Capítulo 10.

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Una vez en el aeropuerto de Toronto, mi madre pidió un taxi y le dio una dirección que no era la del hotel.

Al cabo de un rato habíamos llegado a un inmenso chalet en una urbanización en el centro de la ciudad. Era de dos pisos, de fachada blanca, tejado de pizarra y un enorme jardín. ¡Incluso teníamos porche!

- Chicas - dijo mi madre - Bienvenidas a nuestra nueva casa.

- Y yo que pensaba que no teníamos una todavía... - le dije - Tú y tus sorpresas. Al final me voy a acostumbrar. - le di un beso sonriendo y bajé del taxi.

Para mi sorpresa, todo estaba decorado al detalle tal y como estaba en nuestra casa de Madrid.

- Para que os sintáis igual de cómodas que siempre - dijo mi madre con una sonrisa al ver nuestras caras - Aunque si queréis remodelar algo, solo tenéis que decírmelo.

- ¡Mamá! - grité desde el piso de arriba mientras deshacía mis maletas - ¿Dónde está el arma... ¡Aaaaaah! - grité de nuevo - ¡No me lo creo! ¿Tengo un vestidor?

- Cada una tenemos el nuestro en la habitación. - dijo mi madre desde abajo. - La puerta del tuyo es el espejo, Val. Si le das al segundo interruptor, se abre.

- ¡Ya me he dado cuenta! Es increíble, mamá. - dije bajando corriendo para abrazarle. Uno de mis sueños era tener un vestidor.

Eli hacía bastante rato que no hacía ruido. Seguramente habría movido su cama al interior de su vestidor para quedarse a vivir ahí el resto de su vida. Teníamos la promesa de no ver el resto de la casa hasta que todo estuviera colocado, así que cuando acabé con mi cuarto, me tumbé en la cama y llamé a Justin.

Habíamos estado hablando por teléfono los días en los que estuve en Madrid porque claro, me fui sin avisar y su cara debió ser un poema al ir al hotel y ver que había desaparecido. Así que una vez que me llamó él, fue imposible dejar de hacerlo el resto de días.

- ¡Hola! Ya he llegado a Toronto - le dije en cuanto descolgó el teléfono - ¿Puedes quedar?

- Ahora mismo no, Val. - me dijo. Estaba especialmente borde.- ¿Paso luego a buscarte al hotel?

- De eso quería hablarte... ¿Te pasa algo Justin? - pregunté un poco mosqueada.

- No, no... Mejor hablamos luego ¿Vale? Adiós. - y colgó. Así, sin anestesia.


- Mmm... Vale. - pensé - ¡Qué alguien me explique qué está pasando, por favor!

Nunca digas nunca. Historia de una Belieber.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora