Capítulo veinte.

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  Estábamos en su casa. Solos. En absoluto silencio. Aunque escuchaba los latidos de mi corazón. Él me ponía nerviosa. Y yo a él. Él no se inmutó a nada más que llevarme a lo que era un sofá. Yo no hice nada más que sentarme. Y perdí la conciencia, sin acordarme para qué vine.
–______... –llamó. –Te debo una disculpa. Nunca te dije nada. –esperé un momento, pero lo único que volví a escuchar fueron sus respiraciones.
–No me interesa, Justin. –le dije tranquila. –No me importa ahora. –Sabía que estaba frunciendo el ceño, confundido. Yo me sentía igual, por la seguridad que salían mis palabras al hablar.
–¿Qué? –preguntó. –¿Entonces... qué sucede? –su voz preocupada, me hizo suspirar.
–¿Podrías...? –me corté por un momento sin saber si era correcto decirlo. Si era correcto hacerlo. <<Con el corazón>> me regañé interiormente – ¿puedes abrazarme, Justin?
Mi corazón dio un brinco. Fue como si se agrandó. Como si el tiempo se detuvo. Como si todo se apagó, y se volvió a prender.
Un cortocircuito. Pero el más hermoso de todos.
Estar entre sus brazos, parecía ser lo mejor del mundo. Protección, temor y amor –de mi parte–, se mezclaban en una mezcla hermosa... y peligrosa.
Lo amaba. Lo quería lo suficiente como para extrañarlo por siempre. Tenía derecho a extrañarlo, quererlo y amarlo. No importaba lo demás, justo ahora no lo hacía. Yo lo quería, y ese abrazo era lo suficiente para mí.
No me había dado cuenta, que por mi mejilla ya corría una lágrima, que continuó su camino hasta el hombro desnudo de él, donde mi cabeza descansaba. Con una mano, saqué mi anteojo y lo tiré lejos, sin importarme. Y volví a abrazarlo por la espalda, enredándonos entre cuerpos. No quería separarme; sólo quería sentirlo cerca antes de que me arrepienta.
–No llores. –susurró cerca de mi oído. Las mariposas abundaron mi estómago. –No quiero que lo hagas. No merezco tus lágrimas. Quiero verte feliz, ______, no quiero verte llorar. No sabes lo hermoso que sonríes, ni lo mal que me hace verte triste. No me merezco tus lágrimas. Fui un mentiroso antes... pero prometo no volver a serlo. Eres tan importante para mí, que me asusta; perdóname. Por favor.
–No puedo perdonarte –dije entre lágrimas –no me siento consciente de hacerlo, Justin. –respondí en susurros, también.
–Prometo no volver a dañarte. Prometo explicarte todo. Prometo cambiar. Prometo... empezar de cero. –intentó. Sonreí con nostalgia, mientras besaba su hombro.
–No prometas lo que no harás, Bieber. –suspiré. –Solo quiero que me abraces, y... por primera vez en tu vida... intentes quererme lo suficiente. –le dije. Mi voz suave y clara.
–Lo hago. –sabía que mentía. Pero esa mentira rellenaba mis pulmones, para emocionarme y callar mi orgullo.
–Entonces, bésame. –impuse sin pensarlo. Sabía que él estaba confundido por mi brusco cambio de actitud; pero no importaba.
Nada importaba ahora.
–¿Qué hiciste con mi _____ Denninson? –preguntó, con su voz en un susurro.
–Solo está actuando con el corazón. –respondí sinceramente, sin despegarme un poco de él.
En lo que parecieron minutos, me hizo separar de su hombro con lentitud máxima; ahuecó mi rostro entre sus manos, limpiando con sus pulgares el resto de lágrimas. Su respiración se mezclaba con la mía y mi corazón iba a salir del pecho.
–Perdón... –susurró cada vez más cerca. Su respiración sonaba más cerca, más... más.
Mierda.
Sus labios.

Un beso. Dos besos. Cinco besos. Perdí la cuenta, doble mierda.
Sus labios eran tan hinoptizantes y tan ambiciosos. Amaba sentirlos sobre los míos; amaba que esté cerca de mí; deliraba con cada caricia en mi cintura. Amaba todo. Sus labios pasaron a mi clavícula, bajando y a su vez, dejando un sonoro ruido en ellos; era tan placentero, que me obligaba a tirar la cabeza para un lado, o para atrás. Una gran debilidad, una nueva. Y volvió a subir por donde bajó, colocando sus expertos labios sobre los inexpertos míos; mis manos acariciaban su nuca, luego el extremo de sus hombros llegando a su ancha espalda, dejándome sentir la superficie de sus tatuajes.
–_____, no... –susurró con la voz ronca. Volví a besarlo con ganas. –No podré detenerme, sí... –pero yo quería hacerlo.
–Nadie dijo que tendrías que detenerte. –dije también, con la voz ronca. Con mi dedo índice, tracé una figura imaginaria a lo largo de su tatuaje, en su brazo. –¿Un tigre? –pregunte al sentirlo. Él murmuró un 'Uhm' como asentimiento. Sonreí tímidamente. –Quiero hacerlo, Justin. –solté de repente, nuevamente.
Un nuevo carraspeo de garganta, fino y confundido.
–¿Qué? –preguntó.
–Quiero hacerlo, contigo. –repetí de la misma forma. Sabía que me miraba, y que yo tenía las mejillas completamente rojas.
–¿El qué? –su tono juguetón me sorprendió. Quise reír, pero estaba lo suficiente nerviosa como para no hacerlo.
–No te hagas el tonto. No quiero decirlo. –dije con la voz vergonzosa. Él lanzó una carcajada divertida, y besó mis labios cortamente.
–¿Quieres hacer el amor, conmigo, _____?
Mi Christian Grey favorito, estaba frente a mí. Me quedé sin aire, respirando dificultosamente recordando rápidamente al libro. Mi estómago se volteó y mi garganta se cerró.
–Sí. –simplemente contesté, sin saber que decir. Estaba lo suficiente avergonzada como para decir algo más.
Me había prometido no caer nunca a sus pies... y mírenme ahora, compartiendo el mismo aire, fuera de las cámaras y solos. Y en segundos... compartiendo sábanas.

–Te haré ver... –murmuró mordiendo el lóbulo de mi oreja. Seductor y hermoso.
–Me gustaría probarlo, de nuevo. –respondí de la misma forma, llena de lujuria, emoción y... amor.

{••••}

Me desperté enredado con las sábanas de mi cama, seda azul y celeste. Sentía un poco frío al ambiente, pero un pequeño cuerpo estaba bajo mi brazo, es decir, un sedoso cabello usaba como almohada a mi brazo derecho. Abrí los ojos con lentitud y la observé; tiritaba de frío dormida, su pelo despeinado esparcido por todos lados, llegando a cubrir todo mi brazo, su cara relajada, su boca abierta y su cuerpo casi destapado completamente en la parte trasera, dejándome ver, una vez más, su trasero descubierto, parte de sus piernas y espalda, ya que estaba dormida de costado a mí, mirándome. Reprimí una carcajada, pero no pude contra la sonrisa que sin querer se expandió sobre mi rostro.
Se veía hermosa.
Por más de que lo de ayer no fue nada de lo normal para mí; que el contacto de sus labios con los míos no ocasionaba nada, sabía que en ella sí. Y no le diría que no. También la había extrañado, no en ese sentido, pero como amistad lo había hecho.
Me levanté de la cama con sumo cuidado. Dejé una almohada en el lugar de mi brazo, y ella se adecuó al instante. Me puse bóxer, y un pantalón que usaba como pijama para ir a la cocina y cocinar algo. Moría de hambre, ya que anoche no pude comer. Opté por unos Omelette de jamón y queso, era lo único que me salía bien.

Un ruido en la habitación, me hizo pensar que _____ estaba despierta. Y así fue. Apareció segundos después, casi vestida con su camiseta al revés y pantalones mal ubicados. Reí sigilosamente.
–Buen día. –dije con una sonrisa, mirándola. Su pelo despeinado y su atuendo, me parecía lo suficiente adorable.
–Hola. –saludó sin ni siquiera sonreír falsamente. Quité mi vista de ella, para servir mi especialidad en los platos. –¿Es comida? –preguntó.
–Síp... Omelette. –completé.
–Espero comas bien... debo irme. –dijo y estiró el brazo, buscando alguna pared supongo. Se sostuvo sobre ella y empezó a tantearla buscando su bastón.
–Ya cociné, _____ –renegué.
–Debo irme, lo siento. –sabía que tenía vergüenza.
–Si es por lo de ayer... –me interrumpió.
–No hice nada de lo me arrepienta, Justin. –respondió fríamente. La típica _____, la aburrida y anticuada, había aparecido. –Sólo estoy cumpliendo mi apuesta. –sonrió falsamente.
Había dicho tantas apuestas en mi vida, que no recordaba la que había hecho con ella. Fruncí el ceño, profundizándolo más.
–¿Qué apuesta? –pregunté. Tomé los platos, y los llevé a la mesita del bar.
–Si no lo recuerdas... mejor. Debo irme. ¿Me dices donde están mis cosas? No conozco tu casa. –Lo dijo como si nada, como si nada era importante.
–____, hablo en serio. –Contesté con voz fría y severa. Se encogió de hombros.
–Yo también.
–¡Dime qué mierda te sucede ahora! –grité en un grito no tan elevado, pero tampoco despacio. No se movió tampoco.
–Nada. –se removió tranquilamente. –Quiero irme.
–Maldita sea, _____, ¿qué pasa? –caminé hacia ella y en el intento de agarrarla, caminó para atrás sin desconfiar del piso.
–Dijiste que era un juego. –Dijo ella chocando, levemente, su espalda con la pared y seguido de eso, sonrió con cinismo. –Esto es un juego para mí. –Entreabrí la boca en sorpresa.
<<¿Qué mierda le pasaba?>>
–Soy ciega, Justin... pero de una forma u otra... –esperó unos segundos– veo y siento. Sé que no te importo... sé que no soy nadie para ti... sé muchísimas cosas de ti –escupió con resentimiento. Su voz estaba calmada, pero inundadas en furia que todavía no se desataba.
–Sí me importas... –interrumpió.
–Si vas a hablar para mentir... no me interesa. ¿Escuchaste? ¡No me interesa! –exclamó furiosa, enojada y con sus ojos casi saliendo chispas. –¡Estoy cansada de tus mentiras! ¡Estoy cansada de tus regalos! ¡Estoy cansada de seguir buscándote siempre, para arreglar las cosas y terminar de este modo!
–¡Estamos terminándolo bien! –grité de la misma forma que ella. Estábamos demasiado cerca, lo suficiente para sentir su cuerpo caliente.
–¡No entiendes nada! ¡Siempre eres tú, tú y tu estúpida vida antisocial, estúpida, monótona y egoísta! ¡Nunca te importé, y no intentes hacerme ver lo contrario! –gritó en respuesta. Sentí, por un momento, como si era una basura. Cada cosa que decía era cierto... demasiado cierto. –¡Y aquí estoy! ¡Mataste a una chica, Justin! ¡Y sé que no tiene que ver, pero sé que estás haciendo lo mismo conmigo! –mi pecho se infló de bronca, una bola gigante que trataba de esconderla, pero me era imposible.
–¡Yo no la maté! –Devolví su grito – ¡Se suicidó! –repetí del mismo modo. Ella tembló, pero se siguió manteniendo firme, con su ceja levantada y frente fruncida.
–¡Vaya!... ¡Qué diferencia! –levantó los brazos dramatizando, pero mi vista estaba centrada en sus ojos, que brillaban de una u otra forma. –La mataste... la violaste, y estás haciendo lo mismo conmigo mismo. –su boca escupió las palabras con odio, rencor y quién sabe qué otro sentimiento más.
No quería que temiera de mí.
Ya no podía aguantar no decir la verdad.
Debía decirlo.
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Ojos Ciegos ( Justin Bieber & Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora