Capítulo treinta.

296 9 1
                                    


  Él rompía cada barrera que mi imaginación había creado; porque nunca me imaginé que él era tan... no sé, tan... casi perfecto.
Me imaginaba un chico normal y corriente. Pero, cuando lo vi, sabía que él no era normal, pero sí perfecto... para mí.
–¿Soy tan feo y por eso te asustas tanto? –él sonrió de lado, en una sonrisa arrogante e hipócrita, pero me encantaba.
–Oh... –susurré. –¡Justin! –chillé emocionada. Sin esperar más, abrí mis brazos y lo atraje a mí, abrazándolo con tanta fuerza que dolía, pero no nos importaba.
–Estaba de verdad asustado... –agregó sin soltarme, empezando a repartir besos en mi cuello.
–¿Y ahora cómo te sientes? –pregunté susurrando sin evitar que mi voz sea aguda de felicidad. Él, lentamente se separó de mí, pero sin soltarme.
–¿Puedo besarte?
–¿Desde cuándo me preguntas eso? –dije, divertida. Él carcajeó. Y sin esperarlo, se acercó a mis labios de un solo movimiento.
Sus labios encajaban a la perfección con los míos; y eso era lo que más me gustaba. Amaba la forma dulce y tranquila con la que me besaba. Parecía como si... el mundo, por un segundo, se detuviera y solo éramos nosotros dos. Me hacía sentir especial, y querida y amada; aunque estaba segura que de verdad no lo era. Sin embargo, abrí los ojos para verlo mientras me besaba, pero fue imposible, obligando a mis sentidos a cerrarlos de nuevo. La tentación era tan grande que... solo me daban ánimos de vivir alado de él, sin separarme ni un centímetro de su boca.
–Viajé desde Paris... –susurró con la voz agitada por el largo beso. –Tuve una conferencia de prensa... espero no te haya molestado de que, nuevamente, te presenté como mi novia. –y sonrió encantadoramente.
–Creo que podré acostumbrarme a la novia falsa de nuevo... –dije.
–Esta vez, no tan falsa... –y volvió a plantar un beso sobre mis labios, sin dejarme preguntar a qué se refería.

Por un segundo, imaginé un Justin y yo enamorados... pero me obligué a olvidarlo. Solo era cuestión de fama, y yo, de una forma u otra, usaba esta forma de agradecerle.
–¿Tienes sueño? –pregunté.
–Un poco. –La cama del hospital era pequeña, de una plaza, pero yo no era tan gorda y él era musculosamente normal, asi que con un poco de esfuerzo entraríamos los dos. Me corrí un poco para la derecha, y dejé un espacio vacío en la izquierda. Justin, inmediatamente negó con la cabeza. –No puedo linda, enseguida termina el horario de visitas y debo irme.
–No interesa. –Respondí levantando las cejas. –Ven... –tanteé la cama, él dudó. –Tengo frío. –Mentí. Y Justin, aunque sabía que era mentira, sonrió y se sacó las zapatillas para entrar en la pequeña camilla. Rápidamente, nos acomodamos: yo con mi cabeza apoyada en su duro pecho, mientras él acariciaba mi cabello suavemente.
–Déjame tomarnos una foto. –pidió. Sacó su gran, lindo y costoso celular del bolsillo de su jean colocando la cámara a unos cuantos centímetros de distancia, enfocando mi ojo verde del lado izquierdo, y su ojo miel del lado derecho. Un flash y un pequeño sonido anunciando que la foto fue tomada. Volvió a acercar el celular y me la mostró.
–Me gusta. –dije sonriendo, y volví a acomodarme sobre su pecho, para dormirme minutos después, con su mano entrelazada a la mía.


{{}}


Me removí un poco en la cama, hasta que me di cuenta que no estaba sola... y no era mi cama. Abrí los ojos y, <<mierda, que bien se sentía>>, me encontré con Justin, roncando como un chancho.
Pero el chancho más bonito de todos.
Reí sigilosamente y acaricié el cabello que caía en su frente; al parecer, ayer no se había puesto gel como lo hace todos los días para que quede firme. Y aunque yo le decía que no hacía falta, porque a él todo le queda bien, él seguía insistiendo que le gustaba más así, con un hopo en la cabeza... y bueno, nunca puedo luchar contra Justin. Él dejó de roncar, y yo sospeché que lo hacía actuando. Entonces, fui bajando las yemas de mis dedos hasta su cuello, donde por experiencia sabía que tenía cosquillas. Una sonrisita pequeña se le escapó, y a mí una risita.
–¡Mentiroso! –susurré divertida. Inmediatamente se puso serio sin abrir los ojos. –Justin...
Me apoyé sobre mi antebrazo que no tenía el suero y la aguja intravenosa para acercarme a su rostro. Dejé pequeños besitos por toda su suave y blanca piel; sus parpados, sus mejillas, su frente, su nariz, su mentón y finalmente, sus labios. Él respondió al beso dulcemente, todavía adormilado.
–Hola –susurró, abriendo los ojos. Estábamos a una distancia de pocos centímetros. Yo sonreí.
–Hola.
–Linda forma de despertarme, princesa –y volvió a atrapar mis labios.
–Tampoco te emociones... recién acabo de despertarme y no me lavé los dientes –él rió.
–Yo tampoco, ¿y? ¿Cuál es el problema? –rodé los ojos.
–Estás compartiendo tus bacterias conmigo –hice una mueca, él rió pervertidamente.
–Compartimos también la misma cama, pero eso no te da vergüenza, nena –Mis mejillas se sonrojaron y con cuidado, pegué su brazo divertida. –¿Qué? Yo hablaba de hoy... no sé qué pensaste. –Rió y yo igual. Se estiró y besó mi nariz con ternura. –Mi pequeña pervertida.
–Estás loco –susurré.
–Los dos lo estamos.
–Pero nadie más que tú. –Dije, escondiendo una sonrisa.
–No, creo que nadie más que tú. –Levantó una ceja.
–Mmmmh... no, nadie más que Justin.
–Nadie más que _______. –Repitió.
–Justin. –Dije yo.
–_____. –Dijo él.
–Justin.
–_____.
–Justin. –Repetí.
–_____. –Repitió.
–_____. –Dije yo, divertida.
–Justin... espera, ¿qué? –y dejé escapar tontas carcajadas.
–¡Admitiste que estás más loco! –exclamé riéndome. Vi como rodeaba sus ojos con una sonrisita varonil y orgullosa.
–Está bien, está bien... lo admito. –Esperó unos segundos antes de volver a hablar. –¿Quién estaría más loco para llamarte todos los días... para regalarte un millón de dólares para una operación, o quien pasaría la noche contigo en una incómoda camilla de un hospital sólo para aprovechar que al otro día te levantes y me beses? Creo que sí... que estoy loco... pero loco porque de verdad te quiero, y porque quiero que seas feliz a pesar de todo; y que me sigas queriendo... pero más que eso, –suspiró– quiero que me recuerdes cómo amar a una persona; porque creo que eso es lo que ahora estoy sintiendo... aquí, y que hace un tiempo no logré sentirlo.
Ahogué un gemido.
Oh, dios. ¿Eso era una declaración? ¿Qué estaba insinuando?
–¿Qué sientes, Justin?
Silenció.
–Siento que este momento es infinito –murmuró–. Siento que quiero que todos los días sea esto así... juntos y por siempre, a pesar de todo.

_____________________________  

Ojos Ciegos ( Justin Bieber & Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora