas perdidas en mi teléfono móvil, pero me negué a contestar, así que lo apagué. Quería estar sola.

Ya habían pasado unas horas, las suficientes como para pensar con claridad. No podía creer lo que estaba ocurriendo. De repente dejarlo todo, es difícil...

Estaba atardececiendo así que decidí irme, ya algo más tranquila.
Llegué a la casa y abrí la puerta suponiendo lo que pasaría, preparándome para recibir toda la bronca que me echarían.

—¿Dónde te habías metido?—Me atacó nada más entrar mi padre.

—Nos tenías preocupados, Ji—agregó mi madre, levantándose del sofá, algo alterada.

Estaban tensos. Parecía que estaban esperando mi llegada, aunque yo traté de evitarlos y seguir el camino hacia mi habitación, sin decir ni una sola palabra.

—¿A dónde te crees que vas? ¡Te estoy hablando, niña!—Dijo agarrándome bruscamente del brazo y yo volteé a mirarlo.—¿Te crees que puedes salir por ahí, desaparecer por horas y llegar como si nada?—Me empezó a gritar.

—Sólo quise salir a despejarme, ¿acaso ya tampoco puedo hacer eso?—dije desesperada.

—¡No me hables en ese tono!—elevó su voz.

—¡Me estás haciendo daño!—Me quejé por la fuerza que hacía en mi brazo.

—Suéltala ya, John, la estás lastimando—intervino mi madre para apaciguar la situación.

—Tú no te metas, y no la defiendas mucho menos.

—Pero ya está en casa así que no discutamos más. Por favor, ya es suficiente.—Mi padre se quedó callado por un momento y lentamente dejó de hacer fuerza en mi brazo y me liberó.

—Sube a tu cuarto, ¡inmediatamente!

Me limité a obedecerlo y caminé hacia el pasillo, llena de rabia.

Entré en mi cuarto y dejé caer mi cuerpo en la cama.
Estaba furiosa y sobre todo tenía un nudo en la garganta que sólo podía deshacer de una forma, llorando.

Pasaron unos días...

—Ji, tus amigas han venido. Están en el salón, esperándote.—Apareció en mi habitación.

—Ya voy, mamá, estoy guardando mis últimas cosas...

Cogí la fotografía que había en la mesilla de noche y la observé. En ella aparecíamos mis amigas Maura, Nico y yo, y tendríamos como unos seis años en esa época.

Entre el amor y el odio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora